Una con lentes, camisa de vieja, jean oscuro y campera careta. El otro con las rastas atadas, chomba rugbier y bermuda beige de marca encumbrada. Ese camuflaje y desatar los pañuelos de nuestras mochilas fueron los recaudos que tomamos para infiltrarnos entre los pro-vida que asistieron al FestiVida del pasado domingo 15 en la costanera de Paraná. No vamos a mentir, es muy difícil que pasemos desapercibides con nuestro pelo teñido, pero lo cierto es que fueron pocos los prejuiciosos que nos detectaron o nos miraron con desconfianza. La mayoría no se percató de que éramos feministas encubiertes y pudimos sobrevivir a la congregación sin ser linchades por religioses en estado de emoción violenta o delirio moral místico.
Muchas cosas nos sorprendieron pero también nos encontramos con lo que esperábamos: familias de clase media, parroquias, organizaciones que imponen la heteronorma, fotos de fetos señalados como bebés, donaciones, escasez de argumentos, rock cristiano y nada de birra en la cantina. Lo que sí nos asombró fue la poca cantidad de gente, sabemos que muchos medios locales hablaron de una concurrencia de 20 mil personas a la marcha pro-vida del 25 de marzo, pero en el FestiVida no había 500 personas ni a gancho, a lo sumo: 300. Sin embargo, no debemos desestimar a los grupos anti-aborto que han demostrado su influencia en las calles de Paraná.
En la Plaza de las Colectividades había dispuestos varios stands de organizaciones e instituciones que están en contra de la autonomía de decisión de la mujer. Entre ellas se encontraban la Red de Familias Entrerrianas, Gravida, Paranin y el voluntariado del hospital San Roque, entre otras. Además hubo una suelta de globos simbólica por les niñes que no pudieron nacer y “son el futuro de la patria” según los conductores del evento, que también se refirieron a los grupos feministas que “quieren terminar con la vida de los bebés”.
El motivo del camuflaje no era simplemente poder permanecer en el “festival”, en realidad queríamos escuchar y registrar los fundamentalismos de los pro-muerte de mujeres pobres. Algunes no quisieron hablar con nosotres, por sacarnos la ficha o por ignorancia; otres sí aceptaron e hicieron muestra de sus débiles y escuetos argumentos.
Lo cierto es que ese día mentimos para poder hacer las entrevistas. Ningún pro-vida le hubiese hablado a una revista independiente, así que nos divertimos personificando flamantes estudiantes de la UCA que cubrían el FestiVida, no es joda, nos creyeron. Decidimos hacer preguntas que no sean confrontativas porque la idea no era debatir sino, muy sutilmente, lograr que muestren la hilacha, esa que a veces esconden en las profundidades de su moral religiosa.
Algo natural
El objetivo era recolectar opiniones bien diversificadas, asi que entre les entrevistades había hombres, mujeres, viejes, jóvenes y adultes. Preparamos varias preguntas que repetimos, una de ellas era qué significa estar a favor de la vida. Juan Carlos, arquitecto de 37 años, nos respondió que “es algo natural”. También le preguntamos por qué no debería legalizarse el aborto y se lamentó por no tener una “opinión fundada”, aunque admitió ser pro-vida y querer que los chicos nazcan. Finalmente le preguntamos la difícil, la incómoda: en caso de que el embarazo atente contra la vida de la madre, ¿Qué vida salvarías? Contestó que “es complicado definir entre una vida y la otra pero en esos casos está a favor de la vida de la madre”. Un extraño reconocimiento a la autonomía de la mujer en estado de convalescencia, una pequeña fisura en el discurso pro-vida que niega cualquier decisión de la persona gestante sobre el feto que lleva en su cuerpo.
Después hablamos con Ana, una trabajadora del Ministerio de Salud de 30 años que reivindicó el comienzo de la vida en la concepción y nos dejó esta joyita: “por ahí escucho que dicen que es un feto, pero en realidad es un proceso de la persona que hoy es un feto, luego un niño y después un adulto. Lo más lógico es estar a favor de la vida, sino hoy lo matan porque es un feto, mañana porque es pelado y pasado porque es gordo”. Realmente, una estupidez compleja.
