Cuando se trata de trabajo y esfuerzo, muchas veces nos enseñan a sufrir, a naturalizar que hay prácticas de arriba para abajo que son –supuestamente- inevitables, a las que tenemos que acostumbramos. Que para hacer carrera, proponer, hay que “pagar derecho de piso” y, sobre todo, esforzarse individualmente para poder llegar un poco más arriba, a los lugares de decisión. Y efectivamente, muchos trabajos se inscriben en diseños institucionales fuertemente jerárquicos, capitalistas y patriarcales.
No obstante, hay otra historia. Y es la que escriben las mujeres y disidencias organizades haciendo frente a una doble opresión (o a veces mucho más que dos). La de ser trabajadoras/es expulsades y explotades en el sistema capitalista, y la de ser mujeres y/o disidentes sexuales que padecen o enfrentan prácticas y violencias machistas en el trabajo y el resto de los ámbitos sociales.
Azul y Judith: dos historias, una misma lucha
“Tenemos una firme decisión de rechazar toda práctica con lógicas machistas, verticalistas, capitalistas entre nosotras” dicen las muchachas de la cooperativa, marcando el paso de por dónde viene la cosa.
Judith Báez es la presidenta de la cooperativa. Pero mucho antes de constituirse como tal, ella fue (y es) militante política y social. Se define como “mujer, feminista, descendiente directa de pueblos originarios, negra, luchadora y madre… Gracias a mis ancestras tengo la cabeza llena de rulos y revolución. Que cuando amo, amo de verdad con todo mi ser, cuando deseo, deseo con cada uno de los músculos de mi cuerpo, que soy muy rigurosa conmigo misma a la hora de cumplir objetivos…”.
La “presi” de la cooperativa, o “la Yudi” como la nominan sus compañeras a la entrerriana, antes pasó por otros trabajos en el sector privado y fue estudiante… y la iniciativa de gestar la cooperativa podríamos decir -siguiendo su relato- que arrancó por dos cuestiones. Una, por un impulso vital que a la clase trabajadora argentina preocupa y ocupa: el sueño de la casa propia.
Desde La Mate, buscamos algunos números. Para que sepamos: en un país donde el 40% de la tierra está concentrada en 1.200 terratenientes[i] (el 0,0027% de la cantidad de habitantes del país)… En un país donde 18 millones de personas (40% de habitantes) no tenemos acceso a la casa propia… hay cosas que parecen imposibles pero que con organización colectiva parecen no serlo tanto. Judith y su hermana Fanny se atrevieron a poner cuerpo, planificación y tiempo a aquello que parece estar negado para las grandes mayorías. Pero la otra cuestión que parece asomar no es sólo la desigualdad de clase, sino también la desigualdad de género: “no nos sentíamos cómodas en ningún espacio porque es un rubro predominantemente masculino”, dice Báez acerca de por qué empezó todo.
Por su parte, Azul Mussi es otra de las trabajadoras de la cooperativa. Ella sostiene que es “la oveja negra de su familia” porque es “feminista, abortera, malamadre (tiene dos hijes adolescentes), albañila y militante”. “Estoy en la coope desde el día uno porque la Yudi largó la convocatoria por un grupo transfeminista para hacer una cooperativa… del rubro de la construcción. Yo le escribí y le dije que yo estaba haciendo restauración de muebles antiguos y me sumé como desde la parte de carpintería y restauración de aberturas y demás. Y empezamos a hablar de hacer una cooperativa de mujeres y disidencias, de sumar a las compañeras trans, y terminé formando parte de la comisión directiva siendo la secretaria de la cooperativa”.
Cuenta Azul que la cooperativa significó para ella “una oportunidad de muchas cosas”, pero sobre todo su relato parece transpirar política. Lo personal y la división sexual del trabajo, las relaciones de pareja y lo cultural, el género, la injusticia y la lucha parecen ir más que de la mano, parecen indisociables: “Es una oportunidad para que las mujeres conozcan un oficio que de otra manera no conocerían. Como me pasó a mí, de ir a una obra a tomar unos mates y terminar enamorándome de una actividad como es revocar. El oficio te invita a hacer una actividad que físicamente es exigente, pero que con inteligencia se puede hacer de otra manera… y esto de estar trabajando al aire libre y con otras personas, y la charla y la risa y el mate, hacen que sea hermoso”, manifiesta.
Y hay algo particular: “la construcción colectiva entre mujeres tiene el plus de compartir lo que a todas nos pasa o nos ha pasado… y para mi es esa la otra oportunidad que tiene la cooperativa, el encontrarnos como mujeres, pero no desde un lugar meramente catártico, sino de encontrarle una solución a la situación laboral, a la desocupación, a la precarización, a la soledad en la que quedamos las mujeres, reducidas, relegadas al ámbito doméstico cuando quedamos sin pareja, sin compañero”.
