La primera vez que consumí LSD fue hace unos catorce o quince años. Una experiencia noble, más psicodélica que visionaria, por momentos bizarra, pero noble al fin, y bastante suave, seguramente debido a la dosis (que hoy estimo no habrá superado los 50 microgramos).
Algunos años después intentaría repetirla y, para mi sorpresa, sería todo lo contrario. Excesiva, difícil de controlar, con carga física, muy visual (conservando lo bizarro) y para nada suave.
¿Qué fue lo que pasó entre una experiencia y la otra?
Sucedió que en 2010 ingresó al mercado (negro) una fenetilamina sustituida, de la familia Nbome, que aún se vende en las calles como LSD. Hoy puedo saber con seguridad que la segunda experiencia no fue con la legítima hija de Hofmann, sino con esta otra molécula. Puedo afirmarlo tanto por las condiciones subjetivas de mi experiencia, como por factores objetivos.
Como es bien sabido, para esta altura del año, de cara a las fiestas, muchxs ya comenzaron a hacer las gestiones correspondientes para llegar a las mismas sin estar “de cara”. Es por eso que en esta entrega vamos a prestarle un poco de atención a estos dos compuestos, socialmente emparentados pero química y ontológicamente muy distantes.
Pues no es inusual que en contextos festivos como los que se avecinan, las personas utilicemos medios farmacológicos (que consideramos propicios) para exaltar, estimular, reivindicar o resignificar (de alguna u otra forma) la celebración. El espectro de usos va desde lo meramente lúdico-recreativo hasta la consagración ceremonial-espiritual. Y esto no tiene nada de novedoso: lo ha hecho la humanidad durante milenios en todos los puntos del globo.
Pero lo propio de nuestra época quizá sea el hecho de que, a diferencia de otras tradiciones, cuando hacemos uso de sustancias, no siempre sabemos de qué, de cuáles se trata. Procedencia, composición, presencia de adulterantes, dosis activa, dosis letal… muchas veces esto se ignora por completo. Inclusive puede que creamos conocer la sustancia con la que vamos a consumar… y que en verdad estemos tomando gato por liebre. Bueno, tal es el caso con la LSD.
Pero además de la adulteración, que también sucede con las pastillas de éxtasis, las cuales nunca contienen MDMA al 100%, las drogas de diseño, o research chemicals, son un fenómeno moderno, hijas no sólo del supertecnicismo y la pericia científica, sino también de las encrucijadas legales y del ingenio puesto al servicio de evadirlas. Esto último siendo resultado del prohibicionismo y la guerra contra las drogas.
En resumen, lo que sucede es que permanentemente se están produciendo cientos de drogas psicoactivas nuevas, desconocidas, todos los años, a fin de sortear las leyes, que se aplican a las drogas ya conocidas. Hecha la ley, hecha la trampa. Por ejemplo, sólo en 2018 se han reportado 678 nuevas drogas en el European Monitoring Centre for Drugs and Drug Addiction (EMCDDA).
En ese escenario, es dable a suponer que este afán de esquivar los conflictos legales acarrea otro problema: el de poner en circulación (en las calles y en los cuerpos) nuevas drogas cuyo uso sostenido (e inclusive esporádico) puede tener consecuencias impredecibles, desconocidas, tal vez desastrosas.
Las drogas nuevas, que están en un vacío legal, son potencialmente más peligrosas y su único beneficio aparente es que poseerlas o producirlas no representa un crimen mientras no haya legislación que las alcance.
Esto plantea una notable paradoja, y es la de que las drogas ilegales de larga data (los psicodélicos clásicos, estimulantes, depresores, etc) son al fin y al cabo las más seguras, en tanto son las más conocidas.
Contrariamente, las drogas nuevas, que están en un vacío legal, son potencialmente más peligrosas, y su único beneficio aparente es que poseerlas o producirlas no representa un crimen mientras no haya legislación que las alcance. Sugiero ver el documental “Deep Web” de Netflix, para ampliar este tema.
