¿Qué pasa en el cerebro cuando algo nos produce placer? ¿Y cuándo nos drogamos? ¿Por qué nos gusta lo que nos gusta?
Para responder estas preguntas desde la biología hay que entender en primer lugar que el placer y el dolor son las dos caras de una misma moneda: nuestro sistema básico de aprendizaje.
Para que los seres vivos podamos sobrevivir, debemos realizar ciertas acciones como comer, beber o reproducirnos y evitar otras como quemarnos, cortarnos, saltar de un precipicio o ser devorados por un depredador. Teniendo esto en cuenta podríamos pensar al placer no como un regalo divino para que disfrutemos la vida sino simplemente como una señal que nos dice lo que hay que hacer para vivir y de modo contrario el dolor sería la indicación de lo que debemos evitar. Por eso los placeres más básicos vienen asociados a la comida, la bebida y el sexo y los dolores a distintos tipos de lesiones corporales. .
Este sistema de aprendizaje se fue desarrollando durante millones de años en el proceso evolutivo y está presente con sus diferentes particularidades, en casi todos los animales. Los seres humanos, sin embargo, hemos cambiado muchísimo de manera muy rápida. Desarrollamos el pensamiento simbólico y esto trajo aparejada la construcción de la cultura y de toda una sociedad que trasciende a la mera biología. En este contexto, el antiguo sistema de placer y dolor no puede explicar todo nuestro comportamiento y en muchos casos inclusive termina dado vuelta. Por ejemplo, algunas cosas que nos producen dolor como ciertas intervenciones medicas u odontológicas, son buenas para nuestra supervivencia y por el contrario otras que nos producen placer, como determinados excesos químicos o alimentarios pueden resultar muy perjudiciales. Quizás el ejemplo mas extremo de la capacidad psico-cultural de quebrar el sistema biológico de recompensas (placer) y castigos (dolor) lo constituyen las prácticas masoquistas, donde el dolor se transforma en placer.
Por esto es importante recalcar que el circuito de la recompensa no puede explicar por sí solo a nuestro gusto por ciertas cosas o actividades y mucho menos a las adicciones, en realidad por sí solo no explica nada, ya que no está solo, está inmerso en un cerebro enorme y complejo que a su vez forma parte de sujetos pertenecientes a una cultura, que también moldea al cerebro.
¿Y por qué nos interesa entonces el sistema de recompensa?
Primero porque es un circuito cerebral que se conoce muy bien y sabemos que está fuertemente relacionado al placer al deseo y a las drogas. Segundo, porque entender cómo funciona en nuestro cerebro algo que en la vida real se traduce en sensaciones nos puede permitir hacernos una idea del funcionamiento cerebral en general, y sin importar de cuan cercana a la realidad sea esta idea, puede servir de andamiaje intelectual para pensarnos o pensar otras cosas.
¿Qué es el famoso sistema de recompensa y en qué parte del cerebro se encuentra?
Hay una región de nuestro cerebro llamada Núcleo Accumbens, que cuando se activa, nos produce placer, deseo o simplemente ganas de repetir aquel estímulo que lo activó. Podría decirse que este núcleo es el corazón del sistema de recompensa. De hecho, si se ponen electrodos que estimulen esta región en animales de experimentación y se les permite a dichos animales activarla con una palanca, estos se quedan todo el día apretando la palanquita sin importar que les den comida, bebida o un partner sexual, la prioridad es bajar la palanca, es decir activar el Núcleo Accumbens.
De manera natural, es decir sin electrodos ni palancas, este núcleo es activado por un neurotransmisor muy famoso, la dopamina. Neuronas del Área Tegmental Ventral (otra zona del cerebro) liberan dopamina en el Núcleo Accumbens y las activan, generando la respuesta placentera. ¿Y en qué situaciones se activa este sistema? Comida, bebida, apuestas, sexo, y todo aquello que a cada quien, con su subjetividad, le guste mucho.
Efectivamente muchísimas drogas activan este sistema, ya sea de manera directa, como la cocaína que actúa específicamente sobre los niveles de dopamina, o de manera indirecta como el alcohol, el cannabis, el tabaco, la keta, etc. Todas estas sustancias generan mediante diferentes mecanismos, un aumento en los niveles de dopamina del Núcleo Accumbens. De hecho, todas las drogas (y situaciones) capaces de formar parte de un comportamiento adictivo, activan este circuito con la liberación de dopamina en el Núcleo Accumbens.
¿Y por qué se habla del circuito de la recompensa si solo mencionamos dos regiones del cerebro, el Núcleo Accumbens o centro del placer y el Área tegmental Ventral que libera la dopamina y activa el anterior?
Porque estas áreas están conectadas también con la Corteza Prefrontal (de la que depende la conciencia del proceso y la reducción de las impulsividades que puede generar), con el Hipocampo (del que dependen las memorias que se generan a partir de estos estímulos) y con la Amigdala (reguladora de procesos emocionales como miedo o emoción). Obviamente la conectividad cerebral es muy extensa y compleja, y estos centros se comunican a su vez con muchísimos otros. Pero lo que importa no es conocer todos los nombres sino saber que la comunicación de determinados grupos de neuronas forman redes que luego se ven reflejadas en sentires y comportamientos.
Las determinaciones de las expectativas sobre el placer
Ahora les quiero contar un experimento que me vuela la cabeza porque cambia el paradigma de lo que se creía de todo este sistema. En este trabajo se demuestra experimentalmente que el circuito se activa no solo ante el estímulo placentero, sino también y sobre todo, ante la expectativa del estímulo.
