En una sociedad globalizada, industrializada y capitalista como la nuestra, no sólo alimentos y medicinas se producen a gran escala, sino también las drogas.
Sea cual sea la categoría a la que pensemos que pertenece la ayahuasca, lo cierto es que ahora a este brebaje se lo quiere producir en proporciones industriales, reducido a forma de píldora, de grado farmacéutico.
Dicho mal y pronto: la “pastillita” de ayahuasca ya existe.
Cápsulas de “ayahuasca”. Fuente Filament Health.
Y si bien ya se había querido patentar el brebaje en 1994 sin ningún artificio ni escrúpulo, hoy que las vías del capitalismo psicodélico están abiertas, hay luz verde para que estas innovaciones farmacéuticas formen parte del botiquín de la nueva psiquiatría.
El laboratorio en cuestión es Filament Health, que “está intentando conseguir un permiso de la FDA para comenzar la fase 1 de ensayos clínicos a mediados de 2023”.
Una bondad colateral de la ayahuasca en píldora (cabría mejor decir Anahuasca o Farmahuasca, siguiendo a J. Ott) podría ser la de calmar las ansias occidentales por ir a beber ayahuasca a toda costa, cueste lo que cueste. Pero esta solución ya la había propuesto Ott en el año 1994, cuando publicaba su libro de recetas de análogos del ayahuasca, arguyendo que un “hágalo usted mismo” era posible, para no intervenir poblaciones que ya están bastante maltrechas, debido precisamente a los procesos de intrusión colonialista y mercantilista en sus dinámicas sociales. La novedad es que ahora —nuevamente— los intermediarios entre el usuario y la medicina serán instituciones, médicos y profesionales de salud mental. Y la mano invisible del mercado, guardando en pocos bolsillos lo que en muchos precisamente no sobra.
Un escenario posible es que al turismo ayahuasquero le sobrevengan procesos agroextractivistas psico-friendly, desmonte y monocultivos psicoactivos para satisfacer la creciente demanda psicodélica internacional, manteniendo intactas las relaciones sociales de producción.
Puede que para los pueblos originarios esta píldora represente un descanso del flujo de extranjeros ávidos de experiencias, dispuestos a pagar cualquier precio por cualquier cosa. Pero otro escenario posible es que al turismo ayahuasquero le sobrevengan procesos agroextractivistas psico-friendly, desmonte y monocultivos psicoactivos para satisfacer la creciente demanda psicodélica internacional, manteniendo intactas las relaciones sociales de producción. ¿Ficción? ¿Distopía? Escenarios posibles, en todo caso.
Banisteriopsis caapi (ayahuasca, yajé) liana que contiene harminas y harmalinas. Foto proporcionada por Centro Takiwasi.
Pero volvamos a la píldora. Varias preguntas puede y debe suscitarnos: ¿será la misma farmacología que la del brebaje? Si no lo fuese ¿en qué se acercan y en qué difieren? ¿Pueden asimilarse sus usos (y sus efectos) amazónico-culturales de donde la medicina emergió, a los de las clínicas y laboratorios occidentales? ¿Qué ventajas y desventajas acarrearía este supuesto desarrollo? ¿Qué se pretende finalmente obtener, más allá de un producto estandarizado? ¿No es un exabrupto proferir que la ayahuasca cabe en una píldora?
La medicina amazónica es un complejo entramado fármaco-botánico-cultural (y quizá ante todo espiritual); sus efectos no son aislables respecto de los fenómenos culturales que ella misma produce, ni son distintos de los códigos comunicacionales a los que apela.
Pero si la voluntad de propiedad intelectual, el asedio de patentes y toda la mercadotecnia del capitalismo (ahora psicodélico) ya nos producía cierto escozor, es con la ayahuasca que esto cobra dimensiones siderales, puesto que ésta no es ni sólo una planta, ni una molécula. La medicina amazónica es un complejo entramado fármaco-botánico-cultural (y quizá ante todo espiritual); sus efectos no son aislables respecto de los fenómenos culturales que ella misma produce, ni son distintos de los códigos comunicacionales a los que apela.
Es decir, hablar del ayahuasca es hablar de una multiplicidad molecular, material, cultural y espiritual: basta con ver las enormes diferencias que existen entre el Daime del Brasil con el yajé colombiano. Para este último caso, recomiendo contextualizar con la película El Abrazo de la Serpiente.
Liana recolectada para consagrar el Daime en la selva de Río de Janeiro, Brasil. Foto enviada por Nuit.
En su libro “Los alucinógenos y la Cultura” Peter Furst nos decía: “Nadie puede afirmar en qué momento los indios del Alto Amazonas descubrieron los efectos de “otro mundo” de la enredadera de las almas. Pero quizá no estemos muy equivocados al sugerir que esto es al menos tan viejo como la característica Cultura de la Selva Tropical, que estuvo basada en una intensiva agricultura de raíces y que parece haber estado bien establecida desde tres mil años a. c., o incluso antes. La mitología tukanoana ubica el origen del yajé en los principios mismos del orden social(…)”.
