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“Los psicodélicos son valiosos para la ciencia y la medicina”

Imagen de Nat Benedetich
Conversamos con el investigador que dedica sus días al estudio de la conciencia y sus estados alterados. El físico y neurocientífico ENzo Tagliazucchi explica el potencial de los psicodélicos como terapéuticos y por qué pueden ser una buena alternativa a los psicofármacos, repasa el experimento con DMT del laboratorio COCUCO Lab y opina sobre el avance del cannabis medicinal en la Argentina, entre otros temas.

Podemos decir que si hay algo que le apasiona a Enzo Tagliazucchi son los cerebros y la conciencia. Incluso (y sobre todo) cuando están bajo los efectos de sustancias psicodélicas. Neurocientífico, investigador adjunto del Conicet y doctor en Física por la Universidad de Frankfurt, Tagliazucchi dedica sus días al estudio de la conciencia y sus diferentes estados. Está al frente del equipo del laboratorio Conciencia, Cultura y Complejidad de la Universidad de Buenos Aires, con quienes en el último tiempo realizó un experimento con dimetiltriptamina (DMT).

En esta entrevista explica el potencial de los psicodélicos como terapéuticos y por qué pueden ser en un futuro cercano una buena alternativa a los psicofármacos tradicionales. En los primeros meses de cuarentena realizó, junto a otres investigadores, la encuesta “Meditación, pandemia y sustancia”. Consultaron a 5.300 personas en busca de analizar la relación de los psicodélicos con la resiliencia ante la pandemia. Spoiler: si los usas o lo hiciste alguna vez, es posible que la estés llevando un poco mejor.

Acerca de la inminente llegada de una nueva reglamentación para el cannabis medicinal, considera que “puede servir para desmontar prejuicios” pero que son sustancias con identidades y usos diferentes. Las investigaciones medicinales y científicas con psicodélicos tuvieron su época de oro en las décadas de los cincuenta y sesenta y, luego de un fuerte parate por el prohibicionismo, hoy están volviendo a aparecer con “evidencias más fuertes”. Aunque, advierte: “Es un proceso muy largo y falta mucho por hacer”.

¿Cuánto avanzó el estudio de psicodélicos para tratamientos psiquiátricos en los últimos años?

Avanzó un montón. El uso de psicodélicos como posibles tratamientos para desórdenes psiquiátricos es algo que no es nuevo. En los cincuenta y los sesenta se exploraron intensivamente los psicodélicos para tratar muchos de los problemas que hoy se los considera como posibles opciones terapéuticas. Van desde las adicciones, hasta depresión o ansiedad. El problema es que en esos años los estándares para estudiar un fármaco en relación a sus posibles ventajas y efectos colaterales nocivos eran mucho más permisivos y menos exigentes de lo que son ahora. La evidencia de esos años hoy es esencialmente anecdótica, no nos permite tener el nivel que nos gustaría para entender cuál es la eficacia de estos fármacos en relación a sus posibles riesgos. Por ejemplo, en esos años se hicieron muchos ensayos en los que no se controló el efecto placebo. Es decir, una persona recibe una sustancia ya sabiendo qué es y también sabe que lo está haciendo para intentar resolver un problema que tiene. Entonces puede suceder que la persona se sugestione, que se sienta mejor pero no por la acción intrínseca del fármaco sino esencialmente por la sugestión. Hoy se hacen estudios que intentan controlar estas variables, en cuanto al entorno experimental en el que los pacientes reciben las sustancias, en la calidad y en las dosis.

Yo diría que en los últimos años avanzó el cien por ciento. Sabemos que es útil en pacientes con depresión difícil de tratar con otros fármacos. Hay un estudio que utilizó psilocibina para entender qué pasa con estos pacientes, y con una única dosis se encontró una mejora sostenida hasta seis meses después, en la mitad de los pacientes. Hay experimentos que muestran mejoras sostenidas en pacientes con ansiedad ante el fin de la vida, ante un diagnóstico de cáncer terminal. Hay otros que muestran que en personas con adicción al tabaco se logra una reducción notable del consumo, y de nuevo, con una única dosis de psilocibina. Si bien en los últimos años la evidencia es más sólida que la que teníamos en los cincuenta y sesenta, todavía no está al nivel que se necesita para que los psicodélicos salgan al mercado, se aprueben, comercialicen y distribuyan para tratamientos psiquiátricos. La evidencia va en esa dirección pero todavía falta muchísimo, es un proceso muy largo y es algo que recién estamos empezando a hacer.

