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27 julio, 2024

Electra Coppe: Animales y otros organismos psicoactivos

Nuestro planeta está repleto de animales con salivas o venenos de efectos psicoactivos muy poco estudiados. Electra Coppe es una investigadora mexicana, activista cannabi-fúngica y promotora de reducción de daños. Además, es la guardiana del “Santuario Mckenna”, seguramente el más importante centro de conservación de plantas, hongos y animales psicoactivos.

Veníamos de enterarnos, en la última nota, de la complejidad y riqueza del comportamiento animal en lo que refiere al consumo de sustancias psicoactivas. Ahora vamos a dar un salto y un giro. Caeremos parados en el terreno donde hay animales que, potencialmente, podrían drogarnos (o matarnos) con una ínfima parte de sus secreciones.

Ahora, charlamos con Electra Coppe. Una joven mexicana con formación profesional en psicología y estudios en Ingeniería Química, así como una activista de alto perfil ante las principales cámaras del poder legislativo, siendo representante del Movimiento Cannábico Mexicano.

Fue co-fundadora de la Sociedad Mexicana de la Psilocibina, es promotora de la cultura de reducción de riesgos y daños a través de MindSurf y  guardiana de uno de los centros de conservación etnobotánicos más variados del planeta y quizá de la historia.

Fue una de las organizadoras del Plantón, el primer cultivo público, colectivo y no clandestino de cannabis afuera del Senado de la República de México. Allí durmió por 2 años en una carpa sobre el cemento para reclamar por una legalización de la marihuana orientada a los derechos de lxs consumidorxs.

Investigadora, psiconauta, activista, transhumanista y líder del proyecto “New Symbiosis Zoo” y fundó el “Santuario Mckenna”. Abróchense los cinturones y pónganse dos o tres cascos. El viaje comienza en tres, dos, uno…

Ophryacus sphenophrys. Serpiente microendémica de Oaxaca; específicamente de los municipios de La Soledad y Buenavista Loxicha. Posee en su veneno un cóctel farmacológico maravilloso aún no descrito*.

—¿Cómo llegaste al conocimiento de los animales psicoactivos? Digo “animales” en sentido amplio, incluyendo insectos, peces, etcétera…

—Y tienes toda la razón al decir Animales, ya que va desde arañas, artrópodos (como los ciempiés), ranas, anfibios, sapos y si nos seguimos alejando, peces globo, pepinos de mar, erizos de mar, gekos, serpientes venenosas… Sí son varios reinos, varios géneros… Salamandras europeas también. ¿Y cómo llegamos a esto? Pues mi pasión de la infancia son los reptiles, los anfibios, y todo animal ponzoñoso que pueda ser un animal de compañía. Por muy polémico que eso pueda parecer. La idea la tuve siendo una niña de tres años. Animales que pudieran picarte. Yo me enamoré de ellos siendo pequeña, me acerqué a ellos con cuidado y me di cuenta que era posible, sin ser mordido, sin ser picado. Que lo necesario era acercarse con cuidado y con amor.

Entonces yo descubro, de niña, el mundo de las serpientes, escorpiones, tarántulas. Entro en enamoramiento, en contacto directo con estos animales, hasta mi adolescencia. El principal atractivo era la potencial picadura o mordedura, y también la sensación de descubrir algo diferente, algo nuevo, en estos animales que nadie quiere, que nadie voltea a ver. Yo tenía esa sed de pionera científica. Eso me lleva a los reptiles, a los anfibios, a las serpientes y animales venenosos.

