Hace algunas semanas charlamos con Mariano Fusero sobre la “demagogia punitiva”, ese eje establecido desde las fuerzas de seguridad y el Poder Judicial para atacar el eslabón más débil en las cadenas de las redes ilegales: les pibes, las mujeres y las diversidades sexuales. Lo cierto es que esta demagogia arbitraria y la represión selectiva no podrían ser efectivas sin un grupo de actores fundamentales: los medios masivos de comunicación. Es importante reconocer de qué manera condicionan nuestra subjetividad y cómo representan a las sustancias y sus usuaries.
Históricamente los medios han reproducido la idea de la “guerra contra las drogas”, pero para hablar del comienzo de la demonización mediática de las drogas en general y del cannabis en particular debemos remitirnos a la década del treinta. En ese entonces, Harry Anslinger, agente de la Oficina Federal de Narcóticos, decidió ponerle un marco punitivo a la planta de cannabis con el “Marihuana Tax Act”, firmado en 1937. No contento con eso, Anslinger decidió llamar a su amigo y magnate de la prensa amarilla William Randolph Hearst, para así esparcir la línea prohibicionista por los medios de comunicación. Sucede que Hearst (personaje que inmortalizó Orson Welles en El Ciudadano Kane) era dueño de más de 28 diarios y otras tantas revistas, lo que facilitó la concentración del discurso anti-marihuana en Estados Unidos.
En la actualidad, más de 80 años después, la situación del cannabis continúa siendo tratada desde esa perspectiva, incluso en Argentina. No hace falta bucear mucho en las portadas de los diarios más vendidos para encontrar la palabra “narcotráfico” o “consumo problemático” al lado de tres plantines flacos de cannabis incautados. Las narrativas sobre drogas en la mayoría de los medios de comunicación continúan sometidas al yugo imperial prohibicionista, que ubica las notas sobre el tema en la sección de “seguridad” o “policiales”. “Seguir asimilando consumo con adicción es un error y un mal diagnóstico de lo que realmente es la situación en el país. Lo más importante es explicarle a la población que alrededor del 90% de las personas que consumen no tienen problemas con ese consumo”, cuenta en diálogo con la Mate Emilio Ruchansky, editor de la Revista THC y autor del libro “Un mundo con drogas”. “Muchas veces los medios masivos de comunicación compran rápidamente esta línea de que ‘drogas es narcotráfico’. No hablan de consumo, de la regulación del cannabis, de la salud pública, ni de reducción de riesgos y daños”, completa.
“Seguir asimilando consumo con adicción es un error y un mal diagnóstico de lo que realmente es la situación en el país. Lo más importante es explicarle a la población que alrededor del 90% de las personas que consumen no tienen problemas con ese consumo”
Existen algunas herramientas para poder identificar las falacias y luchar contra la desinformación de los medios concentrados. En su trabajo “Cuando los medios hablan de drogas”, la psicóloga y especialista en Consumos Problemáticos y Adicciones, Florencia Serena, expone que hay tres estereotipos básicos en los que caen los medios al hablar de drogas. En primer lugar, se da la unificación de cualquier sustancia bajo el término “droga”, el fenómeno de volver “todo una misma cosa” y así no poder distinguir las distintas propiedades de cada una (no es lo mismo el alcohol que el cannabis, ni la cocaína de las benzodiacepinas). Otro estereotipo es el llamado “fetichismo de la sustancia”, es decir, considerar a la “droga” como sujeto. Entregarle características de sujeto a un objeto alimenta la falsa idea de que la sustancia actúa por sí sola, lo que permite estigmatizar a la población usuaria. Por último, Serena señala un tercer foco de estandarización de la temática de drogas en los medios: la identificación “oposicionista” de las sustancias con la sociedad, como si fueran responsables de tener una autonomía propia, desde los márgenes del orden social.
Imagen: Adriel Radovitzky
De más está decir que el discurso prohibicionista está quedando añejo, acumula polvo y sigue en pie por el sostén de una narrativa hegemónica que legitima la guerra contra las (personas que usan) drogas. Esa narrativa hegemónica está presente en las producciones de la industria cultural y principalmente en los medios de comunicación tradicionales. El problema es grave cuando vemos que los que manejan la información son unos pocos. Según datos del reporte Media Ownership Monitor, el mapa mediático argentino está signado por una gran monopolización de la información, producto del alto grado de concentración de la propiedad y de las audiencias. Uno de los requisitos de la libertad de expresión es la pluralidad en la información y en las opiniones disponibles al público, característica en la cual Argentina no hace bandera.
Clarín es el diario más vendido del país desde hace casi 40 años, seguido por La Nación en segundo lugar; el Diario Popular completa el podio. Anuar Peche es periodista, activista y, hasta hace poco, trabajador del Diario Popular. En sus 15 años en el diario, fue constantemente estigmatizado por su condición de usuario de cannabis, y hasta lo silenciaron y censuraron. “Se publicó una nota que había escrito sobre la historia de los medios de comunicación y el prohibicionismo, estuvo un par de días y después me la borraron por completo. Nadie me avisó nada”, suelta Peche para Revista Mate. Para excusarse, los directivos del diario le mandaron una carta documento con la acusación de que “había publicado la nota sin permiso”. “Yo cobraba solo por hacer notas de deportes. Las notas que escribía sobre cannabis no me las pagaban. Me decían ‘Si querés escribir, escribí. Pero primero hace tu trabajo’”, cierra.
Si hacen el ejercicio de explorar en el buscador de Google notas del Diario Popular con el término “reducción de daños”, encontrarán unos 70 artículos sobre el tema. Si repiten la mecánica con la palabra “autocultivo”, aparecerán más de 130. Sin embargo, si se hace lo mismo con el tag “Claudio Izaguirre” (titular de la Asociación Antidrogas de la República Argentina y asiduo defensor del prohibicionismo) podrán leer más de ¡220! notas realizadas desde esa postura. En este caso, está claro para qué lado está inclinada la cancha.
Más allá del discurso de los medios más leídos, que podemos caracterizar como abstencionista, punitivista y prohibicionista; en los últimos años el paradigma ha comenzado a virar empujado, entre otras cosas, el avance legislativo del cannabis en algunos países como Uruguay, Estados Unidos y Canadá. Ya sabemos cuáles son las consecuencias devastadoras del modelo prohibicionista. Una política de drogas escrita para perseguir a las minorías y a los sectores vulnerables decanta en la criminalización, la desigualdad y el fortalecimiento del mercado ilícito de sustancias.
Por suerte, la tendencia mundial apunta a dejar de creer un poco en los medios tradicionales y volcarse a elegir fuentes de información basadas en hechos y experiencias reales. Recomendamos observar las narrativas que construyen medios independientes, con enfoques en salud pública y derechos humanos. Es momento de desintoxicar las narrativas sobre drogas y revisar sus efectos en las sociedades. Hacer una lectura crítica de la situación de drogas en nuestro país podrá darnos más libertad y conocimiento a la hora de elegir qué queremos hacer con ellas.