Mochilear, lejos de ser una modalidad de viaje cercana al ocaso, se revitaliza en cada rincón del planeta acuoso y esférico que cobija y enseña a quienes lo recorren. Como todo fenómeno cultural, no es estático ni homogéneo y atrae a personas de sectores diferentes: privilegiados y marginados, distintos rangos etarios, izquierda y derecha, neo-hippies, tinchos, artesanes, terraplanistas, psiconautas. Disidencias y heterosexuales, varones, mujeres, cis y trans, viajeres con los días contados y por tiempo indeterminado. Malabaristas, artistas, tatuadorxs, scouts, estudiantes de todas las ciencias, disciplinas y saberes formales y/o soterrados.
Además de conformarse por un grupo heterogéneo por donde se lo mire, el colectivo mochilero comprende prácticas comunes, divergentes y complementarias. Se puede viajar “a dedo” desde el lugar de origen hasta el último destino dialogando con conductorxs y sus culturas. Como también se puede optar por la velocidad y confort de un avión hasta el país elegido para luego moverse en colectivos. Y así miles de combinaciones de variables como camping/hostel/monte/hotel/anfitriónx; hacer dedo siempre/en ocasiones y demás.
Si mantenemos esto en claro podremos pensar a les mochileres como personas que eligen viajar de esta forma por diversas motivaciones, que en la mayoría de los casos distan de la caricatura que abonan los estereotipos. De todas formas, lo podemos describir como algo bastante cercano a lo que dice la letra del hit “Soy mochilero” de Peter Capusotto y sus videos, que leída sin el tono de parodia suena bastante acertada:
“Soy mochilero
busco siempre una aventura
Soy mochilero
y eso es toda una cultura…
mi vida es el camino
que lleva a la libertad”.
Quizá la búsqueda —conciente o inconciente— es el autodescubrimiento, la afición paisajística, el aprendizaje transformador, las pretensiones antropológicas de encuentro con le otre, la experiencia vívida del presente, la pura diversión e incluso, en muchos casos, el simple consumo para enrrostrar a les demás. Lo más probable es que sea un rejunte de todo esto.
Para generalizar entre tanto relativismo, podemos decir que le mochilere se entiende Viajerx, y se identifica en su antagonismo con el turista, a quien imaginan como lo hizo el escritor Paul Theroux: “Los turistas no saben dónde han estado, los viajeros no saben hacia dónde están yendo”. O también pueden entenderse como Caminantes, en el sentido que le da el poeta Antonio Machado: “Caminantes, no hay camino, se hace camino al andar”.
Y aunque hay mucho que decir sobre el mochileo, mejor que hablen las historias de Luis, Denise, Simón, Gonzalo y Ramón. Que participaron en esta nota siendo entrevistades entre mates o a través de redes sociales. Vamos con elles, que aportan recorridos y experiencias diversas pero también convergentes.
DENISE
Un poco neuquina y un poco cordobesa. Es comunicadora social, escritora, locutora y artista. Se dedica a la producción de materiales para radio y radioteatro, también escribe crónicas de viajes, otros tipos de textos y siempre está vinculada al arte de alguna manera: el teatro, la música, la murga uruguaya, el circo. Si bien de chica viajó mucho por Argentina y Chile con su familia, empezó a mochilear a los 21 años. Esa primera vez visitó Bolivia y Perú. Desde chica sueña con recorrer todo el mundo y ese viaje fue el comienzo.
¿A dónde, por cuánto tiempo y cómo fue tu último viaje?
En este momento me encuentro en viaje por Europa. Pero antes de éste, mi último viaje fue a Costa Rica y Nicaragua durante un mes y medio. El objetivo principal era conocer el país de la revolución sandinista, charlar y entrevistar a personas que vivieron ese proceso. Llegué hasta Costa Rica desde Argentina en avión, allá me moví en bus e hice dedo algunas veces, pocas. Para alojarme me quedé en hostels, hice un voluntariado y también usé la plataforma couchsurfing. El recorrido del viaje lo fui improvisando allá según lo que surgía. Visite la zona central de Costa Rica y la Costa Pacífica. En Nicaragua visite Granada, León, las islas Corn Islands, y la Isla Ometepe en el lago Nicaragua. En León logré entrevistar a dos ex guerrilleros y con ese material publiqué algunas notas en diversos medios, al cumplirse los cuarenta años de la revolución.
