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27 julio, 2024

Osvaldo Bayer: La ética de la rebeldía

“Conversar con Osvaldo Bayer sobre el pasado reciente de los argentinos es repasar también su propia vida. Porque este santafesino, nacido en 1927, pertenece a una generación de intelectuales que irrumpió a fines de los cincuenta estableciendo un fuerte y estrecho vínculo entre lo que se investigaba, lo que se pensaba y escribía y la realidad social y política del país”

Ulises Gorini (1999) en A contrapelo: conversaciones con Osvaldo Bayer.

Osvaldo Jorge Bayer nació en 1927, en Santa Fe, y sí, sigue vivito y agitando. Ya desde la escuela tuvo varios empleos: oficinista, bañero de club y hasta aprendiz timonel. Cuando habían pasado seis meses desde que comenzó a navegar, la Marítima organizó una Huelga General y él fue el único que decidió no trabajar, por eso lo desembarcaron en el puerto de Rosario y la Prefectura le rompió su carta de embarco, “usted jamás volverá a navegar en los buques de la Patria”, le dijeron. 50 años después la Federación Marítima lo homenajeó por esa acción.

Cuando terminó la secundaria decidió que quería estudiar filosofía, pero antes que el alma debía conocer el cuerpo, así que cursó y rindió todo el primer año de medicina. Luego comenzó con filosofía pero se aburrió de leer teólogos y se fue a estudiar historia a Hamburgo, estuvo allí entre 1952 y 1956, cuando regresó a la Argentina empezó la carrera de periodismo, con el fin de desarrollar un estilo propio, alejado del academicismo y que pueda ser leído por cualquiera. Trabajó 2 años en Noticias Gráficas y decidió irse al Sur, ahí le encargaron el Diario de Esquel, de donde lo echaron cuando comenzó a visibilizar las miserias de la peonada y los indios. A partir de ese episodio, en 1958, fundó La Chispa “el primer periódico independiente de la Patagonia”. Trabajó en él hasta que la gendarmería se presentó en su casa con un escrito firmado por el Comandante General, lo obligaban a dejar Esquel en menos de 24 hs, “por traer inquietud a la población y difundir información errónea”. Presidencia de Frondizi, ¿plena democracia?.

Volvió a Buenos Aires y un día se cruzó con un periodista de Clarín que le ofreció sumarse a la redacción, a pedido de Roberto Noble. Trabajó ahí por 14 años, fue votado por sus compañeros como delegado de la redacción y enseguida fue electo como Secretario General en el Sindicato de Prensa, lugar que ocupó hasta 1962. Por su cargo en el sindicato, el 1° de Enero de 1959 fue invitado a Cuba, por el aniversario de la Revolución. El Che lo invitó, junto a otres periodistas, a una reunión en su despacho, les habló durante 2 horas y media sobre cómo se debía hacer la revolución en Argentina, con la metodología de guerrilla cubana. Luego de darles los detalles abrió para preguntas, Osvaldo mencionó algo que no le cayó bien al Che, le agradeció por su relato pero le dijo que le hubiera gustado que hablara sobre la represión que se desataría cuando esa guerrilla tomara el primer pueblo. Se produjo un silencio y el Che lo miró con mucha tristeza, le contestó: “son todos mercenarios”. Osvaldo se arrepiente hasta el día de hoy de esa pregunta, pero él siempre fue tan anarquista como pacifista.

Por esos años comenzó con sus investigaciones históricas, la primera que publicó (1970), fue la de Severino di Giovanni “El idealista de la violencia”. Así comenzó con su larga tradición de rescate y divulgación del anarquismo. Su idea con ese libro era llamar la atención de las juventudes revolucionarias de los 70 que veían en la violencia un camino para llegar a la liberación.

En 1969, la biblioteca popular de Rauch, una ciudad de la Provincia de Buenos Aires, lo invitó a dar una charla. El Coronel Federico Rauch había sido un militar prusiano contratado por Rivadavia para exterminar a los ranqueles del Sur. En esa charla Osvaldo propuso cambiar el nombre de la ciudad por Arbolito, un indio ranquel que logró decapitar al coronel. Lo que no sabía, era que el Ministro del Interior de la dictadura de Onganía era Juan Enrique Rauch, bisnieto directo del prusiano. Inmediatamente lo mandaron a detener y lo encerraron, para darle una lección extraña, en la cárcel de mujeres de Riobamba, donde estuvo 66 días.

La siguiente investigación histórica que emprendió fue la de las matanzas patagónicas, comenzó a viajar para charlar con quienes habían sobrevivido, participado o vivenciado ese conflicto, incluso con Facón Grande. El proyecto demoró 8 años y culminó en la escritura de 4 tomos de “La Patagonia Rebelde”, publicados entre 1972 y 1975. Sobre sus investigaciones dice estar orgulloso. Haberlas escrito no le es suficiente, durante casi toda su vida intentó que el radicalismo se hiciera responsable del fusilamiento (que Yrigoyen ordenó) de 1500 peones rurales, por organizar una huelga en los latifundios ingleses. Invitó a muches diputades radicales a hablar sobre el tema, pero nunca le contestaron “y se llaman democráticos los tipos, yo les escribo pero no responden”. A Perón también le escribió y nunca contestó, Juan Domingo fue oficial de Yrigoyen y también participó en una matanza de peones rurales, en el norte de Santa Fe, por eso calló.

Osvaldo nunca se queda callado, siempre demuestra su apoyo y solidaridad, si algo lo caracteriza, es su ética: siempre con les de abajo. Siempre tiene algo que aportar, por Santiago Maldonado pidió que salgamos a la calle, a gritar por él, que representa “El eco de un joven que expuso su libertad por una causa justa, lo suficientemente justa como para encontrar miles de gargantas al unísono, para revalidar ahora y siempre nuestros derechos democráticos”.

Osvaldo es una eminencia, una especie de monumento a la ética de la liberación humana. Su aporte a la historiografía argentina es importantísimo: nos insertó en la memoria colectiva esas primeras luchas obreras y sus ideales. En los 70 pudo marcar una distinción importantísima: violencia y contraviolencia. Es que en una sociedad de disputas, él siempre estuvo del lado de los rebeldes, de los que protestaron y dijeron basta. Más allá de esto, él cuestiona a Severino cuando afirma, para justificar sus contraviolencias, que “en la sociedad no hay inocentes”. Para Bayer sí hay inocentes, y mueren injustamente, más allá de Di Giovanni.

Además de su vida prolífica, su dimensión humana es para resaltar. Es un viejito sabio de 91 años, que provoca tanto la risa como la bronca con sus historias.  Y con sus anécdotas, porque no sólo fue historiador, sino también protagonista activo, demuestra las falsedades de la Historia Oficial y de los “próceres” de nuestro país. Fue un intelectual profundamente comprometido con su tiempo, a causa de ello sufrió el exilio, estuvo preso, prohibieron sus películas y quemaron sus libros. Su vida, su obra y su lucha están marcadas por la ética inclaudicable, más allá de cualquier partido o corriente política. Tal vez sea momento de empezar a preocuparnos también por nosotres, seguir su ejemplo y repensar cuáles son los principios que guían nuestra vida. Así realmente lograremos la liberación que buscamos, la de todes.

 

*Nota publicada en la edición de julio de 2018.

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#ANARQUISMO #LUCHA #OSVALDOBAYER #PERIODISMO
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