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Retirado en acción: ¿Quién es el futuro Ministro de Seguridad de Entre Ríos?

Cortesía Cuestión de Fondo - Canal 9
Es entrerriano y llegó al lugar más alto dentro de la Policía Federal Argentina. En el entorno de Rogelio Frigerio lo anotan en la lista de imprescindibles y seguro ministro de Seguridad y Justicia. Un hombre de la DEA, formado en Estados Unidos y que no se sonroja con ese calificativo. Su nombre aparece en crónicas de impacto nacional en operativos de narcotráfico, su gran tema. Con ustedes, Néstor Roncaglia.

Un hombre de mundo nacido en Chajarí. Esa podría ser una presentación sintética y ajustada como punto de partida para una conversación. Precisamente porque nació en esa ciudad del norte entrerriano y a sus 62 años conoce buena parte del mundo occidental por las exigencias de su trabajo.

Néstor Roncaglia fue el primer jefe de la Policía Federal Argentina (PFA) surgido desde eso que en la metrópolis consideran el interior profundo. La regla indicaba que ese lugar estaba reservado para capitalinos o bonaerenses, pero cuando en 2015 Patricia Bullrich asumió al frente del Ministerio de Seguridad lo catapultó al frente de la fuerza. No era el de mayor edad para hacerse cargo, pero, otra vez, la regla sufrió fisuras. Además, fue secundado por Ester Franco, la primera mujer que alcanzó el grado de comisaria general.

Roncaglia nació en San Pedro, un centro rural a diez kilómetros de Chajarí, donde llegaría para cursar sus estudios secundarios. Hijo de padres agricultores que trabajaron su pequeña chacra, el más grande de los Roncaglia se jacta de ser “hombre de campo”. Las idas y vueltas iban a ser desde muy temprana edad parte de la rutina del futuro jefe. Pasó unos años en Córdoba y otros en el Colegio Hermanos Maristas, en el límite con Corrientes. El diploma de perito mercantil, sin embargo, lo recibió de manos de un coterráneo en la Escuela de Comercio.

El impacto de un aviso publicitario fue el anzuelo para convertirse en policía. Lo vio en un diario donde se convocaba a integrar la fuerza. En una entrevista que se publicó a poco de que asumiera como jefe de la PFA en la revista impresa Mundo Policial recordó que “en el interior, en esa época, en el año 1979, se veía y se hablaba de la Policía Federal como una institución, como algo superior y misterioso, llena de agentes de inteligencia. Esa mezcla de fantasía y realidad hizo que comenzara a fantasear con ingresar a la Escuela de Policía”. La dictadura militar construía sentido común. En el entorno de Roncaglia, tanto familiar como de amistades, no había nada que lo inclinara a leer con detenimiento ese aviso en el diario. Lo cierto es que se anotó en la Escuela de Cadetes Coronel Ramón Lorenzo Falcón de Buenos Aires. Hasta ese momento, lo único que quería hacer una vez terminado el secundario era seguir una carrera universitaria. Ni bien comenzó el curso de policía se imaginó “detective, un súper policía investigador”. Esa percepción que alguna vez se le pasó por la cabeza, evidentemente, lo fue guiando.

Estuvo un par de años en una comisaría de Concordia antes de que su rostro permaneciera días en las pantallas de los televisores y tapas de diarios y ganara cierta fama. En 1997 fue el artífice de la investigación que dio con los autores de El robo del siglo en el banco Río de la localidad bonaerense de Acassuso, de donde se llevaron una cifra estimada en 25 millones de dólares, entre dinero y joyas, a través de un túnel construido artesanalmente.

Antes de asumir como jefe de la PFA, con el título de abogado y posgrados en Derecho Constitucional y en Derecho Procesal Penal, había acumulado experiencia desde 1992 en el área de investigación y política criminal. Veinte años después saltaría a la Superintendencia de Drogas Peligrosas de la fuerza. Prestando servicios allí realizó cursos de perfeccionamiento en la persecución del narcotráfico en la Drug Enforcement Administration (DEA, por su sigla en inglés), temática que lo iba a catapultar en su carrera. Quien le abrió las puertas fue la puerta la entonces ministra de Seguridad, Nilda Garré. La funcionaria kirchnerista, al contrario de su subalterno, tenía una clara distancia con la agencia antidrogas estadounidense a la que acusaba, como muchos, de pretender dominar todos los andamiajes policiales y militares en los países de América del Sur.

Roncaglia es visto como un hombre de la DEA, según publicaciones de especialistas. De capacitación asidua en el país del norte, el chajariense tiene conocimientos sobre experiencias antinarcóticas, según su currículum, en Bolivia, Colombia, Ecuador, Brasil, Uruguay, México, Chile y Perú.

Roncaglia es visto como un hombre de la DEA, según publicaciones de especialistas. No se sonroja con ese calificativo. Reconoce que estar alineado al gobierno de Estados Unidos en algunos aspectos puede no tener buena prensa, pero asegura que trabajar para la agencia que combate el narcotráfico debería ser un honor. De capacitación asidua en el país del norte, el chajariense tiene conocimientos sobre experiencias antinarcóticas, según su currículum, en Bolivia, Colombia, Ecuador, Brasil, Uruguay, México, Chile y Perú. También participó de conferencias en Italia, España, Alemania, Francia y Suiza, entre otros países.

