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27 julio, 2024

La supremacía del opio blanco

En el mes del Black History Month, recorremos las historias de las figuras negras detrás de los cimientos y el desarrollo de la reducción de daños. Ante la guerra contra las drogas que propone el prohibicionismo global; paradigma de reducción de daños de la mano de Imani Woods, Denise Oliver Velez, Ricky Bluthenthal, Helena Hansen y Carl Hart.

Así como importamos el prohibicionismo estadounidense, en este artículo vamos a importar el Black History Month como excusa (o tal vez no tanto) para recorrer los cimientos estructurales del racismo en la guerra contra las drogas a través de sus protagonistas: identidad marrón y ciencia; a tope de la epidemia de opioides que enfrenta, actualmente, el país de los 50 estados. 

Desde 1976 todos los febreros es el Mes de la Historia Negra en Estados Unidos. Lo que empezó como la “Negro History Week” de 1926 evolucionó, marketinero o no, en la oportunidad para colmar las redes del hashtag #BlackHistoryMonth y visibilizar sentidos de pertenencia y reparación histórica. El presidente Gerald Ford instaló el mes como tal durante su discurso por el bicentenario de los Estados Unidos, en 1976. Richard Nixon, famoso por acuñar la “Guerra contra las Drogas” en 1971, había renunciado dos años antes por el escándalo de Watergate. Pero Ford le daría a Nixon su indulto. Más tarde, el Black History Month pasaría a replicarse por todo el mundo hasta convertirse en el estandarte global que conocemos hoy. 

A tres días del inicio del Mes de la Historia Negra de este año, anunciaron la detención de los cuatro supuestos dealers del actor Michael K. Williams; conocido por su participación en la serie The Wire (2002-2008) y quién falleció cinco meses antes a causa de una sobredosis de lo que se cree fue una combinación de heroína con fentanilo. La muerte de Michael resucitó el debate sobre la guerra contra las drogas, el rol de la salud pública y la latente epidemia de opioides que el país sufre desde el 2015; una situación para la que parece no haber solución ni control efectivo. Los hombres serían judicializados por cargos de homicidio y distribución pero desde la policía hasta los ciudadanos estadounidenses, reconocen que el problema es estructural. Ya que en este país existen diversos estudios críticos de las leyes de procesamiento por distribución en las causas caratuladas por la figura literalmente traducida, “Homicidio Inducido por Drogas” (DIH): “Un hombre va a la cárcel, dos personas están listas para tomar su lugar”.

Cuando se dice que la Guerra contra las Drogas es, operativamente, una guerra contra las personas, se refiere a que las drogas no pueden existir como tales sin un ser humano que la signifique de esa manera: que las use, las compre, las venda, las produzca y, a veces, las sintetice o las adultere.  

Con la declaración de las drogas como el “enemigo público número uno”, las políticas de drogas no sólo eran preocupación de los movimientos pacifistas (que estereotipamos como hippies) sino también de un paradigma de salud integral y de la Reducción de Riesgos y Daños. Éste fue concebido en los años ‘80 por el norte de Europa ante la epidemia de VIH/SIDA (y el objetivo de reducir las posibilidades de transmisión por la utilización de jeringas descartables en usuaries de drogas inyectables), al igual que lo harían otros movimientos en Estados Unidos desde la década de los ‘60. Con intervenciones sociales como los “programas de supervivencia” del Black Panther Party, el “programa de acupuntura” de los Young Lords y el movimiento por el derecho a la salud reproductiva de la mujer, el Harm Reduction Movement se desarrolló como un despliegue de prácticas socio-comunitarias y concientización sobre el valor del autocuidado. Es decir, no se limitó al uso de drogas sino a comprender que el sujeto no existe como un individuo separado de la sociedad sino que es parte de la misma más allá de las condiciones materiales de acceso a la vivienda o las prestaciones públicas que disponga. Y que, por sobre todas las cosas, también es un sujeto de derecho.