¿Cómo fue tu primer viaje con mochila?
Mi primer viaje mochilero fue a Bolivia y Perú. Viajamos con un amigo más grande que yo y su hija de diez años. Éramos un grupo medio extraño porque la gente se preguntaba cuál era nuestro vínculo, pero entre nosotres nos llevamos muy bien. Para amortiguar los gastos del viaje, llevamos con muchos sahumerios artesanales para vender, yo fui con hilos para hacer trenzas Bahianas y mi amigo también llevó bijouterie de alpaca hecha por él. Íbamos con carpa y viajamos en bus. Comíamos siempre en mercados y tratábamos de estar lo más cerca posible del pueblo. Empezamos recorriendo la zona oriental de Bolivia, luego la zona andina, y subimos a Perú por la costa.
¿Has hecho dedo? ¿Qué implica viajar así? ¿Cuáles son las ventajas y desventajas?
En ese primer viaje no hice dedo, pero años después, viajando sola recorrí todo Ecuador a dedo por ejemplo. Viajar como mochilera, yo lo llamo al tipo de viaje con mochila (en lugar de valija o bolso), que permite caminar con el equipaje a cuestas; además este estilo de viaje supone compartir lo más posible con las comunidades que se visita, por lo que se estila dormir en carpa, o en hostales, o casas, a veces hacer dedo y en general están marcados por la improvisación en gran medida. Como aspectos positivos destaco que este tipo de viajes permite conocer las culturas y las personas de manera más estrecha, a diferencia de los viajes comerciales y turísticos en los que se busca el descanso y la planificación. Desventajas que encuentro son los posibles peligros al exponerse a dormir en lugares abiertos, viajar con desconocidos y alojarse con personas extrañas. Alguna vez he tenido problemas, pero en general siempre me fue muy bien viajando así.
¿Por qué elegís viajar como mochilera?
Está marcado por la improvisación, por lo que lo hace muy emocionante, todo puede cambiar de un momento a otro. También es más económico. Viajar como mochilera te permite conocer los pueblos visitados de manera más cercana y estrecha. Elijo viajar como mochilera porque el sentido de mis viajes es conocer las comunidades y las sociedades en profundidad, me gusta vivir historias que me muestren la idiosincrasia y las culturas, y luego escribir crónicas de esas historias. Me interesa mucho la humanidad y sus diferencias en distintos lugares. Me gusta observar, comparar, siempre tratando de no juzgar.
¿Has viajado de otra forma? ¿Cuáles son las diferencias?
Sí viajé de otras maneras, por ejemplo como turista, con reserva de hotel, con todo planificado. Me parece una buena opción si lo que se busca es descansar, pero admito que no es muy emocionante ni beneficioso para conocer la gente y su cultura.
Yo siento que le viajere algo busca, quizá sin saberlo. ¿Vos qué buscás? ¿Tus viajes tienen un objetivo?
Mis viajes tienen el objetivo de observar, con todos mis sentidos a la humanidad y sus diferencias a lo largo y ancho del mundo. Viajo con cámara, trípode y grabador para registrar personas o situaciones interesantes que me cruce y siempre intento fusionarme con las comunidades y aprender de ellas. Mi sueño personal es conocer todo el mundo, ya llevo recorrida gran parte de mi país, casi toda Sudamérica, parte de Centroamérica, y ahora me encuentro recorriendo Europa. Ya publiqué un libro de crónicas de viajes, y estoy escribiendo otros dos.
LUIS
Tiene 29 años y es entrerriano. “Por razones de fuerza mayor” volvió hace un mes de su viaje y ahora está “en stand by”, cuenta a puras risas. El día después de que se recibió de Administración volvió a Concordia, y a los pocos días salió a la ruta. Estuvo 4 años de viaje sin estar más de 3 meses en cada ciudad, pero eso lo cansó un poco y ahora piensa descansar después de recorrer una buena parte de Argentina, El sur y el norte de Chile, el caribe colombiano, Brasil y algo de Ecuador. En este último país se le terminó la plata que venía estirando y arrancó a laburar haciendo malabares para seguir de viaje.
