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Mascotas: prohibiendo ser e imponiendo cómo

[vc_row][vc_column width=”1/1″][vc_row_inner][vc_column_inner width=”1/6″][/vc_column_inner][vc_column_inner pofo_column_animation_style=”none” width=”2/3″][vc_empty_space height=”25px”][vc_custom_heading text=”A diario se explotan, maltratan y asesinan a ciertas especies de animales, otras se convierten también en nuestra pertenencia, pero despojándolas de su esencia para asemejarlas a nosotres, les humanes, siempre conservando la superioridad ante éstas. Animales viviendo en la ciudad, prohibiéndoles ser e imponiéndoles cómo, el egoísmo de que no nos importe su naturaleza. El escritor y filósofo Th. W. Adorno, en la Dialéctica de la Ilustración, hace referencia repetidas veces sobre el ego moderno del humano contemporáneo: su miedo a la naturaleza y lo irracional que hay en ello, su soledad ante el mundo y esa crueldad con los demás que lleva consigo la cosificación de todo lo que no es sí mismo.” font_container=”tag:h4|font_size:18|text_align:left|color:%23000000|line_height:24px” google_fonts=”font_family:Raleway%3A100%2C200%2C300%2Cregular%2C500%2C600%2C700%2C800%2C900|font_style:500%20bold%20regular%3A500%3Anormal” css_animation=”none”][vc_column_text]Se dice que los animales forman parte de las familias, pero a su vez éstas se denominan como sus dueñes. Naturalizamos situaciones de perres o gates paseando por la calle, la plaza, la vereda, pero con una correa, impidiéndoles hasta la libertad de caminar y correr por donde se les dé la gana. A algunes no les dejan revolcarse por el pasto porque se ensucian, tampoco interactuar con otros animales porque se pueden pelear. Estas escenas son algunas veces argumentadas con que el animal se escapa, que puede morder a alguien, que no sabe andar sole. Que no se escape, como si estuviera preso, como si no tuviera elección y estuviera obligade a ser su propiedad y su compañía. Situaciones peores son las de perres atados en el patio de una casa, también les que viven en departamentos sin ni siquiera un patio, y sus dueñes no tienen tiempo o ganas de sacarles un rato.

Les humanizades y/o cosificades no sólo son les perres o gates, que son la mayoría, sino también aves, peces, serpientes, ratas, conejos encerrades en jaulas o peceras. Privades totalmente de su hábitat natural y absorbiendo comportamientos humanos. Creo que no es necesaria tanta apropiación acompañada de sobreprotección —aceptando que los animales ya se encuentran insertos en la ciudad y que no hay chance de que vivan en la naturaleza, salvajes y libres—, hay casos de perres o gates callejeres que buscan su compañere, no su dueñe. Viven en la ciudad, pero son más independientes, y si quieren compañía humana la buscan, no les viene impuesta como a los animales que se compran y/o adoptan. Hasta se compran, como un producto más del mercado. Según la empresa de investigación de mercado Kantar Worldpanel, en 2015 siete millones de casas en Argentina compraban cada 46 días alimento para perres, más de 40 kilos al año por unidad familiar. Pero a este rubro tradicional se suman otros, que incluyen juguetes, ropa y diversidad de accesorios.

El mercado produce animales domésticxs, destinades al consumo, y son los más sobreprotegides, humanizades y dependientes. Se producen además alimentos, accesorios, ropa, juguetes y una inmensa variedad de artículos que nada tienen que ver con la naturaleza animal, pero que el sistema consumista en el que vivimos nos hace creer que son necesarios, hasta que, en cierto punto, llegan a serlo. En cuanto a la ropa, el pelaje de los animales es todo lo que naturalmente requieren para afrontar las diferentes variables climáticas, pero razas nacidas en regiones frías son trasladadas a regiones cálidas y viceversa, importando poco y nada las características de cada animal. Además, si se les corta el pelo por estética, se les quita esa protección natural, o si se les acostumbra a llevar abrigo en invierno, es posible que cuando no lo tengan les sea necesario, interviniendo una vez más en su naturaleza para implantarles necesidades humanas. Silvia Vai, veterinaria especialista en etología clínica, explica que “Uno puede querer mucho a un animal de compañía, pero cuando lo querés como si fuera una persona y pretendés que te dé cosas que no te puede dar porque no es una persona, pueden aparecer problemas de conducta (en los animales). Si les amamos les debemos respetar como especies diferentes a la nuestra, de lo contrario les estamos queriendo mal y en consecuencia sus conductas no serán normales”.

Los animales cada vez se enferman más, son más débiles, poseen altos grados de estrés, debido a esta forzada adaptación a la vida urbana. Les perres son animales de manada, a veces al estar domesticades pierden ese contacto con otres que les es necesario, privarles de esto por humanizarles no es sano, desencadena episodios de ansiedad, estrés e incluso agresividad. Por cuestiones como esas también se confunden, no encuentran un/a líder y se autoproclaman como tal, lo que les lleva a actuar de manera agresiva cuando no se les permite hacer lo que quieren. En otros casos buscan esa figura de seguridad en su dueñe, la persona que les alimenta o con la que pasan la mayor parte del tiempo, pero cuando esa persona se va, sufren la separación y la exteriorizan rompiendo algo de la casa, haciendo sus necesidades adentro o llorando por largos lapsos.