LSD vs NBOME’s
De este enorme universo que representa la farmacopea psicoactiva de diseño, vamos a centrarnos tan sólo en un caso paradigmático, el más conocido y en el que muches alguna vez fuimos embaucades o confundides: el de la dicotomía “ácido – anfeta”.
¿Quién no ha escuchado decir alguna vez que tal ácido o cartón estaba “anfetoso”? Pero si es anfetoso ¿es LSD? La respuesta es NO. ¿Pero se puede acaso distinguir la paja del trigo? ¿Y qué efectos debemos esperar en cada caso? ¿Qué hay detrás de estas moléculas, cuál es su historia?
Antes de entrar en detalle, tan sólo algunas consideraciones orientadas a la reducción de daños: todo aquello que no es LSD, por estas tierras, suele ser NBOMe, una anfetamina psicodélica, que dice imitar los efectos de la noble molécula ergolínica, pero que de hecho es desmedidamente más tóxica, y puede acarrear efectos indeseados de todo tipo: psicológicos y fisiológicos, y hasta la muerte misma, en altas dosis.
Lo característico de esta molécula es que es mucho más económica que su hermana política; que tiene un sabor típicamente amargo-metálico, y que al tratarse de una anfetamina, efectivamente el cuerpo acusa y recusa recibo.
Molécula del LSD
¿Qué es el NBOME?
Es una familia de fenetilaminas sustituidas, derivadas de las 2C-X, sintetizadas éstas originalmente por Alexander Shulgin, de la cual 2C-B (“tusibí”) fue el prototipo por excelencia, creada en 1974. Pero la familia Nbome se diferencia por su altísima afinidad por los receptores serotoninérgicos 5ht2a, aquellos que le dan el color psicodélico a la experiencia. Una dosis de 750-1000 microgramos ya es una dosis alta. Más de eso puede ser peligroso.
Concretamente, la familia Nbome fue creada por el químico Ralf Heim en 2003 en la Universidad Libre de Alemania, producto de su tesis doctoral, en la que buscaba marcadores farmacológicos para estudiar los receptores 5ht2a. Desde entonces, 25i y 25c-Nbome han sido usados para mapear la distribución de estos receptores en el cerebro, con Tomografía por Emisión de Positrones (Zawilska, Kacela, Adamowickz, 2020).
Dicho en criollo: se ha diseñado deliberadamente esta molécula hiper-psicodélica (afín a receptores 5ht2a) precisamente para excitar aquellos receptores sobre los que actúa en el cerebro, y poder así “verlos”, localizarlos.
Luego, no sería hasta 2010 que Nbome ingresara al mercado negro como sustituto (más tóxico y económico) de la LSD. De la familia 25x-Nbome se destacan los compuestos 25I-NBOMe, 25B-NBOMe, y 25C-NBOMe, los más comunes.
Desde entonces, numerosos reportes han sido publicados sobre intoxicaciones clínicas y muertes resultantes de su consumo. “Los efectos adversos más comunes incluyen: alucinaciones, confusión, ansiedad, pánico y miedo, agitación, comportamiento violento incontrolable, convulsiones, delirio excitatorio, y signos simpatomiméticos como midriasis, taquicardia, hipertensión, hipertermia y diaforesis. También se reportaron rabdomiólisis, coagulación intravascular diseminada, hipoglucemia, acidosis metabólica y falla multiorgánica” (Zawilska, Kacela, Adamowickz, 2020).
“Cuando vuelve la sensación paranoico-disociativa intento relajarme y entregarme a mi acompañante. Da resultado. El efecto mental alterna entre la belleza y lo vulgar-excesivo.”
