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Sí, somos todos trolos drogadictos. Pero la culpa es de ustedes

trolos drogadictos nicolas marquez
Imagen de Adriel Radovitzky
¿Son las personas sexodisidentes más propensas al uso de sustancias? ¿Existen contextos que las hacen más vulnerables al abuso? Nicolás Márquez tiene razón y también tiene la culpa. Hablamos con la psicóloga Paula Kratje y el Secretario de Consumos y Salud Mental de la FALGBT, Fer Albornoz.

El 3 de mayo pasado el escritor ultraderechista y biógrafo del presidente, Nicolás Márquez, se sentó en la mesa de Radio Con Vos, entrevistado por Ernesto Tenembaum. Y le consultaron acerca de su, ya ampliamente conocida, posición acerca de la población LGBTIQNB+.

En su respuesta Márquez apunta una serie de argumentos recopilados en El Libro Negro de la Nueva Izquierda, publicación que comparte con Agustín Laje que pretende dar cuenta de un supuesto plan global de homosexualización comunista, y al hablar de sexualidad desliza que “hay conductas objetivamente sanas y conductas objetivamente insanas”. En esa línea de pensamiento Márquez dijo que “una persona de tendencia homosexual (…) Tiene siete veces mayor propensión a las drogas”, para justificar su idea de las “conductas objetivamente insanas” y siguió tirando datos sin precisiones ni fuentes.

La estadística que Márquez revolea surge de un estudio de tres años de duración realizado por la Lesbian and Gay Foundation de Reino Unido y la Universidad de Lancashire Central en 2012. Ahí se encontró que el uso (y no el abuso) de drogas ilegales entre gays, lesbianas y bisexuales es siete veces mayor que entre la población general. En este estudio, un 35% de este grupo habían tomado algún tipo de droga ilegal en el último mes, lo que es significativamente mayor que la cifra de la población general inglesa, que es del 5%. Vale decir, el uso de drogas es distinto del abuso.

No vamos a abordar en esta nota la necesidad de ciertos comunicadores de ser la caja de resonancia de los discursos de odio más recalcitrantes de la última década, pero sí vamos a abordar el contenido de los argumentos de Márquez que, pese a su parecido a cierta nota de la Agencia Católica de Informaciones, dan cuenta de una realidad: Efectivamente las personas LGBTIQNB+ usamos más drogas que la media, y también podemos ser más propensas a desarrollar situaciones de consumo problemático. Ya veremos los porqué.

Pero primero definamos de qué estamos hablando. Fer Albornoz es Licenciado en Psicopedagogía y Secretario de Salud Mental y Consumos de la Federación Argentina LGBT. En diálogo con Mate explica que por consumos problemáticos “entendemos a las interacciones que tienen las personas con sustancias o hábitos, que generan problemas en su vida cotidiana y su salud, entre otras cosas”. Según explica Albornoz no se trata en sí de las cantidades, sino del perjuicio que puedan generar. “Y eso depende de muchos factores en general, pero siempre visibilizamos la problematización en el esquema de las interacciones que tiene el sujeto con determinada sustancia/acción, y en su contexto”, agrega.

Fer desliza un punto fundamental para entender el consumo problemático como categoría al hablar de Diversidades Sexuales, y ese punto es el contexto. En ese sentido, Paula Kratje, Licenciada en Psicología, explica que al contexto “no debemos imaginarlo como un simple telón de fondo en el que transcurre la vida, sino como determinante de aspectos que protegen la salud y contienen nuestra fragilidad común, así como elementos que dañan, que descuidan y/o que arrojan a las personas a condiciones de vida signadas por la exclusión, las violencias, la indiferencia o la deshumanización”.

Pero ¿cuál es ese contexto? ¿Cómo transcurren las vidas de las personas LGBTIQNB+ en nuestros territorios? ¿Qué herramientas nos brinda eso para problematizar la idea que dispara Márquez? ¿Cómo empezamos a pensar estrategias para potenciar otra realidad posible?

El contexto de las personas LGBTIQNB+

Previo a las aseveraciones del biógrafo presidencial, entre mayo y agosto de 2023, un inmenso grupo de más de 60 investigadorxs e instituciones científicas realizaron el Primer Relevamiento de Condiciones de Vida de la Diversidad Sexual y Genérica en la Argentina. Fue junto a la Agencia I+D+i, el ahora inexistente Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación, el Centro de Estudios de Población (CENEP) y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), entre otras universidades y grupos de investigación.