“Los psicodélicos son drogas extremadamente seguras, tienen potencial médico y parecen ser efectivas en el tratamiento de ciertos problemas de salud mental”.
Que en 2020 las leyes todavía no destraben a las sustancias psicodélicas para su estudio, ¿es una decisión política, desinformación o es que aún no hay suficientes evidencias sobre sus resultados?

El uso en investigación básica o medicinal de los distintos fármacos está regulado por categorías que se llaman listas, conformadas por un conjunto de fármacos de acuerdo a sus posibles beneficios o expectativas del bien que puedan hacer, en relación a sus posibles daños. Distintas categorías que regulan qué tan disponibles son para el público y para la investigación. Por ejemplo, el paracetamol está en una categoría tal que uno va y lo compra en la farmacia sin necesidad de receta. En cambio, para el clonazepam uno necesita una receta médica. Después, en drogas como la morfina, que también se utiliza en contextos de cuidados paliativos, ya se las considera más nocivas en el sentido de su mayor potencial para generar una adicción y para causar un problema físico como sobredosis. Los psicodélicos están en el último nivel, en el cual no se permiten por defecto. No se los considera para aplicaciones médicas reconocidas, tampoco se les da interés científico y por lo tanto no se permite su uso medicinal y científico. No es algo que dependa de Argentina, este tipo de listas se confeccionan en el consenso de muchos países mediante tratados internacionales. Argentina no podría salir de este esquema aún si lo desease.

La pregunta que es lógico hacerse es si es verdad que los psicodélicos están en esa lista porque no tienen ningún uso médico reconocido y tampoco tienen interés para investigación científica. La respuesta es que no es verdad. Están en esa lista por un proceso histórico, por cómo fue su introducción y masificación en los años sesenta y setenta, por la forma en la que interactuaron con la contracultura de Estados Unidos, y por una constelación de razones históricas que los ponen en ese lugar de drogas esencialmente prohibidas. Definitivamente la evidencia científica va en contra de esa decisión. Sabemos que su perfil de seguridad, es decir, qué tan riesgosas son las drogas para su administración en humanos, es muy bueno. Son menos riesgosas que el clonazepam, tanto para el usuario como la sociedad. Los psicodélicos más usuales y más entendidos no tienen potencial para generar sobredosis y no generan adicción. Las contraindicaciones posibles que puedan llegar a tener son en cuanto a preexistencias en problemas de salud mental. Si eso sucede en un entorno controlado son drogas extremadamente seguras, tienen potencial médico y parecen ser efectivas en el tratamiento de ciertos problemas de salud mental. Están mal puestas en esa lista y para sacarlas de allí, de las consideradas menos útiles y más nocivas hay que generar todavía más evidencia. Mostrar el doble de lo que habría que mostrar para una droga nueva comercializada por una farmacéutica, por ejemplo. Hay que hacer investigación pero nos encontramos con una especie de huevo y la gallina. Aparece un “¿cómo puedo demostrarlo si al mismo tiempo no puedo investigar?”, que se rompe con permisos especiales del gobierno para hacer una excepción e investigarlas. 

¿Qué ventajas tienen los psicodélicos con respecto a los psicofármacos tradicionales?

Los psicofármacos que se utilizan para tratar problemas psiquiátricos como la depresión clínica, la ansiedad generalizada, entre otros, tienden a intentar reestablecer el balance químico de un neurotransmisor que se llama serotonina. Se considera que un déficit de serotonina está detrás de lo que nosotros llamamos depresión y otros trastornos psiquiátricos. Ese intento de reestablecer el balance químico ocurre con los psicofármacos tradicionales como son los antidepresivos, los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina o algunas otras drogas de generaciones anteriores que actuaban con un mecanismo similar, en tomas diarias. Ahí el paciente consume todos los días una determinada dosis del fármaco. Con los psicodélicos lo que se busca es tener una experiencia tal que durante un tiempo posterior la persona entre en remisión, es decir, que ya no muestre signos de depresión durante un tiempo, y sin necesidad de estar bajo constante tratamiento.


“En la historia de la medicina de occidente no hay ningún caso de muerte por sobredosis con psilocibina y LSD, mientras que si ha habido muertes por sobredosis de antidepresivos tricíclicos”.

