La experiencia con ketamina en altas dosis conduce a ciertos “reinos” donde hay reportes de comunicación con ángeles, alienígenas o extraterrestres. El efecto es una anestesia no sólo física, sino también afectiva y sensorial. Elok Musk, el magnate tecnofeudal dueño de X (antes Twitter) y Starlink, entre otras empresas, confesó ser usuario “medicinal”.
El vínculo con el imaginario tecnológico no es nuevo, hablar de la ketamina incluye tanques de aislamiento sensorial, comunicaciones telepáticas, contactos con inteligencias extraterrenas en dimensiones desconocidas, incorpóreas y atemporales, como muestra la obra de artistas como Timothy Wyllie y neurocientíficos como John Lilly.
En esos escenarios ketamínicos están navegando los responsables de las tecnologías que copan nuestra atención, pero buscando en la sustancia una desconexión de sus aceleradas vidas. En lujosos “retiros de coaching” los CEO de empresas de la lista Fortune 100 se entregan a una disociación psicodélica controlada.
Elon Musk fumando porro en el show de J. Rogan. 2018.
Escenarios ketamínicos
“El trance duró como una hora, quizá un poco menos, y comenzó con la sensación de que el cuerpo había quedado de alguna manera atrás (…) Poco después estaba sumido en un mundo de coordenadas no terráqueas; vientos de velocidad próxima al sonido, atmósferas lo bastante frías para que los gases se licúen, horizontes de grandiosa extensión”.
Así relata el Dr. Antonio Escohotado, eminente representante del estudio y experimentación de la psiconáutica, una experiencia con K en su Historia General de la Drogas.
Pintura del artista Timothy Wyllie, retratando paisajes ketamínicos.
La ketamina es abordada en Hamilton’s Pharmacopeia, donde el químico y periodista Hamilton Morris comienza definiéndola como “un anestésico que puede usarse para tratamiento de la depresión, y como herramienta para inducir estados visionarios”.
Hamilton entrevista en la serie a Timothy Wyllie, un artista que usa ketamina desde hace décadas. Ahí dice haber tenido contacto con ángeles, y con una en particular llamada Georgia, interesada en tener la experiencia de poseer un cuerpo. Esto explica (dice Wyllie) sus experiencias de travestismo: su cuerpo fue poseido por el angel Georgia durante un viaje con ketamina.
Otro de los investigadores pioneros (y consumidor compulsivo) de esta droga fue el neurocientífico, psicólogo y psiconauta John Lilly, quien inventó la Cámara de Aislamiento Sensorial en 1954: un dispositivo de dimensiones considerables donde un sujeto puede ingresar y hacer la plancha sobre una solución de entre 400 y 600 litros de agua y sulfato de magnesio (sales Epsom) a una temperatura de alrededor de 37°, de modo que su cuerpo quede flotando, sin sentir la temperatura del agua, y en completa aislación visual y sonora.
El uso de este dispositivo, en combinación con el uso de drogas psicodélicas (como LSD) y meditación, inducen un trance visionario e introspectivo muy particular. Hoy esos dispositivos se siguen usando, pero sin drogas.
Tanque del Centro de Flotación en Rosario, Argentina.
John Lilly ha ido muy lejos en sus viajes de deprivación sensorial dentro de estas cámaras, llegando a afirmar que pudo establecer y mantener contacto con inteligencias alienígenas, el sumun de una sociedad hipertecnológica avanzada, en nuestro imaginario.
En una entrevista de televisión confesó que bajo el efecto de 150 miligramos de ketamina (posiblemente intramuscular) experimentó cómo la “Oficina de Control de Coincidencias de la Tierra” (ECCO, una especie de entidad autónoma que regula las sincronicidades humanas) le sustrajera (¡atención!)… su propio pene, ni más ni menos.
Con esa dosis, para Lilly, era posible que se manifieste lo que él llamaba “la red de la creación”. En esta entrevista, él explica que la ECCO sería “una de las oficinas de Dios” en las que “corre” nuestra vida. Este autor también ha hecho alusión por aquellos años a la relación mente-computadora, y la posibilidad de bio-reprogramarnos.
Encontramos, tanto en Lilly como en Wyllie, experiencias de contacto ketamínico con algo no-humano, trans-humano, a la vez que “tecnológico” (¿posthumano? ¿cyborg? ¿alien?).
Cabe considerar en la fenomenología de sus efectos, y en la ontología de esta sustancia, su componente sintético, sus derivas frías, metálicas, quirúrgicas, astronáuticas, de laboratorio… Todos atributos que combinan bien con el mundo tecnológico, lo virtual y la digitalidad. Un mundo descorporeizado, despersonalizado, disociativo. “La nube”, casi un no-lugar como lugar común.
Pintura del artista Timothy Wyllie bajo el efecto de la ketamina, retratando los seres de su reino.
