Por Josefina Muller
Pero siempre que hay poder hay resistencia y la reacción de científicxs e investigadorxs no se hizo esperar. A través de redes sociales circularon diferentes imágenes con la intención de visibilizar la situación y despertar una alerta en toda la sociedad. Se pudo ver el logo del CONICET transformado en un lazo negro de luto o grandes tijeras significando el recorte. Pero hay una de las imágenes que llama particularmente la atención.
¿De dónde surge la imágen de “científicos lavando platos”? ¿Qué está queriendo significar? ¿Acaso lxs científicxs no investigan y lavan platos?
En 1994 la investigadora y docente Susana Torrado explicaba los mercados del trabajo y las causas del aumento del desempleo en un programa radial. El entonces Ministro de Economía, Domingo Cavallo, respondió a esta nota diciendo que Susana no debía meterse en esos temas, ella debía ir a lavar los platos. Por primera vez la comunidad científica respondió organizada a la agresión de Cavallo, entendiendo que se trataba de una desvalorización del rol de científicxs e investigadorxs en el diagnóstico de un país en crisis.
¿El ministro hubiese mandado a la valar los platos a un científico? Claramente no, la frase de Cavallo está fundada en roles y estereotipos de género que ubican a las mujeres como realizadoras de las tareas del hogar, incapaces de poder participar de la discusión de la cosa pública. Lo cierto es que en Argentina quienes realizan las tareas del hogar, de cuidado y reproducción 75% son mujeres y un 25% son varones. Y las científicas también tienen que lavar los platos ya que la doble jornada laboral es una de los principales problemas que las mujeres tienen que resolver si deciden dedicarse a la ciencia y la tecnología. Pero no el único, es una verdadera carrera de obstáculos: paredes y techos de cristal, incapacidad de conciliar vida doméstica y trabajo, falta de visibilización de las mujeres científicas, desvalorización social de sus trabajos y un gran etcétera, constituyen barreras que obstaculizan el desarrollo y progreso de las carreras científicas.
BARRERAS INVISIBLES
Si dedicarse a la ciencia y la tecnología parece casi imposible en este contexto, hacerlo siendo mujeres es más difícil. Hablamos de barreras “invisibles” porque no existe una ley o disposición que explicite que las mujeres no pueden acceder a los cargos jerárquicos, como tampoco que les impida realizar tareas asociadas tradicionalmente a lo masculino. En muchos casos estas barreras pueden ser evaluadas con estudios cuantitativos, con indicadores construidos para ser sensibles a este diagnóstico.
Desde 1994, mismo año que Cavallo mandaba a una investigadora a lavar los platos, la Red Argentina de Género, Ciencia y Tecnología (RAGCyT) hace un seguimiento de la situación diferencial de mujeres y varones en el sector de ciencia y tecnología. En este sentido, hay un 60,2% (20.480) de mujeres y un 39,8% (13.484) de varones que hacen investigación en ámbitos públicos y privados. Sólo el 10,5% de las autoridades de organismos de ciencia y tecnología son mujeres, evidenciando que la presencia de mujeres en las posiciones jerárquicas disminuye notablemente. Esta segregación vertical refiere a los obstáculos que presenta el modo de organización de la comunidad científica para que las mujeres accedan a los puestos de mayor responsabilidad. La segregación horizontal, en cambio, alude a la concentración de mujeres en tareas en sectores dentro de la actividad científica que tienen menor consideración social y peores condiciones de trabajo. Por ejemplo: tareas de medición, registro y cuidado, tareas docentes de contacto directo con estudiantes, etc.
DESIGUALDAD SALARIAL
Mundialmente, varones y mujeres no ganan lo mismo por el mismo trabajo. En nuestro país la brecha salarial es del 27%. Si miramos la Carrera del Investigador/a Científico y Tecnológico del CONICET, observamos que se compone de cinco categorías: Asistente, Adjunto, Independiente, Principal y Superior. Desde una mirada ingenua podríamos pensar que en la carrera de investigador/a no habría desigualdad salarial. Pero las científicas permanecen en general más tiempo en cada categoría, tardan más en ser promovidas que los varones, y así, en pocos años, pasan a estar en categorías inferiores a ellos y por lo tanto a ganar menos aunque tengan formaciones parejas. La desigualdad salarial se da de forma indirecta cuando hablamos de ciencia y tecnología.
Luego de haber recorrido un paisaje desalentador parecería imposible sortear esta carrera de obstáculos, pero antes de poner el punto final nos enteramos que la primer imagen de un agujero negro que la humanidad conoció fue gracias al algoritmo de Katie Bouman, una joven científica. La inspiración se renueva ¡Hagamos ciencia compañeras, rompamos las barreras!
Fuente: http://www.politicaenjaque.org