Fragmentos de una experiencia (Fuente: Erowid.org)
+1h
Repentinamente tuve una sed extrema y sentí casi una desesperación por agua. Al lado mío en la cola una chica tomaba una cerveza y le pedí por favor que me echara la cerveza en las manos así tomaba de ella (para no compartir la botella) me dio su botella y me eche la cerveza en la boca desde lejos (para no compartir la botella) y me mojé la cara bastante. Luego de haber tragado el liquido me calmé y percibí que la acción había sido demasiado extrema, no era el mismo yo que un segundo después.
La cola de la discoteca es enorme (realmente) y veo todo muy extraño. Parece una tenaza de gente queriendo entrar al mismo lugar. La gente no me gusta, hay como una sensación de falsedad extrema (real). Ese elemento sería parte del viaje (…)
1:30 hs
Me voy de la cola. Tomo la bicicleta y me voy pensando en Hofmann y su bicicleta. Llego a casa, e intento poner música. El efecto es sobrepasador y me cuesta mucho mirar la pantalla del ordenador. Consigo encontrar mi sesión de música psicodélica y me acuesto. Temo haber hecho un error de dosificación, no puedo relajarme. Hablo por teléfono con mi novia para medir mi estado de colocón. Decido buscar algún acompañante en la casa y encuentro a mi compañero de piso que accede a acompañarme durante el viaje. Él no tiene experiencia en psicodélicos pero veo que tiene las cualidades necesarias (…)
1:45 hs
Los visuales son muy lindos y la conexión entre la música y mis visiones-pensamientos-emociones es absoluta. Cada sonido tiene un significado. Pienso en la composición de un acorde y las ondas sonoras. Por momentos vuelve la sensación de paranoia cada vez que pienso en que el efecto sigue creciendo. Siento una dificultad para respirar, como que mi garganta se estuviera cerrando y temo una alergia o algo así. No sé hasta qué punto la paranoia provoca la dificultad para respirar o al revés.
+2hs
Cuando vuelve la sensación paranoico-disociativa intento relajarme y entregarme a mi acompañante. Da resultado. El efecto mental alterna entre la belleza y lo vulgar-excesivo. Veo como músculos hinchados y a punto de explotar de físicoculturistas y una actitud travesti de exceso muy característica de la discoteca donde había querido entrar inicialmente. Muy porno. Todo el viaje estuvo cargado de sexualidad y erotismo, casi todo el pensamiento estuvo ligado a la sexualidad visual y sensorial…”
Por supuesto que no podemos obtener conclusiones exhaustivas de los fragmentos de una experiencia. Pero considero que esta es una buena captura de pantalla, aunque le usuarie no haya cuidado en principio su contexto, lo cual es evidente, al menos hasta que logra llegar a su casa.
Señalado eso, coincido luego en que la experiencia con Nbome está signada por lo artificial y voluptuoso de las impresiones, además de la impulsividad y la carga física. Puede llegar a ser muy visual (que no es lo mismo que visionaria), pero dichas visuales frecuentemente son tan sintéticas que parecieran estar hechas con computadora.
Esto no implica que no haya gente que le encuentre vetas positivas o agradables a la experiencia. Puede llegar a ser incluso introspectiva de a ratos. Pero estos estados de insight van alternados con fuertes sacudones psicofísicos que distan de ser agradables. El mal viaje está a la vuelta de la esquina. La taquicardia, sudoración y temblores pasan frecuentemente al primer plano. Poco lugar queda para la contemplación orgánica o para el diálogo con los espíritus.
Aún así, hay quienes no descartan a esta molécula como un vehículo legítimo más, para explorar la propia mente y su relación con el cerebro (con receptores y neurotransmisores). En todo caso, para establecer un uso psiconáutico seguro y reducir el margen de accidentes, lo conveniente será siempre estar bien informade, cuidar Set y Setting, además de saber -y decidir- qué es lo que se está tomando. Pero eso dependerá de la búsqueda de cada une.