Entonces, la resistencia es política no sólo porque ofrece una salida a mujeres y disidencias en un sistema que explota y excluye, sino que aunque a muchos les pese y moleste, también empodera: “sentirnos capaces de aprender un oficio así nos empodera en otro sentido digamos, te da la pauta de que podrías trabajar de cualquier cosa, de que te la podrías bancar y podrías salir adelante… y está muy bueno. Para mi la cooperativa es construcción colectiva, es militancia feminista, es inclusión, apertura de cabeza, es un desafío, es una aventura, y sobre todo es una apuesta política”, afirma la secretaria de La Pasionaria.
¿Consideran que influyó el feminismo como movimiento político en esta decisión de formar una cooperativa de mujeres? ¿De qué manera? ¿Quiénes pueden ser parte de ella?
“Si, totalmente. El movimiento de mujeres, el feminismo es lo que nos une y vamos aprendiendo día a día otras formas de construcción… Este espacio, que usualmente está conformado por hombres, tiene las puertas abiertas para mujeres y trans que vean en esta una salida laboral”.
Incluso, “la cooperativa está en formación porque todavía no tenemos la matrícula nacional. Pero sería la primera en el país de sumar a compañeras trans, disidencias sexuales en general, pero compañeras trans específicamente”, dicen.
¿Consideran que la coope está atravesada por acciones que procuran practicar el feminismo? ¿En qué se expresa?
“Si, claro. Tanto en la estructura como en la relación entre nosotras así como en las decisiones que se toman, toda la construcción de la cooperativa esta atravesada por el feminismo. Acá todas somos iguales, trabajamos por igual, proponemos, aprendemos. Tenemos una firme decisión de rechazar toda práctica con lógicas machistas, verticalistas, capitalistas entre nosotras. Todo eso tiene que ver con el feminismo. Cada vez que nos preguntamos si estamos bien, que quitamos importancia si una compañera se equivoca en un trabajo… cuando ponemos lo personal en primer plano, todo eso es una decisión política feminista”.
¿Qué prejuicios sociales, barreras simbólicas o violencias que tuvieron que atravesar por ser mujeres en el ámbito de la construcción?
“La violencia está presente todo el tiempo, sólo por el hecho de ser mujeres y si hablamos de mujeres constructoras le agregamos un plus. Es muy difícil para nosotras afrontar las desigualdades y los paradigmas socioculturales, pero es con lo que tenemos que romper y no pensamos abandonar esta lucha”.
¿Qué relación tienen con el activismo sindical? ¿Conocen a algún colectivo de trabajadoras similar?
“Todavía no tenemos ningún activismo sindical formal… Y aún no hemos tenido contacto con otras cooperativas de mujeres, pero esperamos poder tenerlo pronto y poder generar vínculos de trabajo y hermandad”.
En esa línea, para ellas la cooperativa también significa “la militancia de la desmasculinización de los ámbitos laborales, en específico el de la construcción que es absolutamente machista”.
De a poco pretenden ir incorporándose en la UOCRA -que es el sindicato que nuclea a todos los trabajadores de la construcción-, pero donde aún persisten prácticas excluyentes muy notorias “en donde por ejemplo nos ofrecieron la compra de unas botas de seguridad para la obra… pero las compañeras que calzan 36 no tienen la posibilidad de acceder y hubo que conseguirlas por otro lado porque la UOCRA no compra más chico que 37, y eso es porque no hay varones trabajando que tienen el pié mas chico que 37… porque no hay varones trans trabajando, tampoco. Entonces es urgente la creación de la secretaría de género en breve, porque lo vamos a necesitar”.
¿Cómo se pueden contactar con ustedes?
Se pueden comunicar con nosotras al 3435024359 o mediante las redes sociales en facebook e instagram. Allí nos encuentran como La Pasionaria lp construcciones
[i] Según el registro de Tierras Rurales de la Nación, cerca de 65 millones de hectáreas de la República Argentina, pertenecen a 1.200 empresas o terratenientes. ¿Quiénes son algunos de sus dueños?
900.000 hectáreas pertenecen a la Compañía Tierras del Sud Argentina de Benetton (sin contar las que fueron usurpadas en las provincias de Chubut y Santa Cruz); 600.000 hectáreas son de la empresa “Nieves de Mendoza”, del grupo Walbrook de Gran Bretaña; 470.000 de Lázaro Báez en la provincia de Santa Cruz; 420.000 de la familia Sapag de Neuquén; 400.000 hectáreas de Santa Cruz y Tierra del Fuego son de la Familia Menéndez; 330.000 del grupo chino Heilongjiang Beidahuag; entre otros propietarios. El famoso Joseph Lewis tiene 38.000 hectáreas, donde mantiene usurpado al Lago Escondido.