La Harm Reduction Coalition (EEUU) enunciaría los principios de la Reducción de Daños de la siguiente manera:

  1. Acepta, para bien o para mal, que lo lícito y lo ilícito del uso de drogas es parte de nuestro mundo y elige trabajar para minimizar sus efectos nocivos en lugar de simplemente ignorarlos o condenarlos.
  2. Entiende el consumo de drogas como un complejo, multifacético fenómeno que abarca un continuo de comportamientos desde el uso severo hasta la abstinencia total, y reconoce que algunas formas de consumir drogas son claramente más seguras que otras.
  3. Establece la calidad de vida y el bienestar individual y comunitario —no necesariamente el cese del consumo de drogas— como criterio para intervenciones y políticas exitosas.
  4. Pide la provisión de servicios y recursos sin prejuicios ni coerción para las personas que usan drogas y las comunidades en las que viven para ayudarlos a reducir el daño concomitante.
  5. Garantiza que las personas que consumen drogas y las que tienen un historial de consumo de drogas habitualmente tengan una voz real en la creación de programas y políticas diseñadas para servirles.
  6. Afirma que las personas que usan drogas son los principales agentes para reducir los daños de su uso de drogas y busca empoderar a los usuarios para compartir información y apoyarse mutuamente en estrategias que cumplan con sus condiciones reales de uso.
  7. Reconoce que las realidades de la pobreza, la clase social, el racismo, el aislamiento social, los traumas del pasado, la discriminación basada en el sexo y otras desigualdades sociales afectan tanto la vulnerabilidad como la capacidad de las personas para afrontar eficazmente los daños relacionados con las drogas.
  8. (Último pero no menos importante) No intenta minimizar o ignorar el daño y el peligro reales y trágicos que pueden estar asociados con el uso de drogas ilícitas.

 A continuación, representantes con fundamentos científicos y experiencias fundantes del movimiento, voces negras líderes.

IMANI WOODS 

“Se me ocurrió que ya que los negros la pasan peor por la manera en que [Estados Unidos] reacciona al uso de drogas, prefería estar en el frente del struggle para instituir las prácticas de reducción de daños en Estados Unidos”. 

Imani nació en Brooklyn, New York. Fundadora de la Harm Reduction Coalition, viajó por todo el país durante varios años con el fin de hacer posible la reducción de daños en otros lugares. 

“El SIDA me hizo confrontarme a mí misma y preguntarme ¿Qué es más importante? ¿Que la gente siga viva o que la gente no use drogas?” 

Esta declaración puede resultar controversial y a la vez ilustrativa sobre las vicisitudes de enfrentar una problemática social donde se escucha más el racismo institucionalizado que la voz de la propia persona usuaria y afectada. La situación decisiva que llevó a Woods a diseminar las ideas de la Reducción de Daños fue la desconfianza de las personas negras en el intercambio de agujas por la supremacía blanca en la salud pública. La comunidad negra arrastraba las consecuencias propias de la esclavitud y del Experimento de Tuskegee. También conocido como “Experimento sobre Sífilis no tratada en varones negros”, un estudio clínico realizado entre los años 1932 y 1972, donde se violaron derechos de consentimiento informado, se manipuló información a favor del estudio de la patología y su evolución hasta incluso la muerte de los pacientes. La mayoría de ellos llegaban por una situación socioeconómica vulnerable y se prestaban a cambio de la prometida ayuda gratuita.

De manera que Imani pudo integrar a la comunidad negra en las prácticas de reducción de daños y propiciar escenarios de entendimiento sobre la complejidad de la historia negra y que la propia Woods destaca como la forma particular en que la cultura negra construye conocimiento.

Pero no siempre fue así. En su “Historia Personal: cómo llegué a la Reducción de Daños”, Imani nos revela su oposición ante los primeros acercamientos sobre la estrategia de jeringas descartables y hasta la muerte por HIV de un amigo muy cercano, Keith, con quien se reían sobre lo ridículo que les resultaba la idea de darle jeringas a los adictos. En 1989, luego de aquel triste fallecimiento, fue a Seattle, donde su vida iría hacia el sentido opuesto. Ahí se encontró directamente con la efectivización de las prácticas y entendió lo que sus referentes de Nueva York repelían desde lo teórico. Ese mismo año, las políticas neoyorquinas darían un vuelco en desmantelar el financiamiento en Reducción de Daños.

RICKY BLUTHENTHAL

Bluthenthal fue pionero en el movimiento de Reducción de Daños. Hoy es profesor de ciencias de la salud pública en el Instituto para la Promoción Sanitaria y Prevención de Enfermedades. Desde su formación científica pudo establecer bases empíricas para el intercambio de jeringas con la consigna de las dinámicas sociales dispares por discriminación racial. Su trabajo ha llegado a tener impacto en proyectos de ley sobre programas de Reducción de Daños y a divulgar que la criminalización del uso de drogas, efectivamente, contribuye al aumento de contagios de VIH. 

