Por Jésica Dittrich
Te propongo un ejercicio mental: decí el nombre de cinco filósofos sobre los que hayas leído. Aristóteles, Platón, Nietzsche, Kant, Hegel y tantos otros se te vienen a la cabeza de forma casi automática. Ahora hacé lo mismo con mujeres. Entrás a titubear, ¿no? Ocurre que, para el sentido común, las teorías son cosas de varones. Para esta lógica las mujeres no somos más que colaboradoras o musas, que no merecemos demasiado espacio en las academias ni un lugar para publicar. Esto es parte de toda una maquinaria social de invisibilización femenina que está en juego y que se ve, incluso, en detalles, como por ejemplo el siguiente: la palabra filósofas no está aceptada como correcta por algunos diccionarios de celulares. ¿Acaso es una equivocación plantear que nosotras también teorizamos? ¿Acaso es un error decir que tenemos mucho para decir?
La decisión política de nuestra revista es reivindicar constantemente el feminismo y militarlo desde nuestros espacios. En tal sentido, en esta nota, queremos echar luz sobre la vida, obra e ideales de una filósofa, escritora y psicoanalista encerrada entre los barrotes del machismo. Una pensadora que revolucionó su época y que hoy puede seguir haciendo cambios en cada une de nosotres.
Lou Salomé es la intelectual que decidimos traerte en esta edición. Llena de ideas, teorizó sobre la religión, la libertad de la mujer, el erotismo femenino entre tantas otras cuestiones alojadas en sus libros, a veces perdidos, a veces silenciados. Y muchas veces subestimados. Ocurre que ella hoy es conocida por haber enamorado a Friedrich Nietzsche y por ser la alumna preferida de Freud. Google lo demuestra muy bien: si une escribe su nombre en el popular buscador, luego de la página de Wikipedia, los primeros artículos que aparecen son los siguientes:
“LOU ANDREAS SALOMÉ: LA MUJER QUE FASCINÓ A NIETZSCHE, FREUD Y RILKE”
“Lou Andreas-Salomé, la filósofa que destrozó a Nietzsche”.
Algo similar en ambos títulos: ella ES en relación a los varones con quienes se relacionó. Sí, Nietzsche y Freud son grandes exponentes del pensamiento a los que no debemos dejar de estudiar, ¿pero es necesario mencionarlos en un título si hablamos de otra persona? Ellos ya poseen su espacio (y bien merecido). Ahora nosotras también vamos a tenerlo.
Ella
Lou Salomé nació el 12 de febrero de 1861 en San Petersburgo. Hija de Gustav von Salomé y Louise Wilm, vivió sus 75 años bajo un mandato: la libertad. Algo polémico para su época. Y para la nuestra también (si tenés dudas, mirá el debate de senadorxs y diputadxs sobre el aborto). Ella nunca quiso ser madre ni atarse solo a un hombre. No deseaba que su autonomía se viera atrapada a causa de otra persona. En tal sentido, jamás dependió económicamente de un varón y ni siquiera se limitó a mantener una relación monogámica. Al amor libre ella lo practicaba desde hace muchos años.
La filósofa desde pequeña mostró su rebeldía e inconformismo con la adhesión a las buenas costumbres burguesas, que dicen cómo deben ser las personas según su género. Incluso, siempre fue una hábil discutidora con los mandatos religiosos que permean las normas sociales. “¿También en el infierno?” preguntó una pequeña Lou cuando su profesor de catequesis afirmó que dios está en todas partes. Este espíritu la persiguió hasta el 5 de febrero de 1937, cuando suspiró por última vez.
Su pluma
Salomé escribió novelas, artículos y libros sobre temas variados, pero con algo en común: siempre lo hizo desde una óptica de mujer. Esto molestaba fundamentalmente a los sectores más conservadores. Incluso a su propia madre, quien jamás estuvo de acuerdo con que su hija se dedique a los textos. “Las mujeres no estamos para estudiar”, azotaba la progenitora de nuestra filósofa. Lou le respondió con la billantez de su pluma.
Siendo muy joven, se dedicó al estudio de la Filosofía, la religión y la literatura con un pastor de su ciudad. Brillante, ella, desde muy chica visitaba textos de Descartes, Pascal, Voltaire, Diderot y eruditos griegos. Lamentablemente, no estudiaba a mujeres. Nosotres, en 2018, casi que tampoco. Y el problema no es de algunes docentes en particular: ocurre que el patriarcado nos quiere ver calladas y en la historia de las disciplinas se lo ha logrado muy bien, impidiéndole a las mujeres escribir, publicándolas bajo un nombre de varón o evitarles el acceso a una formación, lo que les impedía desenvolverse en la redacción.