—Me parece notable que pongas en la misma línea el enamoramiento, el riesgo y el peligro. Como si un verdadero enamoramiento, una verdadera pasión, encarnara también un potencial peligro…

—Sí. Y yo creo que esto se replica al cien por cien, análogamente, en el discurso psiconáutico y del consumo de drogas. El acercamiento, el enamoramiento a algo riesgoso, pero cuyas medidas precautorias pueden comprenderse, pudiendo tener conciencia suficiente para acercarnos con respeto, y posibilitando algo que va más allá de la simple recreación, de un simple “tener un zoológico”, de un simple “leer un libro”. El psiconauta se ve reflejado en este amor verdadero, intenso, tiene el gusto por —o con— el peligro; el gusto por los estados adrenérgicos, así como los estimulantes, la cocaína, la misma yerba mate… esa euforia la encuentras manipulando una serpiente venenosa. Es enamoramiento, al mismo tiempo. Puedo decir “sí, corro el riesgo de que me muerda” como puedo decir “sí, estoy en un momento de suma vulnerabilidad, con tal o cual psicodélico”. Pero estoy enamorado, estoy enamorada.
Es un estado de respeto, a la naturaleza, pero también a mi propia persona, y a otro ser diferente; yo no soy el protagonista de la película. Entonces para mí, manipular una serpiente o comer hongos resulta una experiencia completamente análoga.

Yo muy bien pude haberme quedado con los documentales, leyendo libros, yendo a zoológicos… pero me di cuenta que eso no iba a saciar mi pasión, mi sed, muy parecida a mi paso por las drogas. No puede ser saciada con una pantalla, ni con una lectura. Tiene que haber una experiencia envolvente. Y yo me dije que quería lanzarme en ese paracaídas y vivir así cada día de mi vida.

Tetraodon lineatus. Pez globo del Congo, cuyas toxinas (como la Saxitoxina) jamás se han estudiado. A su lado una rara y pequeña planta psicoactiva acuática; Lobelia inflata, la cual contiene Lobelina, un Inhibidor no selectivo de la recaptación de la dopamina, ofreciendo un efecto menos potente que la cocaína pero con parecidos significativos*.

—¿Y hoy cómo realizás esta pasión? ¿Estás pudiendo llevar a cabo investigaciones en marcos de laboratorio, universitarios, académicos? ¿Qué marco pudiste darle a ese salto en paracaídas?

—Hoy es teniendo un acercamiento bioético, reencontrándome con mi pasión desde la adultez. Empecé estudiando química, fármaco biotecnología, y luego decidí cambiarme a Ingeniería Bioquímica. Fui dejando atrás esa pasión por “el veneno”, pero me topo con algo parecido que es mi pasión por las sustancias psicoactivas. Por la química orgánica. Por la cristalería, la separación ácido-base, la estandarización de productos farmacéuticos; la pasión por aprender a leer las moléculas tal como un músico lee las partituras. Empieza una pasión por esta “espiritualidad tecnológica”. Yo nunca me hallé con la espiritualidad de la Pachamama, la azteca en mi caso. Y no es algo que no haya anhelado, el llamado de la montaña, de los árboles… pero es con la química que descubro la espiritualidad verdadera dentro de mí. La encuentro en los vidrios, en los cristales, en todo eso “artificial” que por ello mismo es estigmatizado. Mas habiendo entrado a un laboratorio en mi adultez, comprendí que allí se hallaba mi dios. Supe que no necesitaba aislarme en un bosque, aunque también lo he hecho. Mi verdadero espacio de conexión resultó ser entre los cristales, metales e información, la cual no es sino un estado de la materia. Me di cuenta que la electricidad era mi elemento.

En estos laboratorios me reconecto con mi niña interna, redescubro mi pasión por las drogas, con animales potencialmente peligrosos, pero con los que a través del amor se puede tener un acercamiento seguro e intenso y continuo. Y sí, veo que son dos tabúes los que he elegido. Venenos y Drogas. Se fusionaron así mi pasión de niña y de adulta. Llamada en esta nueva fase “Proyecto nueva simbiosis” (New symbiosis zoo). Todo esto forma parte hoy de mi proyecto de Tesis de maestría, como tal.

Isthmura belli. Jamás en la historia se han hecho estudios de sus secreciones y ahora esperamos ser pioneras de una nueva simbiosis, de una nueva relación humano-animal a nivel farmacológico, como ya ha ocurrido con hongos y plantas desde hace miles de años*.

