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Teoría de la Escalada y Marihuana como Puerta de Entrada: ¿Puro humo?

Ilustración de Catalina Iriarte
La teoría de la escalada y la idea de la marihuana como “puerta de entrada“ son ampliamente difundidas e igualmente reproducidas por el imaginario social. Sin embargo, el paradigma de salud mental del que surgen estos análisis simplistas está cruzado por un enfoque donde todo uso de sustancias es malo en sí mismo y por eso hay que alcanzar “un mundo libre de drogas“. Estas ideas nacen de un discurso prohibicionista marcado por la demonización e influyen en los abordajes profesionales y las políticas públicas. Para matizar este reduccionismo, presentamos el “efecto góndola“ y la marihuana como puerta de salida en el tratamiento por sustitución de sustancias.

Las sustancias psicoactivas son y han sido ampliamente demonizadas. Esta satanización de las drogas como todolomalo no solamente ha sido sustrato para el prohibicionismo sino también para una forma de entender el fenómeno del uso de sustancias psicoactivas desde una óptica simplificante y reduccionista.

La marihuana es una de las sustancias psicoactivas menos riesgosas, de ahí su vetusta clasificación como “droga blanda”. Sin embargo es seguramente una de las más demonizadas por ser la supuesta “droga de inicio”, “puerta de entrada” o primer peldaño de una escalera que conduce linealmente hacia el uso de, énfasis en el comillado;  “drogas duras” o en términos actuales, con mayores riesgos y daños asociados.

Estamos hablando de la conocida Teoría de la Escalada o Escalera. Aquella que “se define como la conducta adictiva que muta de sustancias y frecuencia de hacerlo”, según se explica en el Ensayo sobre el universo de las adicciones de Osvaldo Chiarlo y el equipo de investigación de ABRA Asociación Civil. 

En esta “escalada” suele ubicarse al cannabis como la droga de inicio o la “puerta” de entrada hacia drogas con mayores riesgos y daños asociados. Sin embargo, como explica Chiarlo en su ensayo: “Si debiéramos continuar con esta lógica lineal y simplista de la “escalada”, deberíamos identificar que la puerta de entrada a otras sustancias es el alcohol, y que ese alcohol aceptado legalmente, es la sustancia preferida para los adolescentes que comienzan a iniciarse en la carrera del éxtasis químico”.

Hasta acá sustancias, pero, ¿qué pasa con las personas?

Un prejuicio muy extendido sobre el uso de drogas es el que plantea la adicción como resultado inevitable de consumir sustancias psicoactivas. Pero según el último Informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (2020) sólo el 13,4% de las personas que usan drogas atraviesan problemas de consumo. Pese a estos datos, que no son nuevos sino una constante que ronda el 10%, una buena parte de las teorizaciones sobre las adicciones evidencian que el prejuicio nos dirigió hasta la problematización del consumo.

marihuana puerta de entrada y teoría de la escalada

Ilustración de Catalina Iriarte.

“Dado que la problemática de las drogas está enmarcada en el registro de lo penal, se van produciendo una serie de imaginarios sociales estigmatizantes y patologizantes sobre las personas que consumen drogas que son reproducidos por la sociedad en su conjunto, así como también por los profesionales de la salud. A su vez estos imaginarios se sostienen desde un paradigma de salud que supone que si una persona consume una sustancia ilegalizada,  esto lo va a llevar inevitablemente a consumir drogas cada vez más adictivas”, arranca diciendo Soledad Vallejo, psicoanalista, Diplomada en Política de Drogas, salud y derechos humanos e integrante de la organización RESET, en diálogo con MATE.

Para entender de dónde surgen estas teorizaciones Vallejo explica que “esta teoría de la escalada surge del imaginario social que sugiere que la sustancia en sí misma es la causante de la adicción. A su vez, se apoya sobre un paradigma de salud mental que tiende a pensar la subjetividad de un modo simplificado o desde teorías biologicistas que proponen una idea de linealidad causal entre las conductas de las personas”.

“Podemos suponer que la teoría de la escalada está sostenida, en parte, sobre la idea de que la persona que consume sustancias psicoactivas, principalmente ilegalizadas, es porque se quiere autodestruir entonces va a ir buscando sustancias cada vez más adictivas. Lo cual es insostenible teórica y clínicamente”.