Test´s de detección
Una forma de descartar que algo sea LSD es exponiendo la sustancia (en forma líquida, sin contacto con O2 porque se destruye la molécula) a luz negra/UV. El LSD brilla cuando recibe éste tipo de luz, el NBOMe no. El problema es que hay otras sustancias que responden de la misma manera que el LSD a la luz UV.
Otra técnica de detección (tests) para afinar la puntería respecto de lo que tenemos entre manos, si es que acaso tenemos dudas, son los reactivos de Ehrlich o de Hofmann.
Cito a continuación un extracto de la información que podemos obtener del emprendimiento Junkie but not Dunky, quienes fabrican estos reactivos en México:
“El reactivo de Ehrlich es uno de los tests principales para detectar lisergamidas (por ejemplo, LSD) y triptaminas (por ejemplo, DMT). Ayuda a descartar 2C-B, DOB, NBOMe o diferentes fenetilaminas psicodélicas en materiales como cuadros, geles, micropuntos o polvos que muchos no buscan consumir. Reacciona igual a todas las sustancias a base de indol (por ejemplo, 5-HTP).
El reactivo de Hofmann es la otra de las pruebas principales para detectar o confirmar lisergamidas (por ejemplo LSD o ALD-52) y triptaminas (por ejemplo, DMT o 5-MeO-DMT). Ayuda a descartar 5-HTP, 5-MeO-DMT, AL-LAD pero también 2C-x, DOx, NBOMe o diferentes fenetilaminas psicodélicas que suelen ser adulterantes del LSD y que por lo tanto requieren medidas de reducción de daños distintas que las del legítimo ácido.
Ambos reactivos reaccionan a todas las sustancias a base de indol. El reactivo de Hofmann no es tan rápido como el de Erlich aunque ambas detectan una gama diferente de substancias.”
Y aquí van las instrucciones de uso…
- Colócate guantes ya que los reactivos tienen base ácida y pueden ser peligrosos para la piel.
- En una superficie de cerámica limpia (por ejemplo, en el fondo de una taza o plato), prepare una muestra que no sea más grande que este tamaño -> ● (Literal, el punto)
- Con cuidado sin tocar la muestra con el gotero del reactivo retire su tapa, gira la botellita al revés y espera a que caiga 1 gota sobre el material.
- Vuelva a colocar la tapa.
- Observe inmediatamente el cambio de color y compárelo con la tabla de colores.
- Si no hay reacción en los primeros 30 segundos o el cambio de color es diferente indica que la muestra no contiene la sustancia esperada o está adulterada.
- Neutraliza la reacción con bicarbonato de sodio (opcional) y enjuague en un fregadero con agua corriente durante unos minuto.
Cartón de LSD reaccionando al test de Ehrlich (fuente: Argenpills)
Tabla de referencias de algún kit de reactivos
LSD: una breve reseña sobre el descubrimiento de Albert Hofmann.
La historia de la psicodelia en nuestra cultura tiene fecha, lugar y hasta una fórmula química de nacimiento. Esta hija tan prodigio como problemática fue la LSD-25 (el compuesto nº 25 de una cadena de ensayos) elaborada por Albert Hofmann en Suiza por 1938, pero ignorada hasta 1943, cuando “accidentalmente” -guiño, guiño- el químico suizo debió absorberla en su piel, por un descuido en el laboratorio, padeciendo el primer (mal)viaje de la historia del compuesto.
Hofmann trabajaba para la industria farmacéutica Sandoz, y lo que había querido sintetizar no era precisamente el psicodélico más poderoso del mundo (cuya dosis activa es “cuatro mil veces más potente que la de la mescalina, y unas cuarenta más que la psilocibina”, según Jonathan Ott) sino un medicamento que cortara las hemorragias posparto, estimulante de la respiración y la circulación.