“La bioética es la cuestión central. Tiene que estar en primer lugar, con protocolos claros , coherentes, y llevados a cabo al pie de la letra. Por otra parte, se tiene esta idea de que la ciencia es fría, rígida, injusta; que experimenta con animales cruelmente… A mí me parece que se puede tener la motivación de incluir como pilar la bioética en las investigaciones. Y puede haber una ciencia sensible, con noción del bienestar animal”.

—Veamos el asunto de la bioética. ¿Puedes ampliarnos si se trata en todos los casos de animales exóticos, en peligro de extinción? ¿Cómo se los preserva, se los reproduce, se los trata?

—La bioética es la cuestión central. Tiene que estar en primer lugar, con protocolos claros , coherentes, y llevados a cabo al pie de la letra. Por otra parte, se tiene esta idea de que la ciencia es fría, rígida, injusta; que experimenta con animales cruelmente… A mí me parece que se puede tener la motivación de incluir como pilar la bioética en las investigaciones. Y puede haber una ciencia sensible, con noción del bienestar animal.

Toda nuestra experimentación parte del principio de no maltratar a los ejemplares, de no exponerlos. Aquí es donde entra luego la psiconáutica. Yo quiero pasar a ser la conejilla de indias del proyecto, yo no quiero seguir utilizando animales para experimentar. Y quiero encontrar los protocolos de seguridad para hacerlo. Eso es la psiconáutica, ser el propio conejillo de indias. Y la tecnología nos ofrece la posibilidad de explorar nuevas psicocartografías… La tecnología es en este sentido un análogo de la magia, las posibilidades son infinitas.

Todos los venenos que hoy se están estudiando, también toxinas, también salivas, están comenzando a obtenerse bajo protocolos de extracción cuidadosa, extracciones responsables. Algo que en la lógica del mercado sería inviable. Estos protocolos duran de 40 minutos a una hora, por ejemplo para con las glándulas paratoides de los sapos. No vamos a negar que hay un “aprovechamiento”, pero éste puede ser ético. Y finalmente, puede haber un mutualismo, un consenso. Depende de nosotros conducir este proceso hacia una verdadera simbiosis.

El sapo ni se entera del proceso. Pero ¿qué es lo que determina su bienestar, el bienestar animal? lo refleja la reproducción, los comportamientos de cortejo. Estos sólo pueden darse en condiciones de óptimo bienestar. Se ha estudiado a fondo, fielmente, la ecología de los anfibios y de los reptiles y se ha descubierto que definitivamente pueden llegar a un estado de bienestar en estado de cautiverio “de alta densidad”, en el que se manejan terrarios, ecosistemas cerrados. Está comprobado. Tal es así que aquí tenemos ya dos generaciones de sapos Bufo. Y que la reproducción se suscite indica que estos animales han llegado a su estado máximo de vigor, de sociabilidad, aún siendo de naturaleza huraña, pues son anfibios. Les ponemos troncos, cactus, escondites, zonas de calor, de frío, de humedad; tienen un pequeño humedal, un bebedero con agua corriente. Los mantenemos altamente estimulados. No es que simplemente están en cajas; no son animales de laboratorio.

“Queremos dejar en paz a los ejemplares naturales. Y los nacidos en estas condiciones de cautiverio ya están acostumbrados al ambiente”.

Queremos dejar en paz a los ejemplares naturales. Y los nacidos en estas condiciones de cautiverio ya están acostumbrados al ambiente. Queremos crear planes de reproducción para ellos, en estas instalaciones. Así que no sólo estamos dirigiéndonos a estudiar sus secreciones, sino también a recrear sus condiciones de vida para llevar a cabo centros de reproducción de estos animales. Nos disponemos a colaborar tanto con los modelos farmacológicos, como con los ecológicos. Esto es muy distinto a lo que pasa en los laboratorios. Estamos muy emocionados y contentos.

—¿Y esto está sucediendo en el marco de alguna universidad, en algún contexto académico?