Del relevamiento participaron 15.211 personas entre Lesbianas, Gays, transfeminidades (mujeres trans y travestis), transmasculinidades (varones trans), personas No Binarias, y bisexuales (tanto mujeres, como varones). Los datos que arroja este relevamiento nos van a ayudar a pensar en contexto las declaraciones de Márquez.

Uno de esos datos tiene que ver con la migración. El documento revela que el porcentaje de personas que migraron de su lugar de nacimiento al lugar de residencia actual es considerablemente alto: “un promedio del 11% son migrantes intraprovinciales y algo más del 20%, migrantes interprovinciales” y este porcentaje “es más alto entre gays (por encima del 30%) pero más bajo en mujeres o feminidades bisexuales”, según el informe.

¿Por qué considerar la migración como una situación que aumente las posibilidades de desarrollar situaciones de consumo problemático? Bueno, eso implica ajustar el lente al color arcoiris. Cuando hablamos de migración en relación a la diversidad sexual, hablamos básicamente de exilio sexual forzado. Y es que de hecho el desarraigo no es una realidad poco frecuente cuando hablamos de personas de la Diversidad Sexual, y se da no solamente por razones como la expulsión del hogar y el seno familiar. También se da por cuestiones como el asedio social, que con frecuencia sufrimos la enorme mayoría de personas sexodiferentes en nuestros territorios de nacimiento.

Sobre este punto, la encuesta revela que “en términos globales, prima la migración interprovincial, aunque es destacable el porcentaje de feminidades o mujeres trans nacidas en el extranjero que actualmente residen en Argentina”, que alcanza al 6% de la población transfemenina censada. En la región, Argentina es uno de los países con mejor legislación de acceso al derecho a la Identidad de Género Autopercibida.

A este dato lo podemos leer junto con otras estadísticas que se desprenden del relevamiento en cuanto a personas trans: 36% recibió rechazo de sus tutores al momento de visibilizar su identidad de género autopercibida, el 19% además atravesó procedimientos para “corregir” su identidad, el 26% sufrió agresiones físicas o verbales, y el 13,3% directamente fue expulsada del hogar.

La violencia es otro de los factores determinantes y en el caso de las personas sexodiversas aparecen algunos factores específicos, como por ejemplo la exposición a “terapias de corrección” de la identidad de género o la orientación sexual, que son más conocidas como “terapias de conversión” y que son catalogadas como formas de tortura por la Organización de Naciones Unidas. Es válido aclarar que pese a los progresos, en Argentina, no están prohibidas.

Pero la migración forzada, junto a la expulsión del seno familiar, o una relación violenta con la familia, no son los únicos puntos a considerar en cuanto a la vulnerabilidad de las personas LGBTIQNB+.

Otro de los parámetros que refleja el relevamiento es el del máximo nivel de estudios alcanzados por personas de la Diversidad Sexual. El documento revela que “la mayoría de las personas participantes presentan un nivel secundario completo o superior incompleto (universitario o terciario)”.

La educación es un eje fundamental, no solamente porque de ello dependerá en buena medida la posibilidad de una inserción laboral más o menos efectiva, sino porque muchos de los tejidos sociales que nos sostienen desde la niñez se elaboran a partir de la socialización educativa y la institucionalidad.

En cuanto al trabajo, el relevamiento recoge datos que tienen que ver con la relación con economías ilegales o no reguladas, como lo es la prostitución que se deriva directamente de las barreras de acceso a otras fuentes de ingreso. Un 15% de la población encuestada comerció servicios sexuales alguna vez, mientras un 3,2% lo sostiene como su fuente de ingreso. Y la proporción es considerablemente mayor entre feminidades y mujeres travesti/trans, donde algo más de la mitad ha realizado trabajo sexual alguna vez en su vida. Le siguen las personas no binaries con el 23,4%, y masculinidades o varones trans con un 17,1%.

En cuanto a la inserción laboral efectiva también es necesario considerar otro factor, que claramente nunca alcanzaría a las personas cis-heterosexuales, que es perder el trabajo por ser quienes son. Entre los despidos debido a la identidad de género u orientación sexual, están a la cabeza las mujeres trans de nuevo, con el 38%, seguidas por las masculinidades trans, con el 29,2%, y las personas no binarias en tercer lugar, con el 19,3%. En total el 10,7% de las personas LGBTIQNB+ encuestadas perdieron su trabajo por ser quienes son.

