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27 julio, 2024

Cebil, Vilca y Yopo: Hamilton Morris en el noroeste argentino

Ilustración de Adriel Radovitzky
Existen sustancias enteógenas desconocidas en la actualidad pero con un uso chamánico documentado en comunidades indígenas. Las semillas del árbol Cebil contienen bufotenina, un compuesto psicoactivo usado de forma ritual por las etnias de la región y que Hamilton’s Pharmacopeia vino a buscar al noroeste argentino.

Volvemos a sintonizar Hamilton Pharmacopeia (la serie documental de Vice sobre drogas) o más bien, es él (Hamilton) quien viene esta vez hacia nosotres. En el quinto capítulo de la tercera temporada, lo vemos en el noroeste argentino (Salta y Jujuy), recabando información de primera mano sobre Bufotenina, la primera de las triptaminas simples aisladas (antes que la DMT, la Psilocibina, la Serotonina e inclusive la propia Triptamina) y probablemente una de las más ignoradas. Se ha llegado a creer que no era psicoactiva (inclusive por eminencias como D. Nichols, D. Mckenna o S. Shulgin).

Lo que empieza como una investigación sobre una molécula se ramifica, rizomiza, multiplica, deviniendo rito, celebración, olores, sabores; saturación de todos los sentidos, y del sentido de su búsqueda (de una molécula aislada). Porque, ¿qué sentido está tan aislado como para no conectar con uno, con otro, con diez más?

Hamilton Morris en Salta, posiblemente procediendo a retribuir a Marcelino Roca, curandero Wichí, con lo que podrían haber sido parte de sus honorarios.

Hamilton entrevista a M. Gabriela Ortiz y a Verónica Lema, arqueóloga y antropóloga argentinas, respectivamente. La segunda de las cuales estuvo presente en el 3º encuentro del ciclo de conversatorios “Tejiendo Tramas en el mundo Arqueológico: Estado actual de la investigación y la socialización de saberes en torno a la vilca/cebil en los Andes del sur”, realizado el año pasado. Allí se encontraron entramados el “Proyecto de Estudio Multidisciplinario del Sistema Religioso Atacameño”, y el “Proyecto de experimentación audiovisual Anadenanthera”, ambos chilenos, el primero dirigido por la arqueóloga Helena Horta, y el segundo llevado a cabo por Francisca Gili y Benjamin Gelcich.

Este  episodio de Hamilton’s Pharmacopeia es otro bellísimo reporte documental, donde el habla en español-argentino-norteño, los charangos, vientos y el bombo legüero conmocionan por su resonancia, en medio de esta serie anglosajona. Donde se aprecia, además, la Quebrada de Humahuaca, de donde proviene “la evidencia arqueobotánica más antigua de uso de enteógenos”, en palabras de Jonathan Ott, refiriéndose a las pipas de hueso de puma ¡fechadas en 4000 años de antigüedad! 

Y como si fuera poco, este capítulo no deja de lado el exterminio nativo, el avance de la propiedad privada sobre territorios Wichí, la sojización/monocultivos, expresamente denunciados, haciendo de esta edición una politizada excepción, fuera de serie, dentro de la serie.

Bufo Alvarius y Bufotenina

Conviene ya despejar un malentendido ampliamente difundido: la tan mentada bufotenina (5-hidroxi-dimetiltriptamina), presente en buenas cantidades en las semillas de A. Colubrina (vilca, cebil) NO ES LO MISMO que el 5-MeO-DMT, presente en el sapo Bufo Alvarius, cuyo nombre es lo que puede inducir al error, aunque en el batracio se hallen trazas de bufotenina (como, a la inversa, en el cebil hay trazas de DMT y 5-meo-DMT).

Tampoco faltan oportunistas vendedores que ofrecen sospechosísimos productos, entre ellos algunos preparados a base de Cebil, como si fuera una fuente pura de N,N,-DMT (cuando sólo lo es de Bufotenina), todo a precios irrisorios, sino indignantes.

¿Qué es el cebil?

Anadenanthera colubrina, variedad cebil. Es un árbol de la familia de las leguminosas, cuyas semillas y vainas contienen hasta un 12% de bufotenina —¡que no es 5-meo-dmt!—, componente activo mediante todas las vías de administración, pero usado particularmente de forma ritual por las etnias de la región en modo fumado, esnifado, y más raramente, como enema.

Árbol pariente del Cebil. Imagen tomada del artículo “The Botanical Origins of South American Snuffs” de R. E. Schultes, en Ethnopharmacologic search for Psychoactive Drugs, 1967.

“En la provincia de Tucumán, Argentina, Pedro Sotelo Narváez remarcó en 1583 que: los indios Comechingones toman cebil por la nariz” escribe J. Ott en su libro sobre Rapés Chamánicos (el que Hamilton ostenta en el capítulo, y del cual habría poco más de mil ejemplares). Ott agrega: “tabletas de esnifado han sido halladas desde el centro de Colombia, hacia el norte, hasta La Rioja, en el sur”. A estos datos, Christian Rätsch, prestigioso antropólogo y etnofarmacólogo colaborador de A. Hofmann, añade (en su Enciclopedia de Planta Psicoactivas) que el uso chamánico de polvos hecho de especies de Anadenanthera fue documentado en tribus Quechua, Piro, Chiriguano, Yabuti, Atacama (Kunza), Comechingón, Diaguita, Allentiac, Millcayac, Humahuaca, Ocloya, Mataco (Wichí, Mataguayo, Nocten), Vilela, y Guaraní. J. Ott agrega: Lule, Diaguita y Calchaquíes, y menciona que en Santiago del Estero, durante el “sistema feudal-colonial”, el Cebil era usado como tributo.