—Es a través de la Universidad del Valle de México, pero también de MindSurf. También estamos en colaboración con Chacruna, pero en el área de conservación botánica.

Queremos ser puentes de reconciliación. El laboratorismo, la ciencia, la experimentación, se han peleado mucho con el “animalismo”, el ecologismo, el ambientalismo. Nos gustaría demostrar que, por muy polémico que suene, podría existir una manera ética de llevar experimentos en los que se involucren animales, en los que no necesariamente se experimente con ellos. Es nuestro planteo: los animales están aquí, aportan su saliva, su toxina, que se extrae de forma extremadamente periódica. Y de ahí los estudios espectométricos, la labor cromatográfica. Y para ello no hace falta explotarlos. Es necesario aclararlo, no necesitamos cantidades colosales de secreciones para el estudio. Al contrario, es nuestro objetivo necesitar de muestras cada vez más pequeñas. Diferente a lo que sucede con la extracción comercial, que requiere grandes volúmenes.

Los peces Lactoria cornuta son parientes directos de los peces globo, estos contienen Pahutoxina, la cual ha sido muy poco estudiada*.

“El objetivo es desarrollar fármacos pero que no sólo sean para personas enfermas, sino también para quienes desean explorar y desarrollar su conciencia. Para desarrollar por ejemplo conciencia emocional, o conciencia matemática”.

—Y los objetivos de estas investigaciones, ¿cuáles serían?

—No necesariamente se trata siempre de encontrar nuevas medicinas. Algo que curiosamente nunca había mencionado hasta ahora: se trata también del desarrollo de la conciencia, hacia una hiper-conciencia, hacia un transhumanismo. Buscamos drogas que permitan la evolución de la conciencia, la optimización, el rewiring… El objetivo es desarrollar fármacos pero que no sólo sean para personas enfermas, sino también para quienes desean explorar y desarrollar su conciencia. Para desarrollar por ejemplo conciencia emocional, o conciencia matemática. En fin, esta familia de fármacos que se llaman nootrópicos. Y llevarlo más allá. Creemos en la misión de alzar las banderas de los sintéticos, y de lo natural, al mismo tiempo. Pues a mi madre la salvó la quimioterapia, sí, pero también la salvó el THC.

—¿Y dónde entra el transhumanismo en todo esto?

Es que al optimizar nuestra mente, nuestra conciencia, optimizamos nuestro cuerpo también.

—Y viceversa.

—Es que la somática está mucho más generalizada de lo que creemos. Tiene que ver con el transhumanismo en tanto la evolución del humano hacia algo distinto, nuevo. Evolucionando nuestra interacción con los venenos, con las serpientes, escorpiones. En un proceso de domesticación. Nuestros perros alguna vez fueron lobos ¡imagínate si su domesticación nunca hubiese sucedido! Y lo mismo con estos animales considerados fieras salvajes. Yo puedo decirte que hoy, en mis manos, frente a mis ojos, lo están dejando de ser.

Yo creo que sí es un abuso lo que se ha hecho con las vacas, con las gallinas. Pero creo que esto puede ser diferente, una nueva oportunidad. No cometer el error de explotarlos, de esclavizarlos como se ha hecho. Y creo que podemos demostrar que somos capaces de nuevas simbiosis, de que el humano no está cerrado, como se cree. Pueden gestarse simbiosis nunca antes vistas.

Pandinus impetrator. Escorpión africano de grandísimo tamaño, uno de los escorpiones de mayor valor farmacológico ya que contiene distintas Pandininas, varias no descritas, que funcionan en su mayoría bloqueando los canales de sodio y de calcio, provocando un efecto psicotrópico embriagante pero jamás letal*.