La LSD proviene de un hongo, el cornezuelo, que infesta el centeno y otros cereales, y que ha ocasionado hasta la edad media una cantidad innumerable de muertes por intoxicaciones al consumir pan contaminado. No fue hasta el siglo XVII que se conoció que esta era la causa del llamado “fuego sagrado”, nombre designado a las fatales epidemias que se daban bajo dos formas: convulsiones nerviosas epileptoides, y del tipo gangrenosa.
En esta suerte de serendipia, cinco años después de sintetizarla y haberla hecho a un lado, algún espíritu le sopló a Hofmann al oído, diciéndole que tenía que volver sobre esa molécula, que ella guardaba un genio cual lámpara mágica que bastaba frotar, o lamer, para despertar. Y quién pudiera dudar que así fue.
“Un extraño presentimiento de que esta sustancia podría poseer otras cualidades que las comprobadas en la primera investigación me motivaron a volver a producir LSD–25 (…) Esto era inusual, porque las sustancias de ensayo normalmente se excluían definitivamente del programa de investigaciones si no se evaluaban como interesantes en la sección farmacológica.”
Intrigado, volvió a autoadministrarse la droga tres días más tarde del primer incidente, esta vez a consciencia, tomando la generosa dosis de 250ug… ¡pensando que era poco! (y la consideraría luego una sobredosis, jamás repetida).
Esta segunda experiencia es la que lo llevó a regresar a su casa pedaleando en lo que sería el primer viaje lisérgico en bicicleta de la historia, el 19 de abril de 1943 estando él bastante asustado, dada la potente extrañeza de sensaciones y pensamientos, y la posibilidad de levantar vuelo por los cielos con el rodado, convirtiéndose finalmente en ET.
“En el viaje en bicicleta —en aquel momento no podía conseguirse un coche; en la época de posguerra los automóviles estaban reservados a unos pocos privilegiados— mi estado adoptó unas formas amenazadoras. Todo se tambaleaba en mi campo visual, y estaba distorsionado como en un espejo alabeado. También tuve la sensación de que la bicicleta no se movía.”
Ya en su casa pidió asistencia médica y, contra todo pronóstico, el diagnóstico indicaba que sus signos fisiológicos (ritmo cardíaco, presión sanguínea, respiración) eran normales. Lo único fuera de lugar era su consciencia:
“Mi entorno se había transformado ahora de modo aterrador. Todo lo que había en la habitación estaba girando, y los objetos y muebles familiares adoptaron formas grotescas y generalmente amenazadoras. Se movían sin cesar, como animados, llenos de un desasosiego interior (…) En mí había penetrado un demonio y se había apoderado de mi cuerpo, mis sentidos y el alma. Me levanté y grité para liberarme de él, pero luego volví a hundirme impotente en el sofá. La sustancia con la que había querido experimentar me había vencido. Ella era el demonio que triunfaba haciendo escarnio de mi voluntad. Me cogió un miedo terrible de haber enloquecido. Me había metido en otro mundo, en otro cuarto con otro tiempo. Mi cuerpo me parecía insensible, sin vida, extraño. ¿Estaba muriendo? ¿Era el tránsito? Por momentos creía estar fuera de mi cuerpo y reconocía claramente, como un observador externo, toda la tragedia de mi situación. Morir sin despedirme de mi familia… mi mujer había viajado ese día con nuestros tres hijos a visitar a sus padres en Lucerna. ¿Entendería alguna vez que yo no había actuado irreflexiva, irresponsablemente, sino que había experimentado con suma prudencia y que de ningún modo podía preverse semejante desenlace? No sólo el hecho de que una familia joven iba a perder prematuramente a su padre, sino también la idea de tener que interrumpir antes de tiempo mi labor de investigador, que tanto me significaba, en medio de un desarrollo fructífero, promisorio e incompleto, aumentaban mi miedo y mi desesperación. Llena de amarga ironía se entrecruzaba la reflexión de que era esta dietilamida del ácido lisérgico que yo había puesto en el mundo la que ahora me obligaba a abandonarlo prematuramente.”
