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Emilio Ruchansky: “La legalización puede ser tan dañina como la prohibición”

Foto de Clara Sosa

Lo conocíamos bien, defiende el consumo que cada une elija y articula trabajados argumentos a favor de la regulación de todas las sustancias. “El narcotráfico es una creación del Estado”, polemiza, sabe bien que el mercado ilegal no existiría sin prohibicionismo y aporta la información que necesitamos para dar el debate.

La entrevista iba a ser el sábado a las 10 am, trámite de menos de una hora y “chau chau un gusto”, pero el viernes nos invitaron a una cena con él y otros periodistas. La Mate estuvo de yapa y conocimos a un Emilio muy simpático que nunca nos trató diferente por tener 15 años menos que los demás comensales. La sobremesa fue fluída cual peña amiguera y el final fue el esperado: aire libre, vista al Paraná, vaporizador y charuto compartido.

La nota era a las 10 am pero nuestras resacas anticipadas se organizaron para las 4 pm, antes de la marcha del 24 de marzo. El día era atípico, de lucha, con amenaza de lluvia y en formato desconocido: la charla iba a ser filmada. El lugar también era inusual, el patio de una abuela que escuchó atenta a la juventud perdida y drogadicta. Nada impidió que la conversación fuera tranquila, más allá de gotas esporádicas, el mate pudo girar y nos sacamos las ganas de preguntar.

Les dejamos con él: editor de la revista THC, periodista de judiciales y de temas de drogas, cebador nivel uruguayo, redactor de informes en Canal 7, autocultivador y autor de Un Mundo con Drogas: los caminos alternativos a la prohibición.

* * *

—¿Cuáles son las diferencias entre despenalizar, regular y legalizar el consumo de una sustancia?

—Despenalizar quiere decir suprimir las penas por la tenencia para consumo personal (TPCP) de cualquier sustancia. El fallo Arriola en 2009 indica la inconstitucionalidad de penalizar la TPCP porque implica inmiscuirse en la esfera privada de una persona, en su autonomía y en su plan de vida. Legalizar implica simplemente sacar una sustancia de la lista de prohibidas, pero no conlleva ningún tipo de control. En Argentina tuvimos, por ejemplo, el tabaco legalizado y sin controles sobre la publicidad. Los modelos de legalización pueden ser tan dañinos como los de prohibición: si una legalización no tiene ningún tipo de control, puede incrementarse el uso, como con el tabaco. Y regular es algo intermedio que implica controlar la producción, la distribución, la comercialización y la publicidad de la sustancia. Se recomienda una regulación estricta para no dejar las sustancias liberadas al mercado. Las personas tienen que saber qué es perjudicial y en algún punto el Estado debe intentar controlarlo, no prohibirlo, no ser paternalista pero sí regular.

“Cuando en 2001 empezó a circular la pasta base en Argentina no fue algo mágico, los dealers la pusieron ‘en las góndolas”.

—¿La marihuana es la puerta de entrada a drogas más duras?

—Es un mito que existe hace muchos años, incluso hace poco la DEA lo retiró de su página oficial… Se creía que había una especie de relación mágica entre la marihuana y, por ejemplo, la cocaína. Se decía que era una “droga de inicio”. En el debate por la regulación en Uruguay un diputado dijo que “la gente fuma y antes tomaba coca cola y antes la teta de mamá”, no hay una relación de causa-consecuencia. La puerta de entrada es el dealer, eso es lo que sostienen los holandeses y lo han probado. Permitieron los Coffee Shops, eso hace que mucha gente no vaya a un dealer que le ofrezca otras drogas. Cuando en 2001 empezó a circular la pasta base en Argentina no fue algo mágico, los dealers la pusieron “en las góndolas”. El paco se vende en dosis, esto permite al usuario más pobre financiar su consumo sin tener demasiado dinero. Es central entender que el dealer es el regulador de lo que se consigue en el mercado para emplear determinadas políticas que eviten el consumo de sustancias más nocivas. Quien quiere consumir lo hace igual, de eso no hay duda, lo que hay que evitar es la experimentación forzada: ir a tu dealer y que te diga “no tengo marihuana, pero llevate un poco de cocaína”, por ejemplo. Muchas veces la persona termina tomando eso porque es fin de semana, quiere salir y consumir alguna sustancia.