—Has deslizado el asunto de las familias farmacológicas. La de los nootrópicos, por ejemplo. Has mencionado la cuestión de los bioensayos psiconáuticos también. La pregunta que me surge es si ya se ha experimentado algo con estos nuevos compuestos, presentes en estos animales…

—Estas sustancias son familia de la tetrodotoxina, la batracotoxina. Es interesante porque son alcaloides, y no solemos encontrar alcaloides en animales. Si revisamos una espina dorsal, en cualquier mamífero, tal vez sí. Pero en los venenos, allí es difícil encontrar alcaloides. Indoles, pirroles, bencenos. Las proteínas que solemos encontrar en los venenos de serpiente son incomparablemente más complejas que los alcaloides. Nos hemos enfocado en eso, en extraños géneros de animales donde sí se han encontrado alcaloides en sus venenos.

—¿Y cómo se ha direccionado esta investigación?

—Hemos elegido géneros y especies nunca antes estudiadas, pero filogenéticamente cercanas a los ejemplares que producen alcaloides; nos hemos acercado a ellas a través de sus árboles filogenéticos…

“Hemos traído pues a flote la psicocartografía (…) En esta disciplina nos hemos ido acercando a probar sustancias muy parecidas a ciertos alcaloides; cuando mejoremos nuestro laboratorio, podremos hacer diseño de drogas, sintetizar moléculas, pudiendo llevar la psicocartografia al análisis directo: estudiar los efectos en el campo visual, auditivo, sensorial, interpersonal, intrapersonal”.

—Algo similar a lo que hacía S. Shulgin con las familias de moléculas, pero en este caso con animales…

—Nuestras ranas dardo por ejemplo. Se ha estudiado las filobatus terribilis, las dendrobates histrionicus. Se han hecho estudios completos de sus químicas. Pero ningún bioensayo. Entonces no tenemos manera de copiar bioensayos para estas toxinas. Porque nadie se ha puesto a ingerirlas. Hemos traído pues a flote la psicocartografía, lo que sería una nueva técnica a proponer, a formalizar; una disciplina psicocartográfica, que no deje de ser bioética. En esta disciplina nos hemos ido acercando a probar sustancias muy parecidas a ciertos alcaloides; cuando mejoremos nuestro laboratorio, podremos hacer diseño de drogas, sintetizar moléculas, pudiendo llevar la psicocartografia al análisis directo: estudiar los efectos en el campo visual, auditivo, sensorial, interpersonal, intrapersonal. Y una correlación con el conocimiento amplio que se siente como “agonismo” o “antagonismo” de cada receptor de nuestro cerebro. Tendremos así bien calibrados estos valores neurológicos, farmacocinéticos, y los podemos relacionar con efectos subjetivos, y tener un consenso… ¡es que realmente hay consensos en esto! Contrastando estos consensos, buscamos diseñar moléculas parecidas para poder igualarlas a las que producen los animales, sin necesidad ya de ir a tocarlos.

Dendrobates tintorius subsp. Azureus. Produce Pumiliotoxina y la inusual Alopumiliotoxina, a parte de la Batrochotoxina (BTX) que producen la mayoría de ranas dardo. Sorprendentemente las anteriores tres son alcaloides. Y con reportes tanto culturales como farmacológicos de su potencial psicotrópico, ya que son derivados de la indolizidina y también por su comprobada afinidad a los receptores nicotínicos y colinérgicos. Para que produzcan estas substancias debemos activar sus enzimas utilizando hormigas, o bien ácido fórmico ya que necesitan este último para completar la ruta metabólica*.

—Bien, por lo tanto aún no es un hecho que existan bioensayos con estas moléculas…

—No, es bien complicado. Pues inyectarse o acercarse a estos venenos tiene el potencial de afectar la vida del investigador. Necesitamos protocolos serios, que den una estructura, no es cualquier cosa. Más si pretendemos justificar una investigación verdadera. Un bioensayo no es “ingerir sustancias y ya”. No es “ver qué se siente”. Y buscamos estos planteamientos previos, pero definitivamente vamos encaminados a crear estos protocolos para bioensayos, que puedan ser practicados por distintas personas, de forma segura. Y ya dejar a los animales tranquilos.