En noviembre de 2018 fue designado vicepresidente por las Américas del Comité Ejecutivo de Interpol, cargo que ejercerá hasta fines de este año y para el que fue elegido por sus pares de 160 países.

Un proyecto de seguridad que mira con atención es el de Nueva York. Reconoce que si bien cada país tiene sus características, se deben mirar todos los modelos y sacar algo de cada uno. De la imponente ciudad de Estados Unidos, Roncaglia rescata al ex alcalde Rudolph Giuliani, conocido por su política de “mano dura”. Coincide con la necesidad de que haya una importante presencia policial en el territorio como herramienta fundamental para la prevención del delito. “Un policía que mira, en un determinado lugar, es un policía que te está cuidando”, dice sintético y didáctico. A ese recurso humano en la calle le suma la tecnología: las cámaras de seguridad. Valora esa herramienta a partir de una experiencia personal en la que casi se le va la vida.

El salto

Rogelio Frigerio y Roncaglia solían encontrarse en reuniones de gabinete. Fue en ese ámbito en el que el entonces ministro del Interior lo invitó –por ser entrerriano– a sumarse a un proyecto provincial. No le dio el sí hasta el día en que pasó a retiro, cuando llegó el final del gobierno de Mauricio Macri. A partir de allí comenzó a trabajar con Frigerio en el plano de la política, pero abocado a lo suyo: la seguridad. Sus saltos más importantes en la carrera policial sucedieron durante el kirchnerismo y luego con el macrismo, lo que le permite presentarse ante tribunas no politizadas como un independiente.

Para Roncaglia, el narcotráfico es uno de los principales problemas en la Argentina. Con esa certeza se guió en su gestión al frente de la PFA, donde invirtió la experiencia que acumuló en las diferentes áreas que ocupó en la estructura de la fuerza.

Ahora, como asesor, no descuida el tema ni un solo día. De allí se desprende que el precandidato a gobernador de Juntos por el Cambio haya tenido al narcotráfico en la punta de la lengua durante la campaña electoral del año pasado. El chajariense no se aparta ni un segundo de su lado en cuanta recorrida provincial emprende Frigerio en su carrera hacia 2023. En su entorno cuentan que los trabajos de opinión pública no sugieren hablar del narcotráfico sino del contacto directo con el vecino durante las giras. Cerca del diputado nacional afirman que si hay un nombre asegurado en un futuro gabinete, ese es el de Néstor Roncaglia. Se lo imaginan al frente de un Ministerio de Seguridad y Justicia.

El ex jefe de PFA ubica a Entre Ríos como una provincia de paso para el narcotráfico, pero sostiene que, sin dudas, por el lugar que ocupa en el mapa, requiere de una atención especial. En su análisis no se escapa la preocupación que merece la conexión por el puente que conecta Rosario y Victoria. Acude al “efecto cucaracha” para explicar las complejidades territoriales: “Cuando tirás veneno, algunas cucarachas mueren, pero las otras salen disparando para otros lados. Acá tenemos el primer problema”, dice cuando lo consultan sobre la cercanía de la ciudad santafesina vista como la meca de las bandas. Entre Ríos, como Santa Fe, tiene características que Roncaglia subraya y pone en un plano similar: son provincias portuarias, con salida al mundo para trasladar grandes cargamentos de droga; y, en el caso entrerriano, está atravesada por rutas nacionales que vinculan destinos muy marcados para el tráfico. “La ruta de la marihuana te lleva a Paraguay por la Hidrovía, lo mismo las rutas 11 y 14; y la mayor cantidad de droga que va a Europa está saliendo vía Uruguay, evidentemente porque los controles son más flácidos”, pone como ejemplo. Las rutas 9 y 34 son más factibles para lo que se conoce como la ruta de la cocaína, que conectan el centro con el noroeste argentino y llevan a Bolivia, donde se produce la sustancia a gran escala.

Repite una y otra vez que las bandas narcos son mucho más que estructuras delictivas que comercializan drogas. En algunos casos, dice, son estructuras paraestatales capaces de montar dispositivos de contrainteligencia para obtener información muy sofisticada sobre el territorio en el que podrían instalarse.

Para el “hombre de seguridad” que acompaña a Frigerio, “Entre Ríos es estratégica”. Repite una y otra vez que las bandas narcos son mucho más que estructuras delictivas que comercializan drogas. En algunos casos, dice, son estructuras paraestatales capaces de montar dispositivos de contrainteligencia para obtener información muy sofisticada sobre el territorio en el que podrían instalarse. “A estos tipos hay que buscarlos en las concesionarias de autos, en el desarrollo de emprendimientos inmobiliarios. El narcotráfico, indefectiblemente, termina en el lavado de activos”, señala y asevera que la sustancia no es un capital costoso para el narcotraficante. En los países productores, el valor es bajo, por eso cuando en un operativo se incauta un cargamento y se suele tener buena prensa, no se está ante el fondo del problema. “El golpe no debe ser de impacto mediático, sino económico, y eso está en las inversiones que estos grupos hacen”, explica y agrega: “Es tan grande la diversificación en inversiones que hacen, que les permite tener rentas considerables para reponer su stock en poco tiempo”. En este punto, vuelve a mostrar su simpatía por Estados Unidos al decir que las investigaciones en ese país consisten, precisamente, en identificar el capital de los grupos narcos antes que en el seguimiento estricto de los cargamentos de drogas.