Distribución de los nombres comunes de Anadenanthera en Sudamérica, según las especies examinadas (en “Vilca and its Use”, Siri von Reis Altschul, Ethnopharmacologic search for Psychoactive Drugs, 1967).

Siguiendo a Ott: “En el Chaco Central del norte de Argentina, entre los ríos Pilcomayo, límite con Paraguay, y el Río Bermejo al sur, es donde tenemos la más extensa documentación de uso chamánico del cebil”. A veces fumado (con o sin tabaco), a veces esnifado. 

Para el rapé, las semillas se tuestan, se muelen y mezclan con alguna base fuerte (cal, carbonato de calcio, conchas de caracol). La mezcla humedecida se deja macerar. Una vez seca, está lista para ser aspirada. Los efectos duran de 40 minutos a 2 hs. Su prolongación se ve favorecida con la combinación de fuentes IMAO’S (inhibidores de la enzima monoaminooxidasa que destruyen la acción de moléculas como la DMT).

En estas fotos de arriba, presentadas por el etnobotánico italiano Giorgio Samorini, en su charla “Arqueología de las drogas”, para la Universidad de Caldas (2020), se aprecia a la izquierda, una tableta (de 900 que se han encontrado tan sólo en Atacama) y un canuto, para inhalar rapé. A la derecha se ve una espátula dosificadora, entre otras parafernalias, pertenecientes al Museo de Atacama (Chile).

 La antropóloga Lema, arqueóloga por la UNLP, refería en el conversatorio que: “Pensarla como una planta psicoactiva, es una forma de pensarla muy desde la modernidad (…) cuando uno trabaja con poblaciones que son usuarios, consumidores o, para hablar más propiamente, que se vinculan con esta planta, esta definición se abre a que es una planta sagrada, visionaria, porque permite ver aspectos de la realidad -no de la fantasía- que de otra forma no se pueden ver. Un enteógeno. Tiene que ver con la experiencia sagrada. Plantas maestras: porque son plantas que hablan, plantas que educan…”.

Pipa del sitio Arroyo Colorado. (Fotografías: G. Chauque). 

CEBIL, YOPO, CHICHA: ¿antecesores del Ayahuasca?

Prestigiosos investigadores como Manuel C. Torres, Giorgio Samorini y Jonathan Ott refieren insistentemente que el ayahuasca tal como lo conocemos (DMT+IMAO) no sería tanto un invento ancestral como sí un descubrimiento moderno (de hace unos 300 años, aproximadamente).

Torres, en su artículo “De la cerveza al tabaco, una probable prehistoria del ayahuasca y yagé” (2017), menciona que fueron Holmsted y Lindgren (en 1967) los que propusieron la noción de sinergia entre β-carbolinas y triptaminas, “cuando detectaron la presencia de harmina y harmalina en Piaroa y Surará, rapés de Anadenanthera, de la Cuenca del Orinoco”.

También es notable que no haya registro del uso del brebaje sino hasta Maroni (1737), Chantre y Herrera (1637-1767). Pero que, en cambio, sí hay evidencia arqueológica pre-hispánica del uso de semillas de Cebil mezcladas con Chicha, por ejemplo. 

“Los Wichi del gran Chaco tomaban vino de Cebil, bebida fermentada hecha de algarrobo (Prosopis spp.) y Anadenanthera colubrina. La adición de Vilca (A. colubrina) a las bebidas fermentadas fue documentada en los Andes Central durante el período colonial temprano (…) Polo de Ondegardo (1916, Vol. 3, 29-30) pergeñó la primera referencia de la Vilca usada como aditivo de la Chicha, en 1571″, refiere Torres en su artículo.

En fin, el conocimiento de los indígenas sobre la sinergia, las mixturas y los mecanismos de acción IMAO+DMT parecen ser bastante anteriores al uso del brebaje del Ayahuasca, y pueden estar emparentados con, o haber emergido de, preparados vinculados al rapé-cebil e inclusive la Chicha. 

Siguiendo a Torres: “La Chicha es frecuentemente hecha con brotes de maíz, pero en el norte chileno, sureste Boliviano y noroeste argentino, semillas y vainas de Prosopis spp. son la fuente de la cerveza llamada ‘aloja’. Tritpaminas y β-carbolinas fueron detectadas en hojas frescas de Prosopis Nigra”, esto es, Algarrobo negro. Todo lo cual lleva a Jonathan Ott a hablar de una reivindicación del “efecto paricá (un tipo de rapé), contra el soberano ‘efecto ayahuasca”.

Trama abierta

Para cerrar la nota, queda abierta calurosamente la invitación a entretejer el capítulo de Hamilton’s Pharmacopeia, con la conferencia de Jonathan Ott en Huaraz (2014), el conversatorio Tejiendo Tramas en el mundo arqueológico (2020), y una de las expresiones artísticas multidisciplinarias del Proyecto Anadenanthera, como asimismo el conversatorio de Jacques Mabit sobre el tabaco. Espero así haber despertado algunas inquietudes, e incentivado la persistencia de la curiosidad. ¡Salud!

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