Pero el dueño de las mismas manos que sintetizaron la molécula, y que escribieron este primer reporte de experiencia lisérgico, no perdió la vida en la odisea. Vivió para contarlo, para reflexionar sobre lo inaudito de su descubrimiento, y para seguir investigando el vínculo entre moléculas y consciencia.
“El susto fue cediendo y dio paso a una sensación de felicidad y agradecimiento crecientes a medida que retornaban un sentir y pensar normales y creía la certeza de que había escapado definitivamente del peligro de la locura.
Ahora comencé a gozar poco a poco del inaudito juego de colores y formas que se prolongaba tras mis ojos cerrados. Me penetraban unas formaciones coloridas, fantásticas, que cambiaban como un calidoscopio, en círculos y espirales que se abrían y volvían a cerrarse, chisporroteando en fontanas de colores, reordenándose y entrecruzándose en un flujo incesante. Lo más extraño era que todas las percepciones acústicas, como el ruido de un picaporte o un automóvil que pasaba, se transformaban en sensaciones ópticas. Cada sonido generaba su correspondiente imagen en forma y color, una imagen viva y cambiante.”
Cuenta Hofmann que concluyó el día exhausto, durmiéndose profundamente, habiéndose así auto-iniciado, descendiendo a los infiernos y elevado hacia los cielos; sorteando las peripecias arquetípicas de un rito de muerte-renacimiento en la Europa moderna en pleno siglo XX, con un sacramento de laboratorio como vehículo extático.
“…desperté a la mañana siguiente reanimado y con la cabeza despejada, aunque físicamente aún un poco cansado. Me recorrió una sensación de bienestar y nueva vida. El desayuno tenía un sabor buenísimo, un verdadero goce. Cuando más tarde salí al jardín, en el que ahora, después de una lluvia primaveral, brillaba el sol, todo centelleaba y refulgía en una luz viva. El mundo parecía recién creado. Todos mis sentidos vibraban en un estado de máxima sensibilidad que se mantuvo todo el día.”
Albert Hofmann, por Alex Grey
Para concluir, sólo quiero resaltar las notables diferencias manifiestas entre el descubrimiento de la LSD y el de los NBOMe’s. El hallazgo de la primer molécula (emparentada con la LSA del ololiuhqui, sacramento indígena mesoamericano, y con el kykeón, bebedizo ceremonial griego) está rodeado de un aura mítico-mística; el contexto del cual emergió fue tan orgánico como las experiencias que proporciona; y no parece mera casualidad (pero tampoco pura deliberación) que Hofmann haya intuido que la molécula era una llave que abría mil puertas en distintas dimensiones. Y a pesar de tratarse de un medio farmacológico semi-sintético, sobran las personas que lo consideran un enteógeno.
Por el contrario, el contexto de descubrimiento de los NBOMe’s ha sido de sobremanera artificioso (por no decir artificial): académico, deliberado, hiper-razonado y (sin pretender que estos adjetivos sean peyorativos), con fines utilitaristas, cual tesis doctoral, lo que en efecto es. Nuevamente, la procedencia y el vínculo que establecemos con aquello que vamos (o que nos va) a ingerir, no es indistinto en la ontología de sus efectos, de la experiencia.
REFERENCIAS:
– LSD, mi hija problemática (Albert Hofmann, 1979)
– https://erowid.org/chemicals/lsd/lsd_testing3.shtml
– https://erowid.org/chemicals/nbome/nbome_article1.shtml
– NBOMes–Highly Potent and Toxic Alternatives of LSD (Jolanta B. Zawilska, Monika Kacela and Piotr Adamowicz, 2020)
– Un libro sobre drogas (El Gato y la Caja, 2017)
– Junkie but not donkey: https://www.facebook.com/JunkieBNDonkey
– https://psychonautwiki.org/wiki/25I-NBOMe