La ley de narcomenudeo suele tener consenso en la política, pero no siempre en el sistema de seguridad integral, que incluye al Poder Judicial. Roncaglia apoya la desfederalización de las investigaciones porque entiende que es en el kiosco del barrio donde se generan consumidores que, con el tiempo, van tejiendo relaciones con el microdelito y terminan convirtiendo a los jóvenes en soldaditos cuyo destino es impredecible.

“El narcomenudeo opera en dos sentidos: primero te agranda el mercado de adictos y después te reconvierte en adicto y delincuente. Se produce una especie de circuito de demanda y la necesidad de abastecerla”, grafica.

El policía retirado narra que durante la campaña en la que acompañó a Frigerio, el problema principal que le planteaban los vecinos era que les sacaran los kioscos del barrio. “Lo que no se les puede decir a los vecinos es que lo complejo no es solo el consumo en el que puede caer un hijo, sino la puerta laboral que se le puede llegar a abrir”, dice y suma otro elemento: la privatización de los servicios públicos en barrios populares, “donde el Estado no va, el vecino queda a merced de que sea el narco el que pague un velatorio”.

Tatuajes

Con su familia en Buenos Aires, que integran su esposa y dos hijos, Roncaglia se pasa la mayor parte de la semana en Entre Ríos. Se reúne con sectores del Poder Judicial y otros vinculados a la seguridad para tener información de primera mano que le permita abordar un programa en caso de tener que ponerse el traje de funcionario. Reconoce el recurso humano y la tecnología que tiene la Policía de Entre Ríos.

Encuadra la idea de instalar una dependencia de la DEA en Santa Fe, como centro de monitoreo para la región, anunciado hace unos meses, en una cuestión más de marketing por parte de algunos espacios políticos. Se limita a dar cuenta que la agencia es extranjera y, por lo tanto, no puede actuar en territorio argentino. Está circunscripta a colaborar en el aporte de información, que para Roncaglia es importante.

El 1º de junio de 2013 debe haber sido el día más difícil de su vida. Llegaba a su casa de Olivos, luego de un operativo antidroga en Zárate que le había ocupado buena parte de la jornada. Cuando abrió el garaje y se aprestaba a guardar el auto, tres hombres lo interceptaron en una escena de entradera. Todo terminó con el entonces jefe de la Superintendencia de Drogas Peligrosas en el piso y con un arma apuntándole a la cabeza. Forcejeó y los agresores salieron corriendo, pero a los tiros. A Roncaglia se le incrustó una bala en un dedo, lo que le anuló en un 70 por ciento la movilidad de toda la mano, y otro proyectil le perforó el hemitórax derecho, debajo de la axila. Con el correr de los años, el policía fue atando cabos. El hombre al que hirió en el enfrentamiento es hermanastro de otro que integraba una banda narco cuyos integrantes, incluidos policías, fueron condenados a 19 años de prisión en un operativo que él mismo había llevado adelante en 2008. Uno de los capturados fue Ernesto León, que había sido chofer de Aníbal Gordon, agente de inteligencia del Batallón 601 durante la última dictadura militar. Roncaglia no tiene dudas de que se trató de una “entrega intramuros” y no de un robo al boleo, ya que los asaltantes eran de General Rodríguez, a 70 kilómetros de su domicilio. Todo el hecho quedó registrado en las cámaras de seguridad de la cuadra. El episodio se puede ver como una película en YouTube, bajo el nombre de “Enfrentamiento Roncaglia”.

Cuando todo esto sucedió, el entonces secretario de Seguridad de la Nación, Sergio Berni, dijo: “Lo que tenemos muy en claro es que no fue un asalto común y que estamos llevando adelante con el comisario Roncaglia una guerra sin cuartel contra el narcotráfico”.

Una semana antes de ese episodio, Roncaglia se había tatuado una cruz en el brazo derecho. La bala ingresó unos centímetros más abajo. Cayó en la cuenta de que el número de su nacimiento, 1º de marzo de 1961 (1-3-61), era exactamente al revés del día en el que casi muere (1-6-13). Se tatuó esa coincidencia en el otro brazo, el izquierdo, para tener presente un hecho que dice haberlo marcado. No es para entendidos, sino para quienes lo conocen y muy de cerca. Por ejemplo, Frigerio.

Por lo pronto, hay dos cosas que, dice, no dejará de hacer: investigar el narcotráfico y anotarse en cuanta aventura motociclístisca el tiempo le permita, recreación que comparte con su hermano y un grupo de amigos.

(*) Este perfil fue publicado en Revista Cicatriz #7, correspondiente al bimestre junio/julio de 2022.

ENTRE RÍOS NARCOTRÁFICO

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