—¿Cómo opera el patriarcado en las redes del narcotráfico?

—Es algo muy interesante y no es un aspecto tan explorado. En Córdoba y Buenos Aires se des-federalizaron los delitos de drogas (la TPCP, tenencia simple y tenencia para comercialización, pasaron a la esfera de la justicia provincial). Y se dieron algunos pactos entre dealers grandes y la policía para entregar a mujeres, por eso en la Provincia de Buenos Aires se triplicó la cantidad de mujeres encarceladas por delitos menores de drogas. La lógica del patriarcado está presente en las organizaciones criminales y considera a las mujeres como objetos descartables, también se entregan hombres pero generalmente son mujeres y hay casos que son las propias parejas de los dealers las que terminan presas. Por otro lado, hay un fenómeno muy importante en la provincia de Buenos Aires y en Córdoba donde las mujeres trans que son trabajadoras sexuales y están en las paradas, muchas veces venden o consumen cocaína. Lo malo es que caen detenidas por la misma policía que les baja la mercadería para comerciar y que cuando salen de la comisaría las esperan para ponerlas a vender en la calle. La primera vez zafan, pero les roban toda la recaudación y en algún sentido están secuestradas por la policía. Después, a nivel carcelario uno ve que no hay visitas, hablo más que nada de la cárcel de Ezeiza que es la que que conozco. La mujer que está presa no cumple las normas del patriarcado: no fue una buena madre o una buena esposa y por eso nadie las visita y dentro de la cárcel también sufren un maltrato disciplinario por no ajustarse a los roles tradicionales de género. La mayoría de las detenidas son jefas de hogar, madres solteras que tienen muchos chicos y la venta al menudeo les permite trabajar en su casa, vender desde allí. Los estudios muestran que esta situación no es solamente en Argentina, en muchísimos países de América Latina la mayor parte de las mujeres están detenidas por delitos de drogas y van en aumento. En el Norte del país está lleno de mulas presas, muchas son bolivianas que dejaron en Bolivia a sus chicos que terminan siendo institucionalizados. La guerra contra las drogas es una guerra también contra las mujeres, porque son las principales víctimas.

“Quien quiere consumir lo hace igual, de eso no hay duda, lo que hay que evitar es la experimentación forzada: ir a tu dealer y que te diga ‘no tengo marihuana, pero llevate un poco de cocaína’, por ejemplo”.

—¿Qué es la reducción de daños y riesgos en las políticas de drogas?

—Es una teoría que apoya la despenalización porque entiende que la criminalización impide la ayuda a las personas que consumen. Como fenómeno empezó cuando muchísimas personas que usaban drogas empezaron a contagiarse de HIV y Hepatitis C. En Suiza, algunos círculos médicos y psiquiátricos se dieron cuenta de que el consumo de heroína no era el mayor problema, sino estos contagios por compartir jeringas. Ellos empezaron a repartirlas gratis y eso evitó que mucha gente contraiga las enfermedades. Después la reducción de daños fue avanzando, hoy podemos pensar en el testeo de pastillas en fiestas electrónicas, por ejemplo. La idea de la reducción de daños es que se puede ayudar a una persona que no quiere o no puede dejar de consumir una sustancia: más allá del abstencionismo se pueden provocar mejoras en la salud de las personas. Si los usuarios no quieren o no pueden dejar de consumir, igual se los puede ayudar. Es algo que empieza ahí donde el consumidor tiene una necesidad. Si pensamos en nuestro país, lo mejor sería hacer boquillas especiales para las pipas con las que se fuma pasta base: así los pibes no se cortarían ni se quemarían la boca, como pasa. Ofrecer una ducha es hacer reducción de daños: ofrecer un baño a una persona que está de gira, o en “situación de pasillo” (consumiendo en una villa), para que pueda bañarse y tomar un café sin extorsión, sin obligación de dejar de consumir para ser ayudado. Otra de las reglas de esta práctica es adaptar el servicio al usuario y no hacer esperar a un consumidor hasta que lo atiendan en una guardia, sino llevar un dispositivo intermedio, como puede ser un centro de día para que la persona pueda tener un contacto sanitario. En las farmacias se venden pastillas o sobrecitos para tener menos resaca, eso es reducción de riesgos.