Creo que todes hemos sido víctimas de las expectativas en muchas situaciones, el típico ejemplo es un regalo, yo puedo recibir un muy buen regalo, pero si me gusta menos de lo que esperaba seguramente no sea la misma alegría que si es mejor aún a lo esperado. Lo mismo puede pasar con una fiesta, una cita, un viaje, etc. Las expectativas en muchos casos modulan la satisfacción que sentimos. Esto se ve reflejado en el experimento que brevemente les voy a contar.
El experimento consistió en darle a primates no humanos (monos) un sabroso jugo y medir la activación de las neuronas dopaminérgicas, es decir aquellas que liberan la dopamina en el Núcleo Accumbens y producen ese efecto agradable.
En una primera instancia se corroboró que cuando los monos tomaban el jugo, la actividad de las neuronas dopaminérgicas aumentaba. Posteriormente se les dio una clave visual a los animales, que consistía en una luz que se prendía segundos antes de recibir el jugo.
Una vez que se acostumbraron a esta situación, las neuronas dopaminérgicas ya no aumentaban su actividad cuando el mono recibía el jugo sino antes, cuando veía la luz, es decir cuando sabía que iba a recibir la recompensa.
En el momento de recibir el jugo la actividad dopaminérgica permanecía basal, es decir normal, ni alta ni baja. Sin embargo y acá viene lo asombroso: si la cantidad de jugo era menor a la de siempre, la actividad de las neuronas dopaminérgicas descendía por debajo de los valores normales y si le daban más jugo del esperado, las neuronas se activaban nuevamente (primera activación por la señal de luz y segunda por el jugo extra).
Este es el gráfico del paper, las pequeñas barritas negras son las neuronas dopaminérgicas activadas. Las barras más grandes de arriba corresponden a la sumatoria de las barritas de abajo. Donde dice reward, indica que les daban el jugo y donde dice predictive stimulus indica que les prendían la luz indicadora de que pronto recibían el jugo. En el primer gráfico los animales eran vírgenes, es decir no habían sido entrenados con la luz, simplemente liberan dopamina al recibir el jugo. Lo sorprendente son los otros dos gráficos, en el segundo se libera la dopamina con la luz pero el jugo en sí mismo no cambia nada y en el tercero vemos a un cerebro decepcionado, ya que se libera la dopamina con la luz indicadora del jugo, pero cuando este no es recibido las neuronas dopaminérgicas se apagan totalmente.
Entonces tenemos un sistema que se activa ante los estímulos apetitosos pero que también lo hace ante la expectativa de los mismos y luego responde en alza o en baja según el cumplimiento o no de dicha expectativa.
De alguna manera esto me recuerda a lo que siento al tomar una pastilla. En el momento de la toma siento un subidón (expectativa) aunque sé que obviamente el efecto no es instantáneo, hay algo de la emoción de haberla tomado que me hace sentir la subida, siempre pensé que de manija, pero después de leer estos trabajos comprendí que la predicción del estímulo activa el sistema de recompensa y ya no me parece tan loco sentir ese subidón.
Después, si la mercadería no era buena, viene el bajón de la pasti que no pegó y si era mejor de lo esperada un alto viaje. Obviamente no hay un paralelismo exacto en cuanto a la activación del sistema de recompensa en un mono tomando jugo que en un ser humano ingiriendo sustancias que activan este sistema de manera química, pero traigo la anécdota porque no deja de sorprenderme lo fácil que es relacionar este experimento a situaciones de la vida y de las drogas.
También se puede asociar al clásico “muero de ganas de tomar, pero una vez que tomo ya no me levanta, o me da el bajón de una” que es algo frecuentemente descrito en el uso problemático de sustancias.
El descubrimiento de la activación contextual del sistema de recompensa, abre las puertas a repensar la centralidad que se la ha dado históricamente al efecto farmacológico de las sustancias en los comportamientos adictivos.
Ahora sabemos que el sistema se activa ante claves visuales, espaciales, sociales, etc. La sustancia actúa como un estímulo inicial, pero una vez instaurado el comportamiento, el sistema se activa más con todo el contexto que rodea al uso de la sustancia. Esto explica por qué las posibilidades de hacer uso problemático de lo que sea, están determinadas más por el contexto psico-socio-cultural de la persona que por el disparador inicial en sí mismo.
También explica por que podemos ser adictos a infinidad de cosas o situaciones que trascienden ampliamente a las drogas, como por ejemplo la ludopatía o la adicción al sexo.
Por último y de manera fascinante explica por qué algunas sustancias como el cannabis que en determinados contextos pueden traer aparejado un uso problemático, en otros contextos se estén usando para tratar adicciones con mucho éxito.
La sustancia sería entonces como la punta del iceberg y funciona como chivo expiatorio para tratar de tapar todo lo que hay debajo: un sistema basado y dirigido por el trabajo y el consumo, dejando de lado la sensibilidad y bienestar humanos. Un sistema extractivista que destruye y nos arrebata la naturaleza al tiempo que nos priva de cualquier subjetividad que se aparte del eje del consumo, el poder y el tener. Un sistema que nos hace creer que el confort es la realización humana.
¿Será que somos adictxs y por eso estamos mal? ¿O estamos mal y por eso somos adictxs?