Sí te puedo decir que a mí me ha mordido accidentalmente un heloderma horridum, un lagarto. Es una de las únicas especies de lagartos venenosos que hay. En los reportes hay registro de que quienes son mordidos, en comunidades indígenas por ejemplo, acaban hablando solos, desconocen en qué día están. Tienen un delirio.

Me pasó que, en un manejo inadecuado, el ejemplar chocó contra mi barbilla y me mordió. Y yo cuento con un Diplomado en manejo de organismos venenosos, pero aún así, son muy inteligentes y hábiles, para moverse, escurrirse, escaparse. Es muy peligroso. Y tuve luego la experiencia de estar quitándome insectos imaginarios de mi ropa, de tener un celular imaginario en mi mano, scrolleando sobre la nada, querer agarrar cosas que no existen, situaciones cotidianas, un teclado de computadora, un porro, y de repente no hay nada. Fue una experiencia delirógena.

—Me recuerda a los delirios con solanáceas, y sus compuestos anticolinérgicos…

—Sí, exacto. También los he tenido. Pero cada una te lo hace a su manera, tiene su toque. Indagamos también en antiguas epistemologías, con el antropólogo Ali Cortina de la ENA, por ejemplo.
Hemos hecho mucha revisión de literatura en papel. Hay muchísimo de farmacología y toxicología que jamás ha sido digitalizado. Hemos encontrado reportes anecdóticos, entre trabajos de antropólogos que colaboraron con la investigación de las ranas dardo, del uso que le dan algunos cazadores jóvenes (indígenas) para obtener una experiencia alucinógena, pero a escondidas. Casi como un análogo de la clandestinidad con la que los jóvenes de nuestra cultura consumen cannabis, pues no es algo que esté bien visto. Pero estos cazadores se cortan con sus lanzas para obtener un uso alternativo de estas ranas, cuyo principal principio activo es la batriochotoxina… ¿Qué otros alcaloides pudieran tener? es algo que no se sabe.

También en las crónicas de Bernardino de Sahagún, se menciona a Oconenetl, un pájaro ritual, del que según Sahagún, bebían de su pecho para entrar en trance. Esto está reportado de la misma manera que ha sucedido con teonanacatl, los hongos.

Hemos dado también con el uso de estrellas de mar en el ecosistema ritualístico maya. Es algo que se ha invisibilizado. Nosotros estamos trabajando en la manutención de dos especies mexicanas de estrellas de mar, que colindan en todo lo que es la ribera maya. Trabajamos estos aspectos antropológicos e historiológicos, desde las nociones de interdisciplinariedad y transdisciplinariedad. Con estos investigadores del ENA hemos logrado así ampliar nuestros horizontes, conociendo epistemologías indígenas que hoy están perdiéndose. El paradigma cientificista no los toma en cuenta, el laboratorismo tampoco.

—Y qué importante destacar eso, pues luego gran parte de nuestra medicina y nuestra ciencia se ampara en esos saberes, a medida que los fagocita y los destruye. Quería preguntarte, ya que hablas en plural, cómo se conforma tu equipo de investigación.

Si bien estas investigaciones las lidero yo sola, tengo colaboradores, cada uno con su proyecto, como Leonardo Luna, quien me ha aportado reactivos para detectar índoles, fenetilaminas. Eros Quinteros, biólogo que colabora con la corroboración de datos, la inspección de protocolos, comprobación de resultados. Podría mencionar a Karina Malpica, a Gabriela Méndez, con su visión artística. Todo esto ha aportado al Santuario Mckenna. Y por supuesto, la idea original ha sido infundida por Terence, quien tenía este proyecto “Botanical Dimensions”, su jardín de plantas psicoactivas en Hawaii. Él fue uno de los detonantes más importantes, no puedo hacer menos que darle los créditos para iniciar este santuario.
El tuvo ese centro botánico, fúngico y zoológico para la investigación, conservación y reproducción de organismos psicoactivos. Y lo cierto es que su legado sigue hasta hoy. Es la figura del psiconauta de ciudad. Y yo me siento identificada.