Fetos estampados en las remeras, cristianos en el escenario y verborragia moralista
Entre les asistentes había una gran cantidad de personas que nos llamaban mucho la atención, llevaban puesta una remera roja con un enorme feto estampado. Al indagar un poco nos enteramos de que apoyaban una campaña para recaudar fondos que se viene realizando hace tiempo. No había chance de irnos sin obtener la declaración de alguien que formara parte, así fue como conocimos a Lisa: una estudiante de Licenciatura en Psicología que tenía 23 años y estaba en la organización del divertidísimo festival. Nos comentó que pertenecía a un grupo pro-vida de la parroquia San Miguel y que en el evento se respiraba un clima alegre, festivo, de amor y alegría. “Nosotros no nos queremos quedar en una marcha nomas, queremos visibilizar lo lindo que es la vida y el valor de la vida”, afirmó de entrada.
Lo primero que hizo fue dejarnos en claro que la única vida de la que esa campaña habla es la del embrión, como si las mujeres que mueren por realizarse abortos en forma clandestina e insegura no fueran portadoras de la misma dignidad. “Hay que respetar a toda persona por el hecho de ser persona, nadie puede creerse con derecho de decidir sobre la vida de alguien más. De ser así estaríamos yendo en contra de la naturaleza porque la vida es un don divino”, continuó. Algo curioso fue que hizo alusión a que “todos tenemos derecho a realizar la misión que vinimos a desarrollar a este mundo, y nadie es el amo del universo como para decidir por los demás ”, aunque bien sabemos que para les creyentes sí existe el amo del universo, se llama Dios y es quien decide qué es pecado y qué no. Abortar evidentemente lo es.
En cuanto a los países que desde hace muchos años implementan leyes a favor del aborto se mostró preocupada, porque considera que “es algo contraproducente, atenta contra el progreso, no favorece a una sociedad viva y vital porque hay poca gente en edad productiva”. Tal parece que a Lisa no le inquietan en absoluto las desigualdades que el sistema capitalista y patriarcal generan. “No dejan nacer a los niños que luego trabajarían y mantendrían a las personas que ya han dejado de trabajar” reclamó. Pero teniendo en cuenta que la reproducción, tanto física como social, es una característica necesaria para el proceso de acumulación capitalista; y que en la sociedad contemporánea se espera que les niñes formen parte de la fuerza de trabajo, es necesario pensar al aborto como una práctica que puede desequilibrar los intereses de este sistema. Efectivamente, la decisión de perpetuar la especie humana es uno de los factores claves para la perpetuación de este sistema.
Finalmente no tuvo ningún tipo de reparos en confesar que para ella “lo más noble es que una madre no deje morir a su hijo”, es decir: en caso de que la persona gestante corra riesgo de muerte, dé la vida por él. Tampoco se avergonzó por manifestarse en contra de la Educación Sexual Integral, con el argumento de que no es realmente integral. “Mostrando a los chicos de 12 años que tienen derecho al placer, a la libre sexualidad y a obtener anticonceptivos gratuitamente se les está fomentando el libertinaje y el descontrol sexual, sin hacer alusión a la familia, las voluntades y al autocontrol del hombre”, concluyó.
Mientras el sol caía, las bandas cristianas se despedían y nuestros oídos se marchitaban de oír tantos fundamentos basados en mandatos religiosos. Cuando la luna asomó, ambos coincidimos en que ya teníamos suficiente material y decidimos encarar la vuelta. De repente alzamos la vista y nos topamos con un stand que realmente nos shockeó, se trataba de una organización llamada Era en Abril, que proponía un proyecto de Ley de Identidad para bebes fallecidos en el vientre materno. Triste pero real. Básicamente la idea consiste en darle nombre y apellido al feto que se perdió, para poder llorarlo cada aniversario y ser un buen sufriente. Una exagerada dramatización para hacer sentir culpable a todo aquel que no llore la muerte de su feto y le lleve flores al cementerio.
Después de charlar con las representantes de la ONG sobre el morboso proyecto de ley, frenamos un segundo y contemplamos atentamente la épica escena que se formaba detrás. Al toque nos miramos fijamente a los ojos y nos distendimos. Nos tranquilizaba saber la postura que construímos a través de los años. Lo que verdaderamente militamos y defendemos todos los días. Estábamos relajades, entendíamos bien lo que significaba pertenecer al porcentaje de personas que quiere ciudadanas de primera, bien informadas y que puedan decidir sobre su cuerpo.