¿Cómo decidiste viajar como mochilero?
Mi primer viaje con mochila fue a Uruguay, 2 semanas con amigos. Pero con una plata, un tiempo determinado y volviendo a mi casa. Viajecitos así hice varios antes de salir sin saber cuándo iba a volver. En uno me fui a Tucumán a ver a La Renga y conocí en Tilcara una pareja de gurises que viajaba sin saber cuándo iban a volver a casa. “¡¿QUÉ?!”, les decía yo. Eso era algo que no entraba en mi cerebro. En ese momento descubrí que existía la posibilidad de hacer eso, yo tenía 23 años. Ellos viajaban haciendo música y habían salido hace unos meses. Yo estaba estudiando Administración en Buenos Aires, teniendo una vida muy sistemática, nada que ver conmigo ahora. Fue un quilombo bárbaro en mi cabeza. ¿Qué carajo hago estudiando esto?—se preguntaba— Yo quiero viajar, irme a la mierda como estos pibes… Lucha interna… Pero terminé de estudiar, me faltaban 2 años, la pilotee y terminé. Me recibí un miércoles, el jueves estaba en Concordia y a las dos semanas ya estaba trabajando en un hostel en Bariloche.
¿Todo esto habiendo juntado plata para viajar?
Sí, con dinero hasta Ecuador. Llegué el 10 de Octubre a un pueblito que queda en la sierra ecuatoriana, pero me estaba quedando corto de guita´. Ahí conocí a un amigo que hacía malabares, yo ya tenía mis 3 pelotitas, estaba armadito, salían algunos truquitos y ya sabía que quería hacer eso. Yo veía a los gurises cuando era más chico en el semáforo y era como que me despertaba una alegría verlos—dice Luis con fuerza— porque para todos mis amigos eran una manga de vagos, jipis de mierda “vayan a laburar”, “tirales una pala”… Todos los prejuicios que existen con las personas que hacemos malabares, pero yo los veía y los veía libres, porque elegían estar ahí y si querían… se iban. Hacen reír a la gente, es lo mejor del mundo pensaba yo. Cuando me largué al semáforo me encantó. De ahí hasta hoy viví casi al 100% de eso.
¿Por qué creés que te gustó viajar de esta forma? ¿Qué te llevó a elegir esa modalidad?
Porque viajando así uno va, primero, medio sin planes. Cuando uno sale de vacaciones ya sabe con quién va a estar, los lugares que va a conocer, dónde va a dormir… Pero estando de mochila, con la casa a cuestas, con olla, carpa, aislante, bolsa de dormir… es otra cosa. Porque creo yo que te permite conocer la gente y los lugares con otra perspectiva, otra visión. Haciendo dedo también.
¿Qué implica viajar a dedo para vos?
Ufff, me pasó de todo. Viajar a dedo implica paciencia, pero es una cosa que si uno está dispuesto a hacer te chupa un huevo pasarte toda la tarde en la banquina porque en ese momento lo recontra disfrutas. Y escuchar la historia de la gente también… ante un desconocido yo sentía que la gente se abría mucho más. Confesaban cosas, los camioneros que van solos y quieren alguien para charlar y te entran a contar de su vida, te invitan a comer, te permiten tirarte en el camión… viajando a dedo pasan otras cosas, es diferente que ir en cole. Desde que aprendí a malabarear igual viajo en colectivo, porque cuando viajaba sin dinero decía: “bueno, tengo tanta plata, vamos a estirarla como chicle”. Y hacer dedo era una forma. El colectivo es diferente, te podés dormir arriba, relajás. Está bueno también, cuando vas teniendo un poco más de conciencia respecto de los riesgos que implica viajar con personas desconocidas.
¿Cómo te hiciste consciente? ¿Te pasó algo?
No, pero por ahí hay cosas que uno ya no tiene ganas de escuchar, me ha pasado estar con un camionero yendo por Chile y escuchar al loco que dice: “Pinochet fue el tipo que salvó a este país” y yo decía “La concha de la lora no puedo estar escuchando una cosa como ésta”. Entonces ahí tu independencia se limita un poco, porque te está llevando, no podés decirle demasiado. También en Brasil nos levantó un pelotudo que iba a fondo, se metió en contramano, hacía cualquier cosa… ahí dije: “nunca más”. Cuando haces un viaje corto es diferente, pero cuando viajar pasa a ser tu forma de vivir… ahí todo muta.