Para esos comportamientos, que no son buscados pero si producidos por les dueñes, el mercado responde con calmantes o collares que disminuyen la ansiedad, sprays que se rocían en los muebles o cualquier objeto y los protege de que los muerdan y rompan, pelotitas u objetos para que mastiquen, ruedas en las que puedan correr y descarguen energía acumulada —ya que también los diagnostican con hiperactividad—, accesorios para su comodidad y/o recrear algo parecido a su hábitat natural, como en el caso de peces o reptiles. Además se producen y venden vitaminas, suplementos, sustitutos lácteos, peines, pañales, toallitas húmedas, mamaderas, en fin, millones de cosas más que sumergen a las mascotas y sus dueñes en un círculo que se retroalimenta con el excesivo consumo. Myriam Acero (veteriana, profesora y autora de “La relación humano-animal de compañía como un fenómeno sociocultural”) afirma que el mercado responde a la tendencia social de humanizar a los animales, pero en el análisis más detallado de la publicidad relacionada con mascotas podemos ver que el mercado humaniza la relación. Así es como introduce y masifica la tenencia animal, generando nuevas necesidades de consumo de productos y servicios.

Se crea esta contradicción de amar a los animales, pero humanizarlos. Gary Francione, abogado y especialista en derechos de los animales, considera que esto conlleva un negocio montado sobre los deseos de las personas de demostrar afecto a los animales, pero este deseo es llevado a la práctica con un trato que tiende a humanizarles. Personalmente creo que convivir o recibir visitas de animales que puedan desarrollarse de manera independiente, creando un vínculo afectivo pero sin apropiación ni tanta humanización; no es lo mismo que crear y potenciar comportamientos como vestirlos, que duerman en una cama o algo muy parecido, festejarles el cumpleaños, darles de comer lo que une come, que no tengan contacto con otros animales, tenerles encerrades, tratarles como bebés, etc.

Dueñes y mascotas disfrutan de su compañía, aunque después éstas sufran de ansiedad, hiperactividad o molesten a sus dueñes porque quieren satisfacer sus necesidades y soles no pueden. Cesar Millán, especialista en perres, explicó que les dueñes de las mascotas tienden a estos comportamientos porque las quieren mucho, pero no significa que en el fondo sea un buen trato. Por el contrario, humanizar a los animales hace que pierdan su identidad, que se sientan frustrados, ansiosos e inseguros. “No se están teniendo en cuenta las necesidades del animal. El ser humano se ha enfocado en ser profesional y no en tener familia. Por eso quieren llenar ese vacío con los animales. Pero los animales se sienten incompletos porque no son seres humanos y tienen otras necesidades físicas y psicológicas”. Gary Francione también comparte este pensamiento, ya que considera que la humanización de los animales es moralmente negativa y les impone sufrimientos innecesarios. Francione considera que les dueñes les imponen reglas humanas irrespetuosas que atentan contra la identidad del animal.  

Argentina es el país de América Latina con mayor cantidad de perres por persona: hay en el país 0,40 perres per cápita, según un estudio elaborado por Mars, que indica que el total es de 18 millones. Además, existe un cálculo estimativo que dice que son 500 millones en el mundo. En Estados Unidos hay 83 millones; en Brasil, 36 millones; en Inglaterra, 8,5 millones; en Francia, 7,2 millones; en España, 5,5 millones, y en Alemania, 5,5 millones. La compañía y el afecto con especies como les perres y les gates han existido desde su misma domesticación —explica Myriam Acero—. Estas especies transitaron por la historia de la cultura occidental hasta llegar a constituirse en “mascota” como un producto más de la modernidad. Es en Inglaterra a mediados del siglo XIX que el cuidado de perres y gates se hace por placer y compañía, junto con una serie de artefactos culturales que facilitaban esta labor como por ejemplo ropa, comida peletizada, collares y otros. La autora también afirma que actualmente estamos viviendo una relación humano-animal más cercana, que a veces llega a humanizarse. Esta relación más estrecha se explica desde diferentes aproximaciones: una es la carencia afectiva (substitución humana) y otra la moda (impulso de la industria para mascotas).

Las especies más fáciles de adiestrar y con mayor grado de adaptación están insertas en las ciudades y se las considera domésticas, adentrándolas en el mercado de consumo. Se les quita su esencia, su libertad, su lado salvaje y diferente al de nosotres, quizás sin pensarlo mucho, sin malas intenciones o no siendo completamente consciente del mal que se les puede ocasionar. Por otro lado, a diferentes especies se las explota, ya sea en laboratorios, en deportes, en la industria alimenticia, en transporte, en seguridad, en zoológicos y/o en circos. Explotar animales y domesticarlos no tiene el mismo nivel de crueldad, pero sí persigue el mismo fin egoísta del humano, apropiarse de los animales para su propio beneficio. [/vc_column_text][/vc_column_inner][vc_column_inner width=”1/6″][/vc_column_inner][/vc_row_inner][/vc_column][/vc_row]

#ANIMALES #ANTIESPECISMO #ESPECISMO #HUMANIZACIÓN #MASCOTAS

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