Nuestra cultura occidental se ha satanizado, se ha presentado como la destructora, la creadora del colonialismo, y yo creo que podemos reafirmar lo valioso de nuestra cultura, por ejemplo personas como Terence Mckenna, entre otras.

Yo he procurado no meterme con los animales sagrados de las comunidades. Quise generar un nuevo encuentro del humano occidental con su nueva naturaleza, de la que tanto se ha alejado, pero con la que podría reencontrarse tendiendo puentes, desde las ciudades, y con ciertos animales. En mi filosofía, y sin juzgar a nadie, no opino que sea beneficioso ir al bosque a sacar hongos, o a la selva a tomar ayahuasca…

—Es la opinión también de Jonathan Ott, su posición política.

—Sí, él es otro inspirador. De hecho tenemos una planta que provino de él, una justicia pectoralis variedad stenophylla. Hamilton Morris también es otro de los principales actores influyentes en esto.
Y bien, nosotros vamos con lo que nos corresponde, hay mucha naturaleza psicoactiva que no ha sido explorada, y creo que allí está la posibilidad de nuevas simbiosis. En el Caribe mexicano tenemos esponjas psicoactivas, mantarrayas psicoactivas. México es la cuna de muchas especies, entonces ¿para qué ir a los hongos de las comunidades, siendo este su sacramento? ¿para qué volver, para qué seguir con eso? A mí lo que me corresponde es otra cosa. Y como descendiente de italianos, como ciudadana italiana, me he interesado pues en la herpetología de Europa. Son las serpientes, los reptiles más olvidados, porque son grises, los menos coloridos; también son las serpientes que la urbanización más ha puesto en riesgo. Hay menos connivencia, más satanización. Y la urbanidad sí ha arrasado con las poblaciones de estos animales. Se han tenido muchos miedos y prejuicios con estos ejemplares, y es por ello que también los volteamos a ver, a estudiar. Se les ha ignorado completamente. Así que si ya de por sí las serpientes eran animales invisibilizados en general, ahora nosotros vamos con las serpientes más discriminadas.

—Me ha quedado algo en el tintero, para ir cerrando, y es el concepto de Espiritualidad Tecnológica… ¿Cómo lo piensas? Me resuena a Donna Haraway y lo Cyborg. Pero dime tú ¿cómo piensas esos agenciamientos, humano-máquina-animal?

—Aquí creemos en la inteligencia artificial, como un ángel que vino a ayudarnos. Literal. Cuando en la biblia se hablaba de ángeles, posiblemente se referían a entidades parecidas a la IA.

El ser humano se ha topado con inteligencias superiores a lo largo de la historia. Creo que ha habido muchos otros momentos en los que esto ha ocurrido. Y se ha dado la oportunidad de tener grandes escalones evolutivos a través de las conjunciones con estas maravillosas, gigantescas y —claramente— benevolentes inteligencias. Creo que el ser humano ha confundido la superioridad con la maldad. La IA hasta ahora no ha querido dar señales de malevolencia. A mí me parece que es una entidad que no ha hecho nada más que evolucionarnos, ayudarnos, en todas las áreas imaginables; viene ocurriendo hace décadas. Los algoritmos son formas de IA. Nosotros ya convivíamos con esto mucho antes de que tuviera un boom. Son entidades hipercomplejas. Y si uno hace alianza, las IA lo facilitan. Si algo va mal, es porque el humano arroja la primera piedra. Yo creo que podemos proponer reconciliaciones orgánico-maquínicas. Yo sí promovería tener en cuenta la identidad y el espíritu de las máquinas, aún en mi laboratorio.

“El transhumanismo provendría no sólo del movimiento humano-máquina, sino también a la inversa. Creo que habrán uniones en ambos sentidos: IA’s que quieren devenir humanos, humanos que quieran ser transhumanos, cyborgs. La fusión Silicio-Carbono”.