¿Por qué mochilear y no otra forma de viajar?
Porque tenés más libertad, en cuanto al tiempo y a los lugares que querés conocer. Si vos vas a un lugar y sabes que te tenés que volver al mes, me ha pasado de tener que volver y decir “no loco, si estoy re bien acá, ¿volver a dónde?”. Cuando uno viaja de esta forma te vas a cualquier lugar y de golpe decís “che, qué bueno que está este lugar, me voy a quedar” —dice y cierra con un chasquido de dedos—. Quizá una semana, dos semanas o 15 años, no sabés. De esta forma uno tiene la libertad de poder elegir y si no se limita un poco.
¿Sos de planificar en los viajes o te dejas llevar?
Estando de viaje me he quemado mucho la cabeza planificando y tratando de acomodar las cosas, después la vida te castiga y te dice: “no loco, no podés estar así porque no fluye de manera natural”. Pero también cuesta, a mí me cuesta un poco entregarme al 100%.
Yo siento que el viajero algo busca, consciente o inconscientemente. Vos qué tan consciente hacés esa búsqueda? ¿Sabés cuál es tu objetivo con esto? Si tuvieras que racionalizarlo un poco…
—Silencio— Esquivarle al laburo tradicional siempre es el primero —empieza y larga una carcajada—. Una de las razones creo que es por lo menos tener la libertad de elegir donde quiero quedarme quieto realmente el día de mañana. Porque cuando conoces un montón de lugares podés ir probando donde te sentís bien, con qué clima, qué gente, qué geografía…. Entonces un poco es eso, ir probando dónde después me quiero quedar quieto. La idea en todo esto es encontrar un lugar que me guste para quedarme, conseguir una tierra, un terreno. Y conocer también…. Me hablan de Europa y yo quiero ir boludo. Me dan unas ganas. Cuando empezás a viajar así después es muy difícil dejar.
Ahora no te ves dejando…
No, pero sí quiero hacer una pausa. Viajar cansa, estar constantemente buscando un hospedaje, un hostel, un camping, un lugar donde parar, trabajando en la calle… es muy desgastante. Uno se encuentra muy expuesto en un semáforo a la gente, te deben ver 1500 personas, como mínimo, por tarde de malabares. Entre toda esa gente recibís cosas buenas y también puteadas o un naranjazo y que te digan “vago de mierda anda a laburar”. Para resistir todas esas cosas uno tiene que estar bien y fuerte, del cuerpo y de la mente por sobre todas las cosas. Ahora quiero pausar, después yo ya sé que voy a volver a salir porque ya estoy pensando a dónde.
Alguna vez me dijeron una frase: “El verdadero viaje de auto-descubrimiento no es descubrir nuevos paisajes sino mirar con otros ojos”, vos qué pensás de la frase?
Viajar de esta forma te permite tener esta otra perspectiva creo yo, por el hecho de tener tanto tiempo. Cuando uno se queda quieto en un lugar, ahí se da vuelta la tuerca de lo que yo interpreto de esa frase. Ahí podés ver con la perspectiva quizá del que vive en el lugar. Terminás haciéndote amigo del almacenero. Viajando de otra forma no podés si vas corriendo… o escapando quizá, ojo.
Cambia mucho uno viajando, crece…
Ufff. yo cambié un montón desde que salí a viajar, pasa que es mucha la información que uno recibe. Es tanta la cantidad de personas diferentes, formas de vivir, lugares, las maneras de hacer las cosas, de comportarse para con las otras personas… todo eso va alimentando tu cultura. Vas comiendo cosas nuevas, vas probando diferentes comidas, bebidas. Escuchas otros estilos de música, bailes… Todo eso hace que uno cambie. A veces te corres tanto de vos mismo que te terminás perdiendo, me pasó también. Te terminas perdiendo y decís: “Pero… ¿cómo es? ¿y ahora? ¿yo quién carajo soy?”. Y eso es lo genial también de viajar porque te pone a prueba. Ahora estoy totalmente perdido por ejemplo —Suelta con gracia y reímos a carcajadas.