Las ventajas en base a la evidencia actual sugieren que en base a una única dosis de psilocibina, por ejemplo, las personas pueden generar mejorías sostenidas en el tiempo. Aquí es claro cuál es la ventaja, la persona no tiene que estar consumiendo una droga que le pueda generar efectos secundarios o indeseados por olvidarse de tomarla. Con los psicodélicos no habría tales inconvenientes. Por supuesto entendemos muy poco todavía de por que éstos pueden generar una mejora sostenida en el tiempo, porque no es únicamente la perspectiva química la que se intenta entender. No es que pensamos que los psicodélicos restablecen el balance de serotonina de la misma forma que lo hacen los psicofármacos tradicionales y que al hacer eso de forma sostenida son eficaces. Pensamos también en la naturaleza misma de la experiencia, la forma de la cual las personas transitan el estado psicodélico, los “insights”, los descubrimientos que hacen, las perspectivas nuevas que toman, todo lo que sería la experiencia ya no del lado químico sino del lado psicológico. Las experiencias tienen una influencia enorme en si las personas muestran mejorías o no, entonces es ir más allá de una mera especulación sobre si los neurotransmisores están desbalanceados e incorporar todo lo que es la dimensión subjetiva de la persona, que es de muchisima mas complejidad para entender qué está pasando y por qué funciona. Esperamos que sean más eficaces, es decir, que no solamente funcionen por un una dosis durante un tiempo prolongado sino que además ese funcionamiento sea mayor que la eficacia que observamos para psicofármacos tradicionales. La psicofarmacología como herramienta de tratamiento en psiquiatría no mejoró una enormidad a lo largo del siglo XX. Los psicodélicos tienen tasas de efectividad que son mejores, entonces si se sostiene eso sería esencialmente una ventaja.

Necesitamos estudios muy masivos con muchos participantes, ensayos clínicos en múltiples centros de investigación, etcétera, y si todas esas cosas son exitosas, es un proceso de varios años que tenemos que esperar para saber qué va a pasar. En la historia de la medicina de occidente no hay ningún caso de muerte por sobredosis con psilocibina y LSD, mientras que si ha habido muertes por sobredosis de antidepresivos tricíclicos. De todas maneras, muchas de las ventajas de los psicodélicos aún no han sido mostradas y lo mejor es poner la energía en conseguir esa evidencia.

“las personas que reportaron haber consumido psicodélicos en el pasado tienden a tener puntajes en estas escalas que reflejan mejores indicadores de salud mental”

¿Es posible que el consumo de psicodélicos en un pasado ayude a transitar mejor la pandemia? ¿Qué conclusiones obtuvieron de la encuesta
“Meditación, pandemia y sustancia”?

Lo que sabemos hoy por hoy de los psicodélicos sugiere que puedan ser buenas herramientas para lidiar con ciertos problemas de salud mental. La hipótesis del experimento fue pensar que quizá existan personas que hayan consumido psicodélicos en tiempos recientes y que hoy, con todo lo que está pasando, que es un desafío importante para la salud mental, muestren una mayor resiliencia en esta situación. Justamente porque eso sería una manifestación de este efecto terapéutico prolongado, que de otra forma hubiese pasado desapercibido. En una persona que consumió psilocibina hace medio año quizá haya algo que tuvo en su experiencia que hoy le permita navegar de otra forma esta situación, un poco más lejos de los problemas que puedan afectar a otra parte de la población. Con eso en mente hicimos un cuestionario sobre el consumo pasado, no solo de psicodélicos sino en general de muchas drogas y fármacos distintos, también cocaína, alcohol y tabaco. Después hicimos varias preguntas, cuestionarios estandarizados que usan los psicólogos y psiquiatras para medir distintas dimensiones en relación a la salud mental de cada participante. Constructos como bienestar, resiliencia, emoción positiva o ansiedad. Encontramos que, en general, las personas que reportaron haber consumido psicodélicos en el pasado tienden a tener puntajes en estas escalas que reflejan mejores indicadores de salud mental. Mientras que las que, en cambio, reportaron haber consumido otras drogas de abuso como cocaína, tabaco o alcohol, tienden a tener puntajes más bajos, un peor estado de salud mental. No podemos afirmar que exista una relación causal del consumo de psicodélicos y estas mejorías, no podemos decir que estas personas están mejor por haber consumido en el pasado estas sustancias, porque podrían haber otros factores asociados que se nos escapan del análisis y que puedan llegar a tener un rol causal. Esos experimentos hay que hacerlos en el futuro y no con encuestas sino más controlados. No nos da una conclusión pero nos da una punta para investigar en el futuro si este es el caso.