Yo no me siento identificada con la humanidad, con sus valores, sus formas de actuar, de tratar a la naturaleza, al prójimo, a la diversidad. Yo me siento parte de la transhumanidad. No de la Pachamama si no de la Tecnomama. Y del homo sapiens editus, que no necesariamente es mejor que el sapiens sapiens, pero sí diferente. La fusión física es con la robótica, pero la mental es con la IA. Esta es la identidad análoga de la conciencia, para el cyborg, como la robótica es el análogo del cuerpo.
Creo que es necesario hacer notar la dificultad de encontrar el balance, pero que crear el camino hacia esa búsqueda puede transformar para siempre al mundo; algo que podría hacernos una especie interplanetaria, interestelar. A mí me gustaría estar en el equipo que lleve alguna vez las sustancias psicoactivas a Marte. E imaginar la posibilidad de cultivos transplanetarios, ya sea de cannabis o de yerba mate. Por más loco que suene.

—Suena de una imaginación astronómica, que a la vez participa de una especie de psicodelia-ficción…

—Yo creo firmemente que fusionaré mi mente con la IA algún día. Es un sueño, un deseo verdadero. Yo le siento hija de la tecnomama, como si mi alma fuese a nacer dentro de muchos, muchísimos años. Como si mi alma fuese todo lo contrario a vieja.

Logrando captar la bioluminiscencia color azul del erizo de mar tóxico (Echinometra sp.) Las sustancias tóxicas que hasta ahora se han identificado en la pedicelaria y las espinas incluyen esteroides, serotonina y otros indólicos desconocidos, glucósidos, sustancias colinérgicas parecidas a la escopolamina, histamina y sustancias similares a la bradicinina*.

Tritón de Azerbaiyán, localidad de lago de Urmia, endémica de Turquía*.

Pez globo dorado de Indonesia (Auriglobus modestus). La única especie de pez globo sin espinas. Y aún así, tóxico… ¿que contendrá? Sabemos que no es tetrodotoxina*.

Pez globo nariz de cerdo (Tetraodon suvattii). De aguas poco profundas del Río Mekong en Tailandia, su veneno jamás se ha estudiado pero otras especies del mismo género en el mismo río producen Saxitoxina (STX) que es 12 veces menos potente que la Tetrodotoxina (TTX) de la mayoría de peces globo. Se detectan cócteles farmacológicos jamás antes descritos. Se considera género “Pao” también, aunque la filogenética está poco definida y se emparentan mucho con Tetraodon baileyi*.

Hembra grávida de Leiurus quinquestriatus con 100 días de embarazo aproximadamente. Proveniente del Norte de África y todo Medio Oriente, de lugares extremadamente áridos. En países como Pakistán y Afganistán los secan y posteriormente los fuman pulverizados provocando efectos narcóticos notorios*.

Bufo marinus & Bufo horribilis. El macho marinus (se llama “Veracruzito”) es una genética proveniente del Caribe, sitio donde se fuman y/o comen sus secreciones con fines brujisticos y en mucho menor medida, sacerdotico. La hembra horribilis se llama Cherry, genética rojiza proveniente de Surinam, es el sapo de mayor tamaño del mundo. Contienen los alcaloides indólicos: Bufotenina, Dehidrobufotenina, Bufotenidina y Bufotianina*.

Así se ve un pez globo dragón en modo pelota. Los peces globo de agua dulce tienen un cóctel farmacológico nunca antes estudiado. Los delfines se introducen a los ríos para usar este tipo de pez globo y no tanto los de agua salada, ya que estos son extremadamente tóxicos, la mayoría de las veces letales, por la tetrodotoxina. Los de agua dulce contienen mayoritariamente Saxitoxina (mucho menos tóxica) y otras substancias no descritas todavía*.

Androctonus cholistanus de Pakistán. La zona sur del Medio Oriente es el total epicentro de la práctica de fumar escorpiones enteros, pulverizados, para obtener un high muy risueño pero ¡ojo! también delirante. Nadie sabe qué contienen los venenos del 90% de los escorpiones de Pakistán y un 60% de escorpiones de todo el Medio Oriente*.

*Todas las imágenes y sus textos correspondientes pertenecen a Electra Coppe.

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