“Lo que viene a aportar el psicoanálisis para poder pensar esta problemática tan compleja es, ante todo, poner el centro en el sujeto y no en el objeto, la sustancia en este caso. En este sentido, lo primero que tenemos que entender es que no todo consumo de sustancias produce una adicción o un consumo problemático. Ello dependerá de la relación que el sujeto establezca con ese objeto, vale decir: el trato que le da o el lugar que este ocupa para él”, aporta la psicoanalista integrante de RESET.

Soledad, que busca abordar el uso de SPA’s desde el paradigma de la complejidad, da algunas pistas para entender las adicciones: “Podemos decir entonces que la adicción es un modo particular de relación que el sujeto establece con un objeto, que se caracteriza por formas compulsivas y severas dificultades para regular y controlar dicho consumo. Esto dependerá de cada caso y es absolutamente singular. Requiere de un diagnóstico muy preciso en cada una de las personas”.

Con tino y apuntando a una conceptualización muy arraigada en el campo de la salud mental, la psicóloga remarca que “esta idea de que ‘yo me quiero autodestruir y por eso me drogo’, es parte de un imaginario muy grande y sostenida desde una conceptualización hacia el interior del campo de la que tomo distancia”. Y complementa: “una cosa es la destructividad como consecuencia y otra cosa es plantearla como causa. Esto es central porque determina mucho la visión profesional y fundamentalmente los modos de intervenir”.

“Podemos suponer que la teoría de la escalada está sostenida, en parte, sobre la idea de que la persona que consume sustancias psicoactivas, principalmente ilegalizadas, es porque se quiere autodestruir entonces va a ir buscando sustancias cada vez más adictivas. Lo cual es insostenible teórica y clínicamente”, cierra.

Inicios de la cristalización en el sentido común

Como vimos, la idealización de la marihuana en el sentido común como la puerta de entrada a drogas más “duras” lleva a pensar que la cannabis debe estar prohibida, pues, pareciera que según las promesas del sistema prohibicionista, eliminando al portero se eliminará el consumo de todas las demás sustancias más dañinas.

Políticamente, en la década del 50, el gobierno norteamericano asoció de manera casi directa el uso de marihuana como puntapié para el consumo de heroína. Muchos afirman que el arquitecto de esta construcción  fue Harry Anslinger, también conocido como el Zar antidrogas. Conociendo un poco su biografía podemos quizás comprender mejor esta postura, pero en resumidas cuentas, lo cierto es que el imperio estadounidense tenía en aquellos años dos preocupaciones fundamentales. Por un lado, la expansión del comunismo a nivel mundial, con una lógica consecuencia: justificar la intervención militar para detener su expansión. Por el otro lado, la preocupación por el consumo cada vez más frecuente de heroína en la población joven. También es necesario recordar que a mediados del SXX los tabúes respecto a la marihuana iban perdiendo su fuerza al mismo tiempo que su consumo se extendía, por lo que se necesitaba alguna forma de satanizar la planta con nuevos argumentos.

De esta forma, la China Comunista, prácticamente sin pruebas concretas, es declarada como la principal potencia exportadora de opiáceos a los Estados Unidos. El discurso hacia adentro era claro, la alianza China-Soviética intentaba socavar los cimientos de la moralidad y la salud de la población americana para destruirlo por dentro con drogas cada vez más mortíferas.

Los métodos para fortalecer este discurso, no podían ser otros que los de los medios y las producciones de la industria cultural. De esta forma, las películas comienzan a reproducir los estereotipos de la marihuana como puerta de entrada de manera muy explícita. Drug Addiction (1951) de Hal Kopel es un ejemplo demasiado claro (entre cientos). Y debemos añadir la facilidad para la construcción de fake news de todo tipo y con mayores dificultades para desmentirlas.

Como se sabe, desde la Convención Única sobre Estupefacientes de 1961 se clasificó al cannabis como una sustancia altamente adictiva y con escaso o nulo valor terapéutico. De esta forma comienza a asentarse e institucionalizarse este discurso, sin base científica, de la marihuana como una droga altamente peligrosa que además puede presentarse como “la puerta de entrada”.  Argentina adhirió a la Convención en 1963 y, en resumidas cuentas, así llegó este discurso hasta nuestros lares. Con escasas pruebas científicas y una prensa dispuesta a reproducir estos discursos demonizantes.

