Hace un tiempito que en Latinoamérica, así como en todo el mundo, nuestras pieles vienen transformándose profundamente al grito de “No nos callamos más”. Les que lo vivimos desde adentro sabemos que es una corriente intensa, que avanza fuerte y decidida. Se lo suele comparar con una ola: “o te subís o te aplasta”. Hay quienes elegimos militarlo, sentirlo, expresarlo y otres que deciden oponerse y resistirse al cambio, porque consideran que “así estamos bien”. La mayoría de las veces convivimos con la opresión fuertemente naturalizada, pero es cuando abandonamos la comodidad de la negación que comienza la mejor parte. Asumir las desigualdades que históricamente el sistema nos invitó a olvidar es sanador. Nos presenta la oportunidad de querer transformarlo todo. Nos enseña que existe otro modo de pensar, de vivir y de actuar.
Con el paso de los años, nos acostumbramos a disfrutar de muchas libertades que conquistamos, y no pensamos regalarlas. Al closet de la angustia y los mandatos no volvemos más, amigue. Esto va muy en serio, la lucha avanza a pasos agigantados y la tropa es cada vez más heterogénea. Sin embargo, hay un desafío que se nos presenta a todxs: el de construir un enfoque transversal que sea capaz de atravesar todos los campos de batalla. “La revolución será feminista o no será”, repetimos hasta el cansancio para que les quede bien claro. Estamos convencides y muy segures de lo que podemos llegar a generar, porque de los anteojos violetas tampoco se vuelve. Hace más de treinta años, en nuestro país se realiza un ritual masivo que oportunamente reivindica un derecho humano básico que a las mujeres se nos negó durante miles de años. Obligándonos a ser el cimiento del hogar, de la familia y de la reproducción, nos arrancaron el derecho a encontrarnos, a reconocernos y a debatir.
Transitando la segunda ola feminista, en 1963, la teórica y activista Betty Friedan desarrolló un concepto interesante para pensarnos como mujeres: la mística de la feminidad. Es ese conglomerado de discursos y premisas tradicionales acerca de la “esencial feminidad” que obstaculiza el compromiso intelectual y la participación política activa de las mujeres en la esfera pública. En su investigación, Friedan descubrió que la gran mayoría de amas de casa estadounidenses no estaban contentas, a pesar de estar felizmente casadas, tener hijos y una vida con todas las comodidades materiales. La deconstrucción también tiene lugar a la hora de replantearnos qué es lo femenino, si realmente existe y qué es lo que realmente tenemos ganas de hacer.
EXISTIMOS PORQUE RESISTIMOS
Las mujeres argentinas engendramos una nueva forma de resistencia a esos mandatos. Inició en 1989, cuando un grupo activistas feministas comenzaron a reunirse una vez por año a diseñar juntas las estrategias con las que harían frente al sistema patriarcal de dominación. Así construyeron colectivamente una herramienta de aprendizaje, empoderamiento y articulación que trasladaron territorialmente en forma de prácticas, hábitos y todo tipo de conocimientos. Surge lo que luego se denominó el Encuentro Nacional de Mujeres.
Con el tiempo fue mutando y se fue incluyendo a las demás identidades y sexualidades que sufren la opresión cis-hetero-patriarcal. Actualmente se denomina Encuentro Plurinacional de Mujeres, lesbianas, travestis, trans y géneros no binaries. Es un espacio autónomo e independiente del Estado y sus participantes son personas auto-convocadas. También es autofinanciado, federal y horizontal. Se realiza en distintas ciudades del país y cada nueva sede se elige en la asamblea final del Encuentro anterior. Este año se realizó el número 33 en tierras chubutenses y contó con 73 talleres, 89 actividades culturales, la primer marcha por travesticidios y dos ferias gastronómicas/artesanales con más de 200 puestos. Trelew fue el epicentro de actividades, la sede más austral y más pequeña en la historia de los Encuentros, por lo que una gran cantidad de asistentes dormimos en Rawson, Puerto Madryn, Playa Unión y en algunos pueblos de alrededores.