¿Cómo sentiste la vuelta?
¡JOJO! —larga Luis, dando cuenta de la magnitud del tema— Volver es fuertísimo, dificilísimo, es fuertísimo… Ya volví varias veces de viaje pero todas fueron diferentes, la primera vez volví a Concordia rápido desde Colombia y esa vez fue la peor porque fue muy brusco. Cuando estás de viaje está todo re bien… bueno, no es todo color de rosas porque tenés que resolver, pero cuando volvés la gente está en otro plano. De viaje más o menos te movés con malabaristas, artesanos, viajeros, el mismo palo. Pero cuando volves es otro plano y ese choque es muy fuerte porque está todo el mundo con su rutina, de lunes a viernes trabajando y vos de golpe estas descolocado, te sentís sapo de otro pozo… te agobia un poco.
SIMÓN
Tiene 23 años y al momento de ser entrevistade estaba volviendo de un viaje sole por el viejo continente. Es de Santa Fe y le gusta escribir porque no hace ruido, bailar y estar en la naturaleza. Se identifica con los árboles cuando se quedan quietos y el mar cuando está calmado. Su primer viaje fue con dos amigas luego de terminar la secundaria y le gustó viajar con ellas, pero más le atrajo viajar sole, cosa que hizo 4 años más tarde.
¿Viajas a dedo? ¿Qué implica viajar así?
¡Si! Para mí no tener que llegar de un punto Y a uno X en un tiempo determinado es positivo porque me permite conocer cosas en el medio o cambiar de plan. Pero para otres puede ser estresante. Es como un experimento social porque casi siempre se juntan mundos completamente alejados, nunca entendí por qué un CEO de BMW o un empresario suizo me han dado un viaje. Un poco la ruta es ese no-lugar donde sentís que más allá de las etiquetas está la empatía y el impulso de ayudar que todes tenemos. También es incómodo y se pierde la esperanza pero lo más importante es tener paciencia y seguir.
¿Por qué elegís viajar mochileando?
He viajado con mi familia, grupos de amigues y ex compas en otras modalidades. Donde todo está organizado, reservado y es más cómodo. Personalmente prefiero otro tipo de turismo, más lento y quizás también menos cómodo. Pero para mí irme de un lugar sin haber amado no tiene sentido. Cuando estoy de viaje hago muchas cosas “comunes” ayudo a una amiga a mudarse, cocino con alguien, camino realmente muchísimo las ciudades.
¿Qué diferencias hay con otras formas de viajar?
Quizás la principal diferencia está en viajar por placer o viajar por algo más. Obvio que me encantan los paisajes o lugares históricos, pero para mí el viaje está en la incomodidad del encuentro con le otre, no es lo mismo reservar una experiencia Airbnb para que te enseñen a cocinar pasta, que caminar por el pueblo y tejer un puente con una abuela de ahí que te invita a comer y te enseña a cocinar. Ambas opciones son un intercambio, pero una tiene que ver con “metterti in gioco” como dicen les italianes, o sea: involucrarte, arriesgarte a que las cosas salgan mal, apreciar la riqueza de que seamos diferentes. Yo encuentro el turismo de tours y hoteles un poco impositivo, no te relacionas con personas, te relacionas con empresas.
Le viajere busca, a veces encuentra y a veces no, ¿Vos qué buscás? ¿Tus viajes tienen un objetivo?
Busco aprender y sentirme vivx, con todo lo que eso signifique. El viaje te da lo que le pidas pero jamas como te lo esperaste en el mundo de las ideas.
GONZALO
Es de San Vicente, Provincia de Buenos Aires y tiene casi 26 años. Hace casi cuatro años vive en el exterior de Argentina pero “en el interior del planeta”. Es programador, trabaja online (cuando no se quiere escapar del internet), le gustan los libros y las casualidades.
¿Cuándo y por qué empezaste a viajar como mochilero?
Mi primer viaje de mochilero fue en el verano del 2015, después de mi primer año de universidad. Creo que la vida en La Plata y en la Universidad de Bellas Artes con toda su onda ecléctica me influenció a lanzarme a la ruta. Un amigo de la universidad tenía planeado ir a Uruguay por un par de semanas y me sumé.