En el abstract de “Intercambios de Jeringa como un movimiento social: análisis de casos de Reducción de Daños en Oakland, California” (1998), Bluthenthal se anticipa a la conclusión: 

“La prohibición federal de financiar programas de intercambio de jeringas (SEP) ha obstaculizado en gran medida los intentos de prevenir la propagación del VIH entre los usuarios de drogas en los Estados Unidos. Las leyes estatales que prohíben la posesión y/o distribución de jeringas han hecho que los SEP sean ilegales. Estos factores han prestado una calidad de movimiento social única a la reducción de daños esfuerzos en los Estados Unidos. Usando una perspectiva de movimiento social, este artículo explora dinámicas de implementación y defensa del programa de intercambio de jeringas en Oakland, California. Las ventajas y desventajas de los aspectos del movimiento social de la reducción de daños son discutidos”.

Bluthenthal nos propone observar a las estrategias de reducción de daños  como inherentes al funcionamiento de las estructuras de salud pública y por tanto, provistas en la reglamentación de las políticas de drogas.

DENISE OLIVER-VELEZ

Denise nació en Brooklyn, Nueva York. Formó parte de Young Lords y Black Panther Party. Fue profesora de Antropología y Estudios de la Mujer (en SUNY, New Paltz). También realizó investigaciones sobre SIDA y abuso de drogas por más de diez años. Actualmente le interesan la genealogía, la estratificación social y el cultivo de rosas. Continúa viviendo en New York y publicando papers como “Un estudio longitudinal de la adquisición de jeringas por usuarios puertorriqueños de drogas inyectables en Nueva York y Puerto Rico: implicaciones para el intercambio de jeringas y Programas de Distribución”.

Pero antes de seguir con estudios científicos, habría que detenerse en el pasado de Denise. Los Young Lords eran jóvenes puertorriqueños organizados en torno a los Derechos Humanos y las críticas al privilegio blanco (en especial sobre el Ku Klux Klan). “Tengo a Puerto Rico en mi corazón” era el slogan de este movimiento de espíritu revolucionario que estaba contra la Guerra de Vietnam y partía de un programa de 13 principios; retomando el modelo de 10 puntos del Black Panther Party.

Éste último logró establecer el Programa de Desayuno Gratis para Niños. Aunque el movimiento tuvo un seno eminentemente machista, fue evolucionando con la incorporación de mujeres donde predominó la autopercepción racial antes que el género. Más tarde esto también cambiaría.

La búsqueda por la igualdad de derechos es transversal a la concepción de la Reducción de Daños. En este sentido, concebir la lucha de igualdad de género no quedaba fuera de las agendas de los movimientos negros. En el documental “She’s Beautiful when She’s Angry”, (2014) Denise rememora: 

“Estuve en los Young Lords, y uno de los puntos del programa original era ‘Revolutionary Machismo’. El machismo es reaccionario, entonces no se puede tener machismo revolucionario. Las mujeres no lo teníamos. Así que hicimos un tipo de declaración muy diferente. ‘Queremos igualdad para las mujeres. Abajo el machismo y el chauvinismo”. 

HELENA HANSEN

Graduada de la Universidad de Yale, completó su posgrado con trabajo de campo sobre SIDA en La Habana y exploró en Puerto Rico la curación de la adicción por la fe en ministerios cristianos evangélicos.

Uno de sus más recientes estudios “La mortalidad por sobredosis de negros y nativos superó a la de individuos blancos durante la pandemia de COVID-19” (2021) documenta lo que el mismo título enuncia. Los resultados devuelven las cifras del 2020 al año 1999. Además, entre 2019 y 2020, la población negra experimentó un aumento del 48,8% de mortalidad por sobredosis, en comparación a los individuos blancos que fue del 26,3%. En 2020 solamente, las tasas de mortalidad por sobredosis en negros aumentaron un 16,3% más que la misma tasa, pero en blancos. Y sugiere que esto se estaría convirtiendo en un asunto de justicia racial que se ha exacerbado con la pandemia por COVID-19.

Entre 2019 y 2020, la población negra experimentó un aumento del 48,8% de mortalidad por sobredosis, en comparación a los individuos blancos que fue del 26,3%.

El estudio se apoya en que la crisis de sobredosis han aumentado por el uso de polisustancias con base en opioides sintéticos y benzodiacepinas, así como también metanfetamina de alta pureza. La alta e impredecible potencia variable de la combinación de estas drogas es lo que preocupa el abordaje y supone más daño para la comunidad afroamericana y originaria, por varias razones: desigualdades profundamente arraigadas en las condiciones de vida, incluida la vivienda y el empleo estables, los cuidados preventivos, la reducción de daños, la telemedicina, las medicaciones para los consumos problemáticos de opioides y naloxona; serían los factores predominantes.