Estudiar no fue muy sencillo para ella. Las escuelas y universidades siempre fueron hostiles hacia nosotras. En tal sentido, centrándonos en Rusia, podemos decir que de 1863 a 1872, las mujeres tenían prohibido ocupar pupitres. Por lo tanto, cuando la filósofa era una adolescente, recién se estaban levantando algunas negaciones para las mujeres. Sin embargo, esto llevó tiempo. No solo un tiempo legal de prohibición y aceptación, sino también tiempos sociales: un cambio importante como lo es educación femenina no se logra sin una lucha contra estereotipos y discriminación.
En septiembre de 1880, con 17 años, decidió viajar a Zúrich. Suiza era el único país de habla germana en el cual las mujeres tenían la posibilidad de seguir una carrera universitaria sin restricciones, por lo que tal país acogió a una adolescente Salomé. Sin embargo, ella no se quedó ahí. A los 21 años, a causa de la tuberculosis que la aquejaba, tuvo que emigrar hasta un clima más cálido. Roma fue entonces el destino escogido por Lou y su madre.
En 1882, conoció a uno de los filósofos más importantes del siglo XIX: Friedrich Nietzsche. “Una mujer con la inteligencia de un águila”, así la definió él pensador, quien aceptó la propuesta de la joven mujer (16 años más chica que él) de formar un grupo de trabajo intelectual. Él aceptó, pero no estaba solo: Paul Ree, amigo del filósofo alemán, también se insertó en un viaje por las tierras tanas. Quién pudiera volver el tiempo atrás y estar ahí.
Lou: la psicoanalista
En 1911 conoció a Sigmund Freud y se propuso estudiar con él. Lo logró, siendo la única mujer aceptada en el Círculo Psicoanalítico de Viena. Al poco tiempo de comenzar sus clases con el intelectual, ella empezó a producir textos acerca de la sexualidad de la mujer. El erotismo es una de las obras más importantes y más polémicas para la época. Si hoy no es común ver libros sobre sexualidad escritos por mujeres, imagínense en los años de la filósofa.
En este trabajo ella se propuso demostrar las diferencias entre los varones y las mujeres en el plano sexual: no somos iguales, por ello los muchachos no pueden hablar por nosotras. Aquí, la escritora, planteó la importancia de que las mujeres nos conozcamos a nosotras mismas, que nos exploremos, que nos entendamos y, fundamentalmente, que nos veamos como seres autónomos, a pesar de que en el sexo haya otra persona involucrada.
Por otro lado, según ella, la mujer padece el estigma de ser tratada como alguien pasiva en el sexo, siendo el sujeto activo el varón. Asimismo, afirmó que la sociedad ha impuesto trabas a la sexualidad femenina. Siguiendo su teoría, la maternidad y la virginidad son las dos condiciones que debe tener una mujer a lo largo de su vida y, a causa de la exaltación de estas dos figuras, la relación carnal siempre fue vista, no como un acto de placer, sino como una entrega: en el momento de “perder” la virginidad, una le da su cuerpo a un varón sin tener una motivación erótica; luego, en el parto, la madre siente dolor y se entrega al sufrimiento para tener une hije. Siempre se nos ha impuesto que no tenemos que sentir ganas de tener sexo: todo debe responder a necesidades externas de nuestras cuerpas.
Obras publicadas
Sus obras, como dijimos, abordan diferentes temas. Algunos de los títulos de los libros por ella escritos son los siguientes: En la lucha por Dios, Frau-Gestalten de Henrik Ibsen, Friedrich Nietzsche en sus obras Viena, Ruth, Jesús el judío, Fenitshcka. Un libertinaje, Niños humanos, De un alma extranjera, Ma, En el país intermedio, Lo erótico, De la adoración temprana, Para el tipo de mujer, Anal y sexual, Tres cartas a un niño, Psicosexualidad, La casa: Una historia familiar de finales del siglo pasado, La hora sin Dios y otras historias infantiles, El narcisismo como una doble dirección, El diablo y su abuela. Juego de ensueño, Rodinka. Una memoria rusa , Rainer Maria Rilke. Libro de la Memoria, Mi agradecimiento a Freud: Carta abierta al Profesor Freud en su 75 cumpleaños.
Lamentablemente, estas producciones no son muy leídas, al menos en nuestras tierras. A su vez, no son muy fáciles de conseguir. Esto también contribuye a la invisibilización de la mujer en la Filosofía (y en decenas de disciplinas más). Sin embargo, cambiar esto es posible. Militar mayor reconocimiento para grandes teóricas es casi una obligación política para quienes tenemos la posibilidad de estudiar.
Salomé, durante toda su vida dijo que quería ser libre. ¿Y si la liberamos de la invisibilización? ¿Y si hacemos lo mismo con las demás disciplinas?