Musketamina por favor
Elon Musk, ahora ministro del departamento de “eficiencia gubernamental” o DOGE (por sus siglas en inglés) de los EE.UU. ha referido sencillamente, ante ciertas acusaciones, que él solo hace uso medicinal de la ketamina. Que gracias a esta sustancia ha podido sortear oscuros lugares de su mente, asociados a una depresión que él concibe como genética.
“Hay momentos en que tengo una especie de estado químico negativo en el cerebro, como depresión, supongo, o depresión que no está relacionada con ninguna noticia negativa, y la ketamina ayuda a superar ese estado mental negativo”, dijo Musk.
Alexandra Beynon, una funcionaria del DOGE que Musk dirige, es pareja del empresario que fundó Mindbloom, una compañía que hace acompañamiento virtual a usuarios de ketamina. Esta empresa de terapia asistida remota, fue fundada en 2018 por Dylan Beynon.
“Persistir en esa vía de escape durante tanto tiempo tiene sus consecuencias”, escribe Shayla Love, periodista que publicó grandes artículos sobre capitalismo psicodélico en Vice, y que recientemente publicó en Atlantic mencionando el uso de ketamina del ministro de DOGE y su comportamiento errático en la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC)
Musk no sólo agitó una motosierra —regalada por el presidente argentino Javier Milei— sino que además desvarió en su discurso, lo que disparó todo tipo de mensajes acerca de su salud mental y el consumo de drogas. El uso crónico de ketamina se ha relacionado con efectos cognitivos que persisten después del consumo, como deterioro de la memoria, pensamientos delirantes, supersticiones y una sensación de especialidad e importancia.
Keta Coaches
Reconociendo la incidencia que tienen las declaraciones de personalidades tan influyentes, podemos entender que el medio Doubleblind se pregunte si ahora “la ketamina es a silicon valley lo que la cocaína a wall street”.
En la Bahía de San Francisco se puso de moda el servicio de “retiros de coaching” con ketamina intramuscular. Durante un fin de semana y por casi 3.000 dólares, con revisión médica incluída, altos ejecutivos del mundo tecnológico se entregan a una disociación psicodélica controlada. l.
Según uno de los facilitadores de este servicio que habló con Wired, la keta —en dosis altas— se trata de la sustancia predilecta de “CEOs de empresas de la lista Fortune 100, directores financieros y fundadores de startups de alto nivel”, una distinguida población que definen como “las personas más solitarias”.
Los creadores de nuestra era digital y de los algoritmos que propician una experiencia de consumo más fluida, diseñadores de los “espacios” de trabajo con inteligencia artificial que prometen mayor productividad, buscan su propia paz en la improductiva disociación química.
Frialdad del silicio y de la anestesia. Anestesia no sólo física, sino también afectiva y sensorial.
Pintura del artista Timothy Wyllie
Y es que, como ya señalaba Escohotado en los años 80, en los viajes ketamínicos “falta también la profunda erotización de uno mismo y lo otro, que convierte los sentimientos de extrañeza en una experiencia de amor oceánico, o —cuando no alcanzamos el amor— en una experiencia de pasaje por el calvario de estar vivo sin su apoyo”.
Curioso contrapunto: los creadores de la hiperconectividad y la sobresaturación de estímulos del mundo digital, necesitan una desconexión tan radical como real en sus aceleradísimas vidas, al punto de una deprivación sensorial masiva, que les catapulte fuera de esta dimensión y de sus realidades. Desenchufarse, desconectando cuerpo y mente por completo.
En la entrevista a los facilitadores de ketamina, estos expresan que no conciben su servicio como un “retiro”, sino más bien como una vía de escape, un “off-site”.
El mundo tech en su versión capitalista tecnofeudalista y de riesgo, parece necesitar un reseteo subjetivo permanente para poder seguir funcionando, antes de que la máquina colapse.
Las sociedades indígenas, donde el culto a los ancestros son siempre fundamentales, tienen también sus mitos de origen y de creación. En la antípoda, nuestra ultramoderna sociedad occidental, con los ojos puestos en el futuro, no parece concebible sin la producción de “mitos de destrucción” (apocalípticos) recurrentes.
Mientras tanto, todas las realidades conviven y todo parece posible: la singularidad tecnológica, valles de silicio formando múltiples aldeas globales, prótesis e interfaces humano-máquina hackeando la biología como Neuralink, la mecánica y la robótica a la vez; los límites de lo posible y de lo real en un bucle recursivo de ampliación y trasgresión; la (ciencia) ficción y la realidad confundiéndose e intercambiando lugares permanentemente.
Pintura del artista Timothy Wyllie
No parece casualidad que el uso de una sustancia disociativa, con la capacidad de anular la corporalidad y conducir a no-lugares emocionales se asocie al uso terapéutico de magnates tech, que habitan y producen en un mundo descorporeizado como “la nube”.
La ketamina, una droga “sin historia”, —como señala Wyllie— que produce desconexión con el cuerpo, el tiempo y el mundo afectivo, bien puede brindarnos las coordenadas ontológicas de una sociedad entre contemporánea y poscapitalista: psicodélica, anestésica, disociativa.