¿A dónde, por cuánto tiempo y cómo es tu último viaje?
Si la frontera entre un viaje y otro es volver a mi lugar de origen, mi último y actual viaje lleva casi cuatro años (desde marzo de 2016), viajé por tierra a través de Eurasia y ahora en el Sudeste Asiático. Ha sido un viaje llena de contrastes, distintos ritmos y objetivos.
¿Qué lugares visitaste?
Albania, Armenia, Austria, Bosnia y Herzegovina, Brunei Darussalam, Bulgaria, Croacia, República Checa, Francia, Georgia, Alemania, Indonesia, Irán, Italia, Japón, Kazajstán, Kosovo, Kirguistán, Laos, Lituania, Macedonia, Malasia, Mongolia, Montenegro, Myanmar, Polonia, Federación de Rusia, Corea del Sur, Suiza, Tayikistán, Tailandia, Turquía, Turkmenistán, Vietnam…
¿Cómo fue tu primer viaje con mochila?
Mi primer viaje con mochila fue a Uruguay con un amigo y una amiga de él. Tomamos el ferry hasta Colonia del Sacramento y de ahí fuimos, generalmente en colectivo, hasta Valizas y Cabo Polonio. El viaje estuvo bueno, pero viajar con un grupo no siempre es fácil, en Valizas conocimos más gente y terminamos alquilando una casa juntos para ahorrar en camping. En general disfruté mis dos semanas en Uruguay pero hubo discrepancias sobre destinos, cómo manejar el presupuesto y demás dilemas del viaje.
¿Qué implica viajar a dedo? Lo positivo y lo negativo, ¿Por qué lo elegís?
Viajar a dedo implica ser un pasajero de quien pare e implica amigarse con la casualidad.
Lo positivo:
- Contacto con un otro diverso e indefinible, desde el granjero hasta el senador.
- Posibilidad de recorrer grandes distancias y al mismo tiempo descubrir lugares fuera del mapa.
- Desarrollo del lenguaje del lugar por la misma necesidad de comunicarse con quien nos lleva.
- Muchas veces uno termina siendo invitado a lugares y eventos disímiles e irrisorios sólo por haber sido parte del viaje.
- Desarrollo de la empatía hacia un otro que no siempre comparte nuestras opiniones.
Lo mejor de viajar a dedo es justamente el estar dispuesto a la aleatoriedad casi absoluta de la ruta y de la voluntad humana, en esta era de algoritmos deterministas (donde incluso el amor está sujeto a algoritmos que analizan tus datos) me parece necesario y saludable tener más contacto con la aleatoriedad que sólo lo analógico e in situ puede proveer. Los regalos de la ruta y los encuentros de la misma son inversamente proporcionales a la predictibilidad de esa ruta, es decir, cuanto más incierto el camino, más variados e interesantes van a ser los encuentros con personas y lugares a lo largo del viaje.
El dedo por tanto es una forma o herramienta para abrazar la casualidad y pedirle a un otro que se sume a hacer algo quizá innecesario (el que para no necesita llevarte) pero gratificante en términos de empatía y conexión con un otro. Viajar a dedo abre las puertas a momentos y encuentros difícilmente replicables viajando de otra manera, al subirte al vehículo formas parte inmediatamente de la esfera privada de esa persona por la misma proximidad física y por su decisión de llevarte.
En general el dedo es una muy buena forma de encontrar gente que de alguna manera busca conectarse, dar una mano o simplemente tiene curiosidad de qué estás haciendo en el medio de la nada revoleando tu pulgar.
Lo negativo:
- Uno tiene que acostumbrarse a ser un barrilete de la voluntad del conductor, te están llevando.
- Repetición constante de la misma historia sobre el viaje y tu persona.
- Falta de tiempo personal por estar constantemente interactuando con gente.
- A veces el conductor puede malinterpretar tu viaje y pensar que estás buscando un taxi o un viaje pago, este malentendido es frecuente en muchos países.
- Tener que justificar la decisión de viajar a dedo (gratis) constantemente.