Pero para tener una visión de contexto más amplia también hay que decir que la pobreza es determinante. Al hablar de los ingresos totales del hogar, los cuales se reportan incluyendo planes sociales, subsidios, jubilaciones o pensiones del total de personas que aportan económicamente a un grupo de convivientes, un cuarto de las personas de la muestra reportaron ingresos equivalentes o inferiores a $120.000 pesos.

Se trató literalmente de la mitad de la canasta básica total de un hogar tipo (dos personas adultas y dos niñes) para julio de 2023 ($248.962). En términos comparativos, las personas trans (feminidades y mujeres travesti/trans y masculinidades y varones trans) son quienes reportaron menor ingreso por hogar.

En cuanto a salud, y particularmente a la salud mental, el 59,9% de participantes del estudio pensó alguna vez en quitarse la vida. El porcentaje mayor fue en masculinidades y varones trans (casi 9 de cada 10) y en personas no binarias. Asimismo los cuadros de depresión auto reportados ascienden a la mitad de participantes, recogiendo casi dos tercios de las respuestas entre masculinidades y varones trans, y personas no binarias.

En cuanto al odio social, los números muestran que la exclusión y violencia en el hogar, las dificultades en la inserción y permanencia educativa y laboral y a la situación económica compleja se suma la agresión en espacios de salud. El 18,1% de encuestados reportó situaciones de discriminación y agresiones por parte de profesionales de la salud a lo largo del último año.

Algunas puntas para pensar otra realidad posible

A la luz de estas cifras, Paula Kratje aporta que, en lo que al campo de la salud respecta, “podemos advertir recurrencias e insistencias en las formas que asume el padecimiento en nuestros territorios”, pero añade que, sin embargo, “conviene no hacer generalizaciones”.

La especialista propone más bien, “advertir las diversas presentaciones que pueden asumir las problemáticas de los consumos” y “advertir a su vez otros atravesamientos como: a) las condiciones de vida; b) el acceso (o la inaccesibilidad) a bienes materiales y simbólicos que potencien los proyectos y sentidos vitales; c) las oportunidades (o la falta de) para expresarnos y enlazarnos en entornos que favorezcan el reconocimiento; d) la existencia (o bien el empobrecimiento) de las redes de afectos que brindan los apoyos necesarios para una vida autónoma; d) las identidades genéricas, étnicas, culturales”.

lo problemático para la salud no está linealmente dado por la legalidad o la clandestinidad en el origen/acceso/uso de las sustancias, sino por cierto uso compulsivo, desregulado, en condiciones que exacerban riesgos asociados o deterioran vínculos, espacios de pertenencia, proyectos”

En definitiva, la licenciada apunta a que “lo problemático para la salud no está linealmente dado por la legalidad o la clandestinidad en el origen/acceso/uso de las sustancias, sino por cierto uso compulsivo, desregulado, en condiciones que exacerban riesgos asociados o deterioran vínculos, espacios de pertenencia, proyectos”. Por esto “es preciso prestar atención respecto de cómo insiste la demonización de algunas experiencias en el uso de ciertas drogas, la patologización de ciertas identidades, la criminalización de algunas conductas así como la persistencia de discriminación y desprecio hacia algunas personas en situación de consumo”.

“De ahí la importancia de continuar trabajando en la desestigmatización de los consumos y de las personas usuarias de drogas”. apunta. Y me permito agregar, de ahí la importancia de retomar a los Márquez de la vida, para poder hacer escuela de lo que ellos hacen armas.

Y en este sentido, Kratje resalta la importancia del colectivo creciente de activistas en el campo de la discapacidad y de la salud mental que “nos ocupamos insistentemente en poner en primer plano la necesidad de subvertir la esencialidad que recae sobre las personas diagnosticadas; develar los mecanismos de culpabilización y criminalización de las existencias que se apartan de los libretos que nos ofrece este presente; no caer en la reducción a lo individual de problemáticas complejas, ni en la familiarización de los cuidados que desconoce otras redes y termina culpabilizando, no acompañando y hasta expulsando a quienes sí pueden/quieren acompañar”.

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Imagen de Adriel Radovitzky

Para los trolos, los trolos

En el mismo sentido que Paula, Fer Albornoz aporta que “los contextos donde las personas LGBT se desarrollan, son sumamente hostiles, y generan mayor propensión al desarrollo de padecimientos psicosociales”, pero “no por la propia vivencia interna de la identidad de género y orientación sexual, sino por las violencias, la discriminación y la vulneración de derechos en sí; además de la falta de redes primeras, y la dificultad de estas en acompañar los primeros hechos de discriminación o violencia”.