¿La propuesta? Estrategias basadas en evidencia, desde la Reducción de Daños para paliar urgentemente las crecientes desigualdades en la tasa de mortalidad por sobredosis.

CARL HART

Carl es científico y profesor de psicología especializado en neurociencia en la Universidad de Columbia, reconocido por su trabajo en abuso de sustancias y adicción. De esta manera se describe a sí mismo en su último libro (2021) “Drogas para Adultos: buscando la libertad en la tierra del miedo”. Y lo encabeza con una cita de James Baldwin: 

“Si querés llegar al corazón del problema de las drogas, legalízalas… [La prohibición es] una ley que, operativamente, solo puede ser usada contra los pobres”.

Al igual que Imani, Hart también reflexiona sobre sus propios mitos, en otras palabras, sus propios miedos morales en torno al uso de sustancias ilegales. Cuestiona las legales y no deja al alcohol fuera de su comprensión, el libro es un recorrido por varias drogas. En cierto punto podríamos confundirnos e interpretar que ha cambiado su forma de pensar hacia el otro extremo pero lo que Hart nos propone, como una especie de giro copernicano, es pensar en términos de Reducción de Daños.

Entonces enumera una serie de prácticas de autocuidado, analizando la limpieza bucal como una medida para reducir daños. De más está decir que el pensamiento tiene lógica y que progresivamente tus dientes van a deteriorarse. Y que puede que aparezcan caries. Lo que sucede, según Hart, es la falsa creencia de que la Reducción de Daños se limita a las drogas y a la connotación negativa. Quizás esto último devenga de lo controversial que resulta hablar de drogas, de prácticas ocultas, privadas, vinculadas a un pensamiento oscurantista. O quizás el lector ya tenga sus propias conclusiones, pero Hart va a seguir siendo vulnerable hasta el punto final. Se arriesga. Propone revisar la moral interpretativa de los resultados científicos y también la preconcepción desde la cual partimos en la búsqueda de esos resultados.

Por otro lado, nos recuerda lo coincidente que fue la supuesta epidemia de crack con la escalofriante epidemia de HIV. Nos recuerda, específicamente, a “Crack Is Wack!”, el famoso mural naranja de Keith Haring (quién muriera de SIDA en 1990) que aparece en el segundo veinte del video musical de Christina Aguilera para su hit “Can’t Hold Us Down”.

“Una vez adicto, siempre un adicto” es una de las frases sentenciosas de su desarrollo, impacta lo cercano que puede sentirse, lo crudo, lo punitivo, lo determinante, lo tajante, lo imposible de curar, lo absorbente que un diagnóstico puede tornarse. Él toma el poder de su propia narrativa y nos cuenta que le llevó más de dos décadas salir del clóset de su uso personal de droga. Y se autopercibe “cobarde”.

Mientras que la trama del racismo aparece y desaparece durante todo el texto, vinculada a la crisis del fentanilo, al doble filo de la Ley R.I.C.O. y a las formas draconianas de interpretación legislativa:

“Odio decirlo”, dijo Hakeem a regañadientes, “pero la crisis de los opiáceos es, en última instancia, algo bueno”. Especuló que debido a que los estadounidenses blancos son vistos como los principales usuarios, el uso de opioides (y por extensión, el uso de otras drogas) ya no se trataría como un delito.

ABRIR EL PARÉNTESIS

 “La gente negra ni siquiera está representada … en el arte moderno … lo suficiente”

Jean Michel Basquiat.

 Las raíces de los cultivos de las plantas que la sociedad ha ingresado a los laboratorios fueron y son tierras originarias. Miramos el pasado y vemos el “Marijuana Tax Act” a sabiendas que marijuana era un slang mexicano, no una palabra anglosajona. Miramos el futuro en países donde vemos el supuesto conflicto resuelto y creemos mirar el futuro de más de una generación en un solo y blanco escenario.

Lo cotidiano, lo inmediato, lo interseccional en las declaraciones de Hart ¿hubieran resonado diferente si Carl se llamara Carla? La vulnerabilidad no se mide por grados de toxicidad. El fenómeno multifocal al que nos abre la Reducción de Daños es el de ser conscientes. 

Los mitos urbanos de las drogas han corrido por las calles como chismes por los pasillos. Y darle esperanza a la salvedad de las muertes evitables puede ser una salida a la mente culpógena, una recompensa moral. Sin que abrir un confesionario implique abolir las características que son propias de la identidad marrón, sino reconocernos en la diversidad. E invitar a que esas voces decidan sobre su historia y, entonces, tomaríamos envión hacia el futuro contrariado que vivimos.

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