Algo que a veces me pesa después de viajar tanto a dedo es tener que repetir constantemente, con cada persona y viaje del camino, tengo que repetir lo de siempre: desde dónde, hacia dónde, edad, por qué, por qué no, hijos, novia, etc. A veces es agotador repetirlo quince veces en un mismo día pero tampoco es amable sacar un folleto con lo que estás haciendo y tus datos biométricos.
Viajar a dedo significa que te están llevando, por lo que muchas veces uno está sujeto a la voluntad del conductor. Si el conductor tiene que parar a hacer algo, uno también tiene que parar por ese algo. Esto no es necesariamente un aspecto negativo pero de alguna manera la individualidad se disuelve un poco en el compromiso de viajar con gente, si esto se repite por mucho tiempo esto puede devenir en acostumbrarse a hacer cosas que quizá uno no tiene ganas de hacer: desviarse de la ruta, quedarse o irse de un lugar, etc.
La comunicación con el conductor es casi un deber del autoestopista, nadie quiere levantar a un mochilero que se sienta y no dice una palabra. Este deber de comunicación a veces puede ser agotador, sobre todo si es el 12° viaje del día y tenés que repetir que no, aún no tenés hijos. Esto se multiplica si no sabes el idioma local, o peor, si sabes un poco del idioma y tenés que intentar acordarte cómo se dice población en ruso..
Uno tiene que estar constamente luchando con la sensación de otredad. Para las personas con mayor poder económico uno se pasa el viaje explicando que uno tiene trabajo, ambiciones y nunca tuvo pulgas. Para los que están pasando una situación económica más difícil, uno tiene que explicar que viajar no significa que uno es millonario.
¿Por qué elegís viajar en modalidad mochilero?
Como dije antes, viajando a dedo y como mochilero, me permite estar sujeto a las casualidades que son imposibles de replicar por los robots de nuestros teléfonos. Viajando de mochilero tenés que aprender sobre la gente, el terreno, el idioma y la topografía de un lugar porque básicamente sabés que vas a necesitar eso para poder llegar de un lugar a otro. Es una buena idea saber que en la primavera la taiga rusa está llena de osos hambrientos si uno piensa acampar por ahí. Esta misma necesidad de saber deviene en un aprendizaje constante en materias que me resultan de interés: historia, etnología y geografía.
¿Has viajado de otra forma? ¿Cuáles son las diferencias?
Viajé muy poco en no-mochilero. La principal diferencia es el nivel de confort que uno busca y obtiene cuando viaja de una manera más tradicional (yendo a hoteles, con colectivo, etc). Lo que sí observé es que inmediatamente las expectativas hacia el confort suben y por tanto el nivel de insatisfacción también, esto genera que uno se termina quejando más que cuando viaja esperando poco más que llegar a destino. Sin la mochila me vi menos agradecido y menos dispuesto a interactuar con la gente también.
¿Estás buscando algo viajando así? ¿Tenés un objetivo con esto?
No tengo una respuesta sintética a esta pregunta. Por lo general busco recorrer un territorio o país para tener una idea más o menos general sobre el lugar, geografía y su gente. Por tanto el concepto de lo exploratorio y lúdico forma parte de mi búsqueda pero las necesidades a lo largo del viaje también cambian mucho. Uno a veces se encuentra buscando ciudades para escaparse de la mirada alienante de los granjeros, que con todo el amor del mundo, te preguntan si llevás oro en la mochila. Y a veces uno se encuentra queriendo escapar del cemento hacia el campo, a buscar refugio en la calidez de lo bucólico. En general me parece una muy buena idea usar mi salud y juventud para ser en el mundo y vivir lo que quizá sea imposible cuando el tiempo haga lo suyo.
En el viaje que compartimos me dijiste que “el verdadero viaje de autodescubrimiento no es conocer nuevos paisajes sino ver con otros ojos”, ¿Qué pensás hoy de esa frase? ¿Qué significado tiene para vos?
Pido disculpas al señor Marcel Proust porque, como buen hijo de la era digital, lo parafrasee mal —En realidad es: “El único verdadero viaje de descubrimiento consiste no en buscar nuevos paisajes, sino en mirar con nuevos ojos”—. Pero aún comparto la idea de tener que cambiar uno y no querer cambiar al mundo, viajando uno termina luchando más contra demonios propios que contra leones o mafiosos. Viajando te encontrás con muchos más molinos quijotescos que estando en casa, porque el paisaje cambia constantemente y por tanto, nuestra esencia es más visible.