Y lo ejemplifica muy bien: “¿qué pasa con un chico afro sufre bullying en la Escuela? Vuelve a su casa y su familia, que es afro, sabe lo que es transitar esas violencias. Cuando un chico judío es violentado en la calle, vuelve a su casa y su familia judía lo abraza ante ese padecimiento. Cuando una persona LGBT es agredida en cualquier ámbito de la vida, no encuentra ninguna clase de apoyo en sus afectos directos. Y si hablamos de población travesti/trans es aún peor, porque sufren la expulsión temprana del hogar, y de ahí en adelante todo es supervivencia”.

Desde la Secretaría de Consumo y Salud Mental, Fer, junto con otres compañeres de la Federación Argentina LGBT aportan herramientas para acompañar los procesos de las personas de la comunidad buscando generar incidencia política para lograr transformaciones a mediano y largo plazo. Abordan las problemáticas de salud mental y consumos desde la asistencia, con dispositivos grupales, virtuales y gratuitos, para personas de la Diversidad Sexual, personas que viven con VIH y quienes ejercen el trabajo sexual que estén atravesando padecimientos, acompañada por profesionales de la Interdisciplina con perspectiva y pertenencia a la comunidad LGBT.

Desde allí también sostienen una Red de Atención en Psicología y Psiquiatría, abocada a estas tres poblaciones para atención individual, con una tarifa social. También impulsan un área académica, desde la cual brindan capacitaciones, diplomaturas y coordinan disertaciones en instancias nacionales e internacionales.

Además trabajan en la creación de un observatorio para poder medir cuestiones relacionadas a los consumos y la salud mental de nuestra población. Y sostienen áreas jurídicas, de trabajo social y de comunicación y activan para las Marchas Nacionales del Orgullo, generando acciones de reducción de riesgos y daños.

“Hoy en día estamos transitando un contexto en el cuál, el gobierno que dirige el Estado Nacional, está promoviendo mensajes en contra de nuestra comunidad, cerrando espacios estatales que dan respuesta a nuestras problemáticas, y promoviendo cierres en otros niveles del Estado”.

Todo este trabajo cobra importancia en este contexto porque también, según explica el referente de la FALGBT si bien existen algunos dispositivos para abordar los consumos problemáticos en el Estado, “hoy en día estamos transitando un contexto en el cuál, el gobierno que dirige el Estado Nacional, está promoviendo mensajes en contra de nuestra comunidad, cerrando espacios estatales que dan respuesta a nuestras problemáticas, y promoviendo cierres en otros niveles del Estado”.

En ese mismo sentido, Fer aclara que “hace años que algunos dispositivos venían funcionando mal, y que esa fue la principal excusa que este gobierno utilizó para justificar los cierres y recortes. Claro ejemplo de ello es lo que sucedió en la Sedronar, donde en 2014, en la gestión de Juan Carlos Molina, se creó el área de diversidad, que fue altamente empoderada y jerarquizada en la primer gestión de Roberto Moro, y fue eliminada por la gestión 2019-2023 de Gabriela Torres”.

“Desde la Federación Argentina LGBT consideramos de suma importancia mantener y fortalecer los dispositivos que trabajan con la comunidad, y en el caso de los que han funcionado mal en los últimos años, mejorarlos, no cerrarlos”, apunta el activista.

Por consultas se pueden comunicar al mail saludmental@lgbt.org.ar o a la cuenta de la Secretaría en Instagram.

En un contexto donde se viola sistemáticamente el derecho a la ciudadanía de las personas LGBTIQNB+, desde mecanismos sociales de exclusión y marginación, proliferan condiciones que pueden constituirse como factores de riesgo para el desarrollo de relaciones abusivas con y sin sustancias. Y eso es una responsabilidad de la sociedad toda en su conjunto, frente a la deficiencia y virtual retirada de todos los mecanismos de abordaje estatal.

En ese entramado, reproducir los discursos de odio solamente profundiza y legitima esas prácticas excluyentes, que al mismo tiempo generan una espiral descendente donde la exclusión cimienta las condiciones que abonan al consumo problemático.

Oportunamente existen profesionales y activistas que aportan a revertir esa realidad. Pero este problemas es de todos, todas y todes. Nos toca como sociedad recoger el guante. Y al activismo por la despenalización del consumo, le toca pintarse de colores. Solo así podemos pensar otros contextos posibles donde hablemos de consumos y Diversidad Sexual desde el placer y no desde el problema.

NICOLÁS MÁRQUEZ SALUD MENTAL TRANS

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