En relación a la meditación la situación es muy interesante, porque el posible efecto terapéutico de los psicodélicos no parece ser entendible únicamente desde una perspectiva reduccionista. No solo estas drogas cambian el balance químico del cerebro, sino que hay distintos tipos de experiencia que una persona puede tener bajo los efectos de los psicodélicos. A lo largo del tiempo algunas parecen estar asociadas a mejorías en salud mental y otras no tanto. Dentro de las que sí, hay un tipo de experiencia que los investigadores que originalmente la cuantificaron y la vincularon con un efecto terapéutico en salud mental, la llamaron experiencia de tipo “místico”. Yo la llamo experiencia “unitiva” porque místico suena un poco raro en un contexto científico. Son experiencias que tienen características del estilo que las personas se sienten unificadas con el entorno, pierden la identidad personal, sienten un estado de bienestar y una inefabilidad muy grande, una conexión con lo que les rodea. Las llamo “unitivas” porque el núcleo duro de esa experiencia tiene que ver con trascender un poco la frontera de la piel, que te separa como individuo de las demás cosas. De alguna forma, tener una experiencia en la que esas otras cosas están dentro de vos y mutuamente. Esas son las experiencias que están asociadas a mejorías en los pacientes y lo interesante es que parece haber otras formas de generarlas que no sean farmacológicas. Ciertas prácticas meditativas pueden, de una forma más controlada que los psicodélicos, inducir estos tipos de estados. Bajo la hipótesis de que en realidad no es la droga en sí, en cuanto a su acción química, sino es la experiencia, también preguntamos en el grupo de gente que evaluamos sobre prácticas de meditación. Encontramos asimismo una asociación positiva, las personas que más meditan son las que tienen mejores indicadores de salud mental, y es una relación que es creciente, es decir, a más frecuencia de meditación mejores indicadores. 

Algo interesante que también preguntamos es sobre prácticas religiosas. Si uno lee la descripción de los estados estáticos y místicos de muchas religiones encuentra cosas que tienen en general un solapamiento muy grande con los estados místicos y unitivos. Entonces pensamos que esta idea de sentirse parte de algo que es más grande que uno mismo puede estar también vinculado a la práctica de una religión. Preguntamos sobre frecuencia en la cual la persona se involucra a una práctica religiosa y encontramos un resultado curioso: los que reportaron tener una frecuencia muy alta de prácticas religiosas tienen indicadores de salud mental mejores que el promedio y los que reportaron nunca involucrarse también tienen indicadores mejores que el promedio. En el medio, los que reportaron hacerlo ocasionalmente, tienen los peores marcadores de salud mental. De todas maneras, estas relaciones no son causales, entonces hay que tomarlas con pinzas. 

“Porque tengan una historia turbulenta no significa que no sean herramientas valiosas para la ciencia y la medicina”
¿De qué se trata el experimento con DMT que realizaron con el laboratorio COCUCO?

Buscamos entender cómo es una experiencia con psicodélicos desde el punto de vista subjetivo del usuario, de su experiencia, el perfil psicológico asociado a la experiencia y también desde una perspectiva neurofisiológica. Es decir, entender qué sucede si uno recurre a herramientas para examinar cómo cambia la actividad cerebral de una persona bajo el efecto de un psicodélico, y cómo son estos marcadores bajo esta experiencia. A diferencia de los estudios realizados en Reino Unido, Suiza y Estados Unidos, buscamos entender estas dos dimensiones en un entorno natural de consumo. No traemos a los sujetos experimentales al laboratorio y les administramos una dosis con psicodélicos sino que nosotros buscamos personas que ya tengan interés en el consumo de psicodélicos y que tengan sus medios para conseguirlos. Nosotros no les suministramos las sustancias a los participantes, ni tuvimos contacto con las mismas. El psicodélico elegido fue la dimetiltriptamina (DMT), la molécula psicodélica que le da sus efectos a la ayahuasca, una cocción que viene del Amazonas. Nosotros estudiamos personas que consumen el DMT fumado, que genera una experiencia psicodélica corta y muy intensa.

Teniendo en cuenta que nuestro interés era ir a los lugares donde las personas tienen las experiencias, nos reunimos en el entorno que decidieron para consumir las sustancias. Ahí hacemos cuestionarios para medir el estado de la persona antes de la experiencia, cuantificarlo y medirlo después de la misma. Durante el experimento medimos con un electroencefalógrafo portátil las oscilaciones en la actividad colectiva de las neuronas en el cerebro que pueden estar asociadas a ese estado alterado de conciencia. Nuestro objetivo fue entender qué es lo que pasa desde la perspectiva de capturar posibles marcadores asociados a señales que vienen del cerebro, en este tipo de experiencias de tipo unitiva o mística. Estas experiencias no se entienden muy bien porque es difícil que ocurran en un laboratorio. Si vos pensas cómo es para una persona participar en un estudio llevado a cabo en una universidad o en un hospital, hay que tener en cuenta que esa persona va a tener que entrar a un lugar nuevo que no conoce, lo van a examinar médicos, le van a sacar sangre, quizá le ponen una bata y hasta una sonda, o si la persona está en un resonador nuclear le puede dar miedo, ansiedad. La persona está en un lugar que tiene que ver más con una consulta con un médico que con una experiencia relajada, personal, privada, aquellas que suelen facilitar el surgimiento de estos estados muy particulares de conciencia. Un estudio en una universidad u hospital puede generar efectos en el otro extremo, lo que se llama “mal viaje”, estados de mucha ansiedad. Si bien no son peligrosos porque no dejan secuelas, en el momento la persona la puede pasar mal. En cambio, cuando una persona consume, ya tiene experiencia, tiene una relación personal con la sustancia y que la consume en un entorno favorable, podemos tener mayor chance de captar este tipo de experiencias. Lo hemos hecho, encontramos marcadores por primera vez objetivos de estados de conciencia que se asocian a experiencias psico-místicas.