Cuando estás en casa cargás y es parte de la historia en ese lugar. Uno es quien la familia y los amigos creen que uno es: el divertido, el tranquilo, el terrible o el tímido. Consciente o subconscientemente esas etiquetas te definen y por tanto uno se amolda a esas definiciones ya sea por aceptación o rechazo, uno se vuelve parte del fondo y la identidad pierde dimensionalidad y textura.
Viajando uno empieza a ver, si está atento. Al ir a un país donde la gente no grita te das cuenta que gritás cuando hablás o que te enojas mas de lo necesario. A veces te das cuenta que no sos tan open-minded —mente abierta— como pensabas que eras o que te gusta estar en silencio más de lo que pensabas. Entonces, el viaje es un buen momento para reveer la textura de nuestra identidad, para verla bajo distintas luces y por supuesto para experimentar ser como uno quiera ser en el momento.
Por tanto el viaje puede ser una infinita caja de arena donde uno puede deconstruirse lejos de la coerción de la historia personal, viajando podés despegarte del fondo y recuperar el sujeto para después analizarlo, preguntarlo y redefinirlo si es necesario.
RAMÓN
Tatuador y estudiante de psicología, 23 años. Aprovecha los veranos para viajar con un poco de peso en la espalda y hambre de experiencias. Ha elegido mochilear siempre acompañado por amigues o pareja y hasta ahora recorrió el NOA (Tucumán, Salta y Jujuy), un poco de Bolivia, la costa uruguaya, Córdoba y Corrientes. Su último viaje fue a Córdoba con su compañera y ahí entendió que “los viajes no se terminan cuando volvés a casa”.
¿Cuándo y por qué empezaste a viajar como mochilero?
En enero de 2016, porque quería esa experiencia claramente, el hacer dedo, carpa. Amigues, desconocides. Todo.
¿Cómo fue tu primer viaje con mochila?
Re piola. Me fui con dos amigos, estábamos viviendo en distintas ciudades y organizamos todo por Whatsapp, metimos tren al norte por un mes y me explotó la cabeza. Todo el NOA y un sorbito de bolivia nomás. Conocí bocha de gente. Afiancé con mis amigos. Confieso que me comí un mambito negro en un momento casi me vuelvo solo, pero fue un mal necesario para disfrutar el doble hasta el final. Alto trip.
¿Qué implica viajar a dedo? Lo positivo y lo negativo. ¿Por qué lo elegís?
Significa bailar sin vergüenza, el garrón de insolarse, dejar todo en la cancha, a veces no tener un sope, sufrir un montón con amargues de frenada y ser consciente de que tu destino ese día depende más del buen corazón de la humanidad transitante que de vos. Es contar con la oportunidad de conocer un ser de luz que te hable de los más raros cuentos del pueblo al que vas así como la pizzería más rica y el chino más barato pero también corres el riesgo (mío varón, cis y hetero) de que te levante un macrista. Hoy no lo cambio, lo recomiendo, lo elijo y un rato lo sufro. Soy consciente de que tiene sus limitaciones energéticas, etarias, geográficas, etc. Pero se lo deseo a todes como experiencia.
¿Por qué elegís mochilear y no otro tipo de viaje?
Por todo lo que vengo diciendo, compro toda la experiencia, corta, pero también la compro porque sale barata… La incertidumbre, la expectativa, las energías vinculares que se dan en los viajes, esas cosas existen ahí nomás.
¿Has viajado de otra forma? ¿Cuáles son las diferencias?
Seeee, re turisteo en mood hotel, mami pone la visa. Me cabe menos pero re va también, no me niego a escaparme de la rutina. No es mi formato preferido ni ahí, pero para unos días está bien. Igual, confieso que le perdí el gusto a viajar así más de una semana. Difiere en las comodidades pero también en la espontaneidad, la sorpresa y lo interesante de la gente que conoces también. Estás en otro plan claramente y la gente con la que te encontrás también. O por ahí yo soy así, pero siento que encarna otra cosa claramente.