La teoría de la “escapada” o de la marihuana como puerta de salida

Si observamos las experiencias de los países que alejaron su perspectiva de este mito, vemos que los resultados luego de adoptar el enfoque de reducción de daños son bastante anecdóticos. En este sentido podemos pensar como una perspecitva alternativa la del “efecto góndola”, que busca explicar el mismo fenómeno que el de la escalada pero con un enfoque distinto. 

Emilio Ruchansky, autor del libro Un mundo con drogas, que lo llevó de viaje por países que optaron por estrategias alternativas a la prohibición, habló con este medio en una entrevista de 2018 sobre la marihuana como puerta de entrada: “Es un mito que existe hace muchos años, incluso hace poco la DEA lo retiró de su página oficial. Se creía que había una especie de relación mágica entre la marihuana y, por ejemplo, la cocaína. Se decía que era una ‘droga de inicio’. La puerta de entrada es el dealer, eso es lo que sostienen los holandeses y lo han probado. Permitieron los Coffee Shops, eso hace que mucha gente no vaya a un dealer que le ofrezca otras drogas. Cuando en 2001 empezó a circular la pasta base en Argentina no fue algo mágico, los dealers la pusieron ‘en las góndolas”. 

Como ya abordamos en la columna sobre las regulaciones del cannabis en el mundo, los modelos de países como Holanda, Uruguay o Canadá desactivan eficazmente el efecto góndola mediante la permisión del consumo de cannabis y la diferenciación de mercados de drogas, evitando el contacto con el mercado clandestino que también ofrece otras sustancias.

En contraste con la idea de la puerta de entrada, el uso de cannabis ha demostrado ser eficiente en tratamientos de consumos problemáticos o adicciones al alcohol, cocaína y heroína. La Fundación Canna publicó en su informe titulado “Cannabis para el tratamiento de las adicciones” (2016) varios estudios que avalan esta práctica.

En un estudio llevado a cabo en San Pablo indicó que 17 de 25 consumidores de crack lograron dejarlo luego de unas semanas de tratamiento a base exclusivamente de marihuana. En Jamaica, un trabajo similar con mujeres adictas al crack indicó que 13 de las 14 que sobrepasaron la adicción lo atribuyeron al consumo de cannabis. En Canadá, una clínica de la Columbia Británica que atiende a usuaries de heroína y fentanilo administra a sus pacientes cannabis desde 2017. De las 100 personas registradas en el programa hasta 2018, casi la mitad está consumiendo menos drogas y el 25% no utiliza más opiáceos. En Uruguay´, la terapéutica con cannabis fue llevada a cabo hace más de 20 años por la Dra. Raquel Peyraube y ha traído resultados clínicos para nada desdeñables en la materia.

Estudios en mano, podríamos pensar que a la teoría de la escalada le está empezando a disputar el partido otra teoría, la de la “escapada”, donde la puerta que realmente podría abrir la marihuana, es la de salida.

Es hora de cambiar el paradigma

Vimos que la teoría de la escalada aparecería como una estrategia discursiva prohibicionista y que el objetivo central fue conseguido, una vez incluida la Cannabis sativa en el listado internacional de sustancias prohibidas a partir de la paradigmática Convención de 1961. A partir de allí, por su sola inclusión en la lista IV titulada: “Sustancias altamente adictivas y de escaso o nulo valor terapéutico”, se ocasionó un evidente impacto en el imaginario social y también profesional.

Fruto de este abordaje simplificado y marcado por un análisis reduccionista que adjudica mágicos poderes a las sustancias, surgió una política de drogas que no reconoce la existencia del consumo no-problemático (casi el 90% de les usuaries de SPA’s) y por ello no se diseñan políticas públicas para esta población. Y en esta misma línea, los sistemas de salud entienden a las personas con consumos problemáticos o adicciones como aquellas que quieren autodestruirse.

Resulta necesario repensar los paradigmas que sostienen las políticas prohibitivas y abstencionistas que intervienen sobre el fenómeno del uso de sustancias. Es imperioso comenzar en la construcción de políticas públicas complejas sobre el abordaje de los consumos y “un mundo libre de drogas” como objetivo, no sólo es ingenuo, sino que parte de la desinformación, como sugieren los datos presentados en este artículo.

Se vuelve innegable la necesidad de poner el centro en las personas y sus derechos para pensar políticas públicas que apunten a reducir riesgos y daños. Principalmente, que se corran de la idea de que todo uso de drogas es malo en sí mismo y atiendan desde una ética del cuidado el fenómeno cultural e histórico del uso de sustancias psicoactivas.

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