—En Argentina, ¿qué lobby se mueve contra la despenalización del autocultivo?

—El lobby tiene varias caras acá. La más importante es la de la iglesia católica pero también la de las evangelistas, que consideran que la despenalización es un mal mensaje para la juventud. Ellos fueron los que en parte hicieron fracasar el debate en 2012, cuando se llevó un proyecto de consenso para despenalizar la tenencia y el autocultivo, para que sea excarcelable la venta al menudeo y bajarle las penas. La iglesia tiene una postura histórica con las drogas, como con el aborto y la diversidad sexual. Además son muy influyentes porque hacen trabajo territorial reemplazando al Estado en las barriadas, muchas veces ofreciendo tratamientos abstencionistas. Es decir que la iglesia hace un ejercicio ilegal de la medicina, de hecho tiene algo así como unidades terapéuticas. Narcóticos Anónimos y Alcohólicos Anónimos hacen reuniones en la iglesia local, tienen un poder muy importante. El Papa dijo que la regulación en Uruguay no era el camino y criticó la sustitución de sustancias, una técnica que se utiliza mucho en el caso de la heroína, que se reemplaza con metadona, un opioide “de largo alcance” que evita que la persona tenga subidones y bajones que lo hagan inyectarse constantemente. Después está la cartera de seguridad, toda la plata que mueve la guerra contra las drogas: armas, narco tests, vigilancia, entrenamiento, fuerzas especiales, etc. Muchas personas no tendrían trabajo que hacer si disminuyera el narcotráfico. Además, la Ley de Drogas tiene un tratamiento coactivo: o te penan con TPCP (que la mayoría de las veces se archiva) o podés optar por declararte adicto y el juez te deriva a comunidades terapéuticas que movilizan dinero. La parte burocrática judicial ha tenido su impacto también, aunque actualmente la justicia fue la primera en advertir que el 70% de las causas que trabajaban eran de TPCP, osea, gente que no representaba ningún riesgo para la seguridad nacional.

“Las comunidades terapéuticas son centros clandestinos de detención porque los padres pueden hacer secuestrar a sus hijos”.

—¿Cómo funcionan las comunidades terapéuticas en Argentina?

—Muchas son centros clandestinos de detención porque los padres pueden hacer secuestrar a sus hijos. Contratan ex-adictos para buscar gente que tiene un consumo problemático o no: lo capturan, lo llevan dentro de la unidad terapéutica y las obras sociales muchas veces cubren esto. Adentro son torturados, hacen confrontes, son humillados, etc… Son tratados como viciosos, es un tratamiento moral de una supuesta enfermedad, que en realidad es un cuadro químico, pero el consumo problemático es consecuencia de otros muchos factores. Quienes tenemos un espíritu más democrático, y desde la revista THC, insistimos con que no hay que centrarse en la sustancia sino en la persona.

—Si tuvieras un día sentado en el sillón de Rivadavia, ¿qué harías con 3 decretos?

—El primero sería derogar la ley de drogas, el segundo crear un mercado regulado para el cannabis y el tercero cerrar las comunidades terapéuticas. Por supuesto que me quedaría todo el narcotráfico de otras sustancias sin solucionar y caería mi gobierno rápidamente porque dirían que es un narco-gobierno. Creo que la represión hace mucho más daño que la sustancia, peor que la droga es el narcotráfico.

#Legalización #porro #PROHIBICIONISMO Drogas

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