En los talleres se dan largos y profundos debates sobre distintos temas. No hay jerarquías a la hora de tomar en cuenta las intervenciones y en las conclusiones finales se reflejan absolutamente todas las posturas. Se plasma en un documento las distintas realidades y estrategias de quienes llevan adelante la lucha feminista.
Este año ocurrió un cambio sustancial debido a que la provincia sede es territorio de treinta y seis naciones originarias. Durante los días previos a la apertura, hubo un fuerte debate en torno al concepto de Plurinacionalidad que se buscaba darle al Encuentro. Moira Millán, referenta del Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir, afirma que “no se puede ser antipatriarcal sin interpelar la estructura de este Estado homogeneizante y racista”. Lo cierto es que la lucha por la liberación de tierras originarias tiene cara de mujer, y es necesario reconocerlas y valorarlas más allá de su historia de resistencias, por el protagonismo que hoy ejercen a lo largo y a lo ancho de todo el continente, soportando las represalias del sistema en las luchas territoriales, en la defensa de los bienes comunes, contra el despojo y la depredación del capitalismo.
La sororidad y el acompañamiento se hicieron presentes y más allá de la discusión por el nombre que debería llevar, hicimos que el Encuentro sea plurinacional. Teniendo en cuenta que el debate requiere un espacio propio, se inauguró el taller “Libre Determinación de los Pueblos”, acompañado de una ceremonia en la que participaron representantes de las comunidades Kolla, Mapuche, Aymara, Quechua, Maya quiché, Charrúa, Selk Nam, Guaraní, entre otras.
Formamos un círculo y encendieron un fuego en el centro, las compañeras pasaron de a una a contarnos qué cosas de la matriz civilizatoria en crisis quieren hacer arder: el olvido, el silencio, la indiferencia, la vergüenza, el miedo. Cada palabra que enunciaron trajo consigo la victoria de su idea contraria, recuperando la memoria, rompiendo el silencio, tejiendo solidaridad, reconquistando el orgullo de la pertenencia a las culturas ancestrales. Entre todas rescatamos el sentido profundo de espiritualidad y trascendencia representativo de las cosmovisiones indígenas.
JUNTAS, HERMANADAS, EN MANADA Y ORGANIZADAS
La marcha final se acerca y las pibas se tunean. Cada una a su gusto: hay cuerpas enteras escritas con consignas, algunas van en tetas y otras se cubren los pezones. El glitter se resbala por las lágrimas que brotan, al ritmo de las canciones que gritan miles de gargantas reventadas.
”Mujer, escucha, únete a la lucha. Mujer que se organiza ya no plancha más camisa”
Son muchísimas conocidas, desconocidas, todas juntas y están en una profunda complicidad. La gente mira asombrada, y a veces asustada. Les que todavía no se animan a ser parte también saben, piensan en nosotrxs y se preguntan ¿con qué locura saldrán ahora?
Los debates que se dieron hacia adentro de los talleres se replicaron en las calles, plazas, en las aulas que oficiaron de habitaciones, sobre los aislantes, dentro de las bolsas de dormir, entre mates, tabaco y flores. Para coronar un año cargado de intensidad en la agenda feminista argentina, habilitamos una ceremonia emancipatoria a la que asistieron todas las diversas corrientes que conforman este gran movimiento. Fue inmensa la emoción que atravesaron nuestras cuerpas cuando fuimos conscientes de tan hermoso encuentro de feminismos populares, marxistas, villeros, pasando por antiespecistas, negros, descoloniales, radicales, comunitarios, anarquistas, queers, feminismos no ováricos, y un interminable etcétera que invitaba a las vecinas que miraban desde sus balcones a sumarse a la lucha. Tenemos más preguntas que respuestas, pero quizás sea esa heterogeneidad de realidades y sujetas políticas, la que encarne el significado de trawun kom pu zomo ta in inchiñ o el encuentro somos todxs.