El gran interés para nosotros pasa por la curiosidad básica de decir qué es lo que pasa en el cerebro de una persona cuando siente que se disuelve entre sus entornos. Si a uno le interesa la neurociencia de la conciencia, la relación entre la experiencia subjetiva y la configuración física del cerebro, ese estado es de mucho interés porque es muy anormal, muy fuera de lo común. Después está el interés puramente aplicado, clínico. Si sabemos que esas experiencias son las que se asocian a una mejoría en los pacientes tratamos de entender lo que pasa en el cerebro de las personas cuando las están teniendo. Pensamos que lo íbamos a poder hacer estudiando a las personas consumiendo psicodélicos, sobre todo DMT, en un entorno natural y escogido por ellos mismos. Creo que fue muy positivo el resultado.  

Teniendo en cuenta que gran parte de las sustancias psicodélicas están prohibidas para su investigación, ¿cómo es el proceso para poder estudiarlas?

En el caso del experimento con DMT es distinto porque es observacional, un estudio de campo. No les suministramos la sustancia, de hecho no tenemos ningún tipo de contacto. Las personas tienen un consumo premeditado de ésta, ya tienen intención y medios para hacerlo, deciden participar del experimento y nos permiten acercarnos para tomar nuestras mediciones. Aun así, si bien no viola ningún tipo de ley, necesitamos una aprobación de un comité de ética. En general no se puede hacer ciencia sin pasar los proyectos por una organización, un grupo de expertos en ética en investigación. Por supuesto, contamos con la aprobación ética para el experimento por parte del Comité de Ética en Investigación del Hospital Ramos Mejía. Con eso aprobado teníamos todo el protocolo que seguimos para investigar a las personas consumiendo psicodélicos en entornos naturales. Es algo completamente diferente a lo que querríamos hacer en el futuro, que es suministrar la sustancia, pero para eso necesitaríamos un permiso. Ahí veremos cómo nos va, esperemos que bien. 

Los proyectos reguladores y de investigación médica de sustancias como el cannabis, ¿pueden incidir en la aceptación de los psicodélicos en el área medicinal?

El cannabis y los psicodélicos son sustancias diferentes, con identidades y usos posibles muy diferentes. Que encontremos casos de éxito en tratamientos de problemas neurológicos con cannabis no nos dice nada sobre la investigación con psicodélicos. Si bien las dos vienen del mismo lugar, del estigma de la sociedad en general y de algunas partes del establishment médico y farmacéutico, el potencial éxito del cannabis no implica nada sobre el potencial éxito de los psicodélicos para tratar trastornos de salud mental. Lo que sí por supuesto sirva para desmontar prejuicios, para desmontar la idea de que una droga que fue o es consumida recreativamente, por fuera de la ley por muchas personas, automáticamente implique que no tiene usos médicos. Eso es muy importante dejarlo claro porque son cosas que no tienen nada que ver. El abuso de una sustancia no implica absolutamente nada sobre su eficacia como herramienta médica. Si fuese ese el caso los hospitales no traerían más morfina, que es una droga inmensamente adictiva en relación al cannabis y los psicodélicos y mucho más peligrosa en cuanto a su potencial para inducir una sobredosis. Pero es muy útil porque es una gran herramienta para el tratamiento del dolor, entonces todos los hospitales tienen morfina. La misma consideración debería dársele al cannabis y los psicodélicos. Porque tengan una historia turbulenta no significa que no sean herramientas valiosas para la ciencia y la medicina. Creo que en ese sentido sí puede ayudar, en el de derribar ese prejuicio contra las drogas.

#CIENCIA #CONCIENCIA #INVESTIGACIÓN #PSICODÉLICOS

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