Crónica de Ana Cornejo y Jimena Migueles
—¿A dónde vas?
—Acá a la vuelta, a ver a Perotá —se dijeron dos amigos al cruzarse por Boulevard Gálvez y calle República de Siria.
El calor y la humedad caracterizaron la noche de invierno en Santa Fe. La energía ya se presentía en las veredas, en las largas colas de colectivo de un punto a otro, en la muchedumbre humana esperando ansiosamente para entrar a Tribus Club de Arte. Una vez dentro, los pequeños indicios en el escenario del inicio del show acaparaban la atención de les presentes. Ese 22 de junio más de 200 personas llenaron el pub, paseándose por bebidas y comidas durante la interminable espera.
Lejos de encontrarnos con un público bohemio y bien distinguible, había una heterogeneidad de procedencias, edades y géneros, aunque con una predominancia femenina. La tranquilidad, las buenas vibras y una especie de calidez familiar se evidenciaban en la atmósfera de Tribus. Pasados los 45 minutos del horario oficial, todo se apagó y el escenario se iluminó: inició el viaje ultraterrenal.
Perotá Chingó, la banda que surgió sin querer de las costas uruguayas en aquel verano de 2011, conformada principalmente por las rioplatenses Dolores ‘Dolo’ Aguirre y Julia ‘Maju’ Ortiz, continúa en pleno movimiento, en busca de nuevas experiencias y de una constante reinvención musical. “Las personas mutamos”, dejó en claro Julia.
La impronta estética manifestó esa autotransformación. Ambas encarnaron el color negro, Dolo de pantalón y Maju de pollera larga. Detrás de ellas, el guitarrista, el percusionista y el tecladista completaban la propuesta, componiendo un telar auditivo que desbordaba el club. Al abrir con Canción pequeña, demostraban la grandeza de aquel proyecto musical que de a poco, bajo lunas y soles, se fue desarrollando hasta resplandecer.
El público entró con el ritmo en un estado de trance, se dejaba llevar por las ondas energéticas que les artistas transmitían con el canto y los sonidos andinos. Los sentimientos de alegría y las añoranzas de sueños, amistades y viajes pasados afloraban, erizando la piel de les oyentes. Mediante el cable a tierra, se indujo a moverse y a acompañar amorosamente las canciones.
Luego Perotá interpretó con la voz y el cuerpo temas como Aguacero (con Dolores haciendo magia con el ronroco), una sublime y presente versión de Ríe Chinito, y también Reverdecer, que daban cuenta del magnetismo entre las vocalistas y sus movimientos. Con L’mar la performance se lució: entre sonidos costeros y oleajes, la silueta de Julia se traslucía y se suspendía en el centro del escenario como si el tiempo se hubiese detenido. La banda dejó en claro que tocar en vivo es un verdadero compromiso, una apuesta a la creatividad y un lujo para el público.
En medio del ritual místico, les músiques se unieron en una misma línea para tocar Seres extraños, con un intercambio de voces e instrumentos que representa esa diversa y plural amistad del grupo. De golpe, los sonidos animales de la gente se acrecentaron hasta unirse a las gargantas de elles, y de toda esa selva surgió Peguei uma chuva.
“Van a tener que abrir el corazón para recibir lo nuevo”, aseguró Maju. Acto seguido, Perotá Chingó regaló una canción aún no grabada. Tras despedirse, el público hecho un fuego pidió una más, ante lo cual ellas volvieron al frente y respondieron con otro inédito, que repetía a viva voz “cuando la leña… frente al mar …”
Durante la hora y media de show, pasando por una diversidad de lenguas, ritmos y géneros musicales, se notó la preparación, la alegría y el agradecimiento de les artistas. “Los amamos fuerte” fueron sus palabras finales. El resultado fue un recital auténtico, que resalta en comparación a los productos enlatados a los que estamos acostumbrades y que nos suelen vender.