En el Día de la Soberanía Nacional cuestionamos la continuidad de una política de drogas neocolonial, impuesta por la hegemonía de las potencias occidentales, principalmente de EE.UU en los organismos internacionales, y que Argentina -junto a la mayoría de los países del mundo- sostiene de forma casi idéntica.
Esta efeméride que se celebra hoy 20 de noviembre en Argentina, conmemora la Batalla de la Vuelta de Obligado (1845), un enfrentamiento que mantuvimos en clara desventaja armamentística y naviera.
La conmemoración representa la resistencia argentina contra las potencias coloniales de Francia y el Reino Unido, que intentaban imponer su control sobre los ríos del país para facilitar su comercio. No fue una victoria militar decisiva, pero nuestra resistencia cruzando cadenas de lado a lado del río resultó estratégica, y obligó a los invasores a reconocer nuestra soberanía.
Una microdosis de historia
Aunque Argentina no tuvo legislación penal sobre drogas hasta 1924, desde 1919 ya existían disposiciones normativas que establecían multas a quienes comerciaran con opiáceos y cocaína sin receta. Eran faltas administrativas alineadas con la Harrison Narcotics Tax Act, que prohibió la venta sin receta de cocaína, morfina, opio y heroína, aprobada en 1914 por Estados Unidos de América, como escribe Juan Manuel Suppa Altman en su libro La prohibición (2018).
De ahí en adelante, el mundo (y Argentina) siguió los pasos del país con hegemonía global en materia de legislación sobre drogas. En las palabras de Suppa Altman:
“La Guerra a las Drogas es una de esas importaciones forzadas, o mejor dicho, otra de esas importaciones tilingas”.
Si hacemos un salto en largo sobre la historia llegamos a 1961, el año de la aprobación en Naciones Unidas de la Convención Única de Estupefacientes, el primer tratado internacional del régimen internacional prohibicionista. Fue un logro de la diplomacia estadounidense. Su línea prohibicionista se impuso gracias a la hegemonía global que ganó después de la Segunda Guerra Mundial.
Ley de Estados Unidos, ley del mundo
Con elocuencia y poder de síntesis, el escritor Oswaldo Zavala, pone en su libro La guerra en las palabras. Una historia intelectual del Narco en México (2021):
“La lógica del prohibicionismo se construye ante todo como una plataforma simbólica que se entrelaza desde su origen con los intereses estadounidenses en el exterior”.
Los otros dos tratados del régimen internacional prohibicionista también tienen las huellas de EEUU. La Convención sobre Sustancias Psicotrópicas (1971) y la Convención contra el Tráfico Ilícito de Estupefacientes (1988). Tanto en su redacción como en la promoción de estos tratados, el país del norte jugó un papel clave en la adopción de cada nación.
Y se logró a fuerza de presiones sobre los países miembros de la ONU, por ejemplo, poniendo como condición para la asistencia financiera a países en desarrollo la implementación de políticas estrictas de control de drogas; como recaba Suppa Altman en La prohibición.
La dependencia en políticas de drogas
América Latina no sólo recibió presiones para adoptar el enfoque represivo contra las drogas (aunque más bien sobre las personas), sino que también nuestros dirigentes fueron muy permeables a esta política de drogas prohibicionista.
Juan Gabriel Tokatlián es un académico y analista internacional que se especializa en la relación entre EE.UU. y América Latina. Para él, la práctica de la narcodiplomacia fue central en la importación del paradigma prohibicionista.
En sus palabras, impresas en el libro Qué hacer con las drogas (2017) la narcodiplomacia debe entenderse “como un tipo de relación en la que el actor más poderoso e influyente (los Estados Unidos) logra exportar su concepción de una guerra contra las drogas a naciones más débiles o subordinadas”.
Una idea que permite pensar el rol de América Latina respecto a la política de drogas promovida por Estados Unidos es la imagen del dependiente, como desarrolla Tokatlián en De militares a policías (2018). Un lugar infantil, de quien no define sus propios objetivos y habilita el tutelaje de Washington, que “sí sabe” que es lo mejor para Latinoamérica y así justifica su intromisión en nuestros asuntos internos.
Soberanía nacional
La historia de la política de drogas en Argentina y Latinoamérica está marcada por la influencia de Estados Unidos, que impuso una sobredosis de guerra en nuestra región.
Las singularidades de las culturas de Abya Yala, de larguísima tradición en el uso de psicoactivos nativos de estas tierras, fueron prohibidas, perseguidas y aniquiladas por una mirada colonialista que negó nuestra historia.
Es urgente iniciar la construcción de la memoria del etnocidio, epistemicidio y genocidio que significó la Guerra contra las Drogas en nuestro continente y también en el mundo. Una nueva política de drogas no debe apuntar a la tímida reforma, sino a la transformación social y la reparación histórica de las víctimas directas e indirectas de esta guerra.
Es hora de construir una política de drogas realmente nacional, discutida con evidencia y participación social, escuchando a las comunidades indígenas y reconociendo no sólo potenciales terapéuticos, sino prácticas culturales ancestrales y libertades cognitivas íntimas.
Así como resistimos durante la Batalla de la Vuelta de Obligado, tenemos que ponerle cadenas a la intentona intervencionista sobre nuestra política de drogas y pensar legislaciones con características argentinas y latinoamericanas.