En “The Cultural Context of an Aboriginal Hallucinogen” de 1972, sobre Banisteriopsis caapi, escribe Sergio Reichel-Dolmatoff: “Según nuestros informantes entre los vaupés, el propósito al tomar yajé es retornar al útero, a la fons et origo de todas las cosas, en la que el individuo “ve” las divinidades tribales, la creación del universo y de la humanidad, la primera pareja humana, la creación de los animales y el establecimiento del orden social, con referencia especial a las leyes de la exogamia”.
Y Pedro Favaron, poeta y médico shipibo konibo, señala en su tesis doctoral (Las visiones y los mundos, 2017) que: «La fuerza medicinal (…) viene desde las raíces de las plantas dietadas, que se hunden en sustratos minerales y beben de las eras geológicas; desde el agua que aumenta y baja su caudal (…) del viento (…) desde el fulgor del sol, PapaBari, que alimenta las plantas con su luminoso calor; y la capacidad curadora de las plantas viene incluso de la luna y de las estrellas, que iluminan las noches de los vegetales. (…) Desde la espesura húmeda del monte y desde los perfumes (…) Y, ante todo, la sabiduría del canto proviene de los Dueños de la medicina, de los Inka, de aquellos que viven en una selva sutil, oculta en el seno silencioso de la selva visible y en la intimidad de las plantas medicinales (…) la fuerza curativa viene de “Nete Ibo”, el Dueño de todo lo existente».
Obra del artista visionario peruano Pablo Amaringo, quien retrata sus viajes ayahuasqueros. En los ángulos superiores pueden verse flores de floripondio.
¿Hace falta decir que dudosamente algo de esto pueda reproducirse en un laboratorio?
No obstante, Filament Health se proclama como la primera compañía interesada en partir de fuentes vegetales para sus productos, cuya estandarización pretende predecir los efectos obtenidos en una experiencia. “Cualquiera que haya tomado una dosis (de un tipo de psicodélico natural) sabrá que no puede decir con certeza los efectos que tendrá. Dos porciones (de la misma sustancia) dadas a distintas personas pueden producir efectos distintos”. ¡Chocolate por la noticia! ¡Como si ahora los efectos fueran a ser predecibles, tan sólo dependiendo de la sustancia!
¿Pero es posible que todavía hoy se desconozca la importancia del contexto y del sujeto, en triada con la droga? ¿O acaso no se trata tanto de ignorancia como de omisiones conscientes?
¿Qué es la ayahuasca?
Posiblemente algo que ha alimentado el reduccionismo de lo que hoy entendemos por ayahuasca es la fórmula de que el brebaje sería sólo una combinación de DMT con Betacarbolinas.
En términos botánicos es una mezcla de Psychotria viridis (chakruna) con Banisteriopsis caapi, o Diplopterys cabrerana u otras variantes de plantas donde se hallen estos dos tipos principios activos. Ruda siria y Mimosa hostilis es otra combinación conocida. Esta lógica reduccionista peca de ignorar todos los séquitos y las sinergias posibles.
El mecanismo es sabido: el DMT ingerido no hace efecto por sí solo, se desintegra antes de llegar al cerebro, las b-carbolinas son IMAOS, inhibidores de la enzima monoamino oxidasa, que impiden la destrucción del DMT en el organismo, produciéndose así el despliegue de la potencia visionaria.
Pero hay que decir que no todas las comunidades indígenas se han servido siempre de una planta que contenga DMT. El yagé de los Shuar y los Kofán de la actual Colombia, por mucho tiempo y en algunos casos hasta hoy, prescinde gloriosamente de la química triptamínica; mientras que en otras comunidades como las Shipibo, a la mezcla se le agregan indefectiblemente poderosos embriagantes como el tabaco negro y el toé (floripondio). De esto último puedo dar fe, a raíz de una comunicación personal del Onaïa (chamán) Don Antonio Muñoz, de quien alguna vez tuve ocasión de recibir palabras, cantos y medicina.
El autor junto al chamán Shipibo Don Antonio Muñoz. Año 2013.
En otra comunicación personal, Giorgio Samorini me ha respondido que efectivamente el uso de DMT ha de ser una implementación bastante moderna entre los indígenas, mientras que el uso de la liana sola (con su harmina y harmalinas) rondaría los tres mil años. En la misma charla, este eminente arqueólogo de las drogas menciona que la liana se llega a combinar hasta con otras 200 plantas.
Entonces no hay un solo tipo de ayahuasca. ¿A cuál de todas (si es que a alguna) responde la nueva píldora? Luis Eduardo Luna ya en 1986 contaba 72 pueblos amazónicos que la utilizaban, cada cual con su receta. Esto nos lo informan Berlanda y Viegas que, por estas geografías, en su libro dedicado a la “medicina del alma”, en 2012 contabilizan más de 120 aditivos posibles, relevados por distintos investigadores, lo cual multiplica exponencialmente las posibilidades.
En Plantas de los Dioses, Hofmann y Schultes nos dicen “Entre los indios del Vaupés colombiano, los tucanos, por ejemplo, se reconocen seis tipo de ayahuasca o Kahi” y que cada una le imprime una tónica distinta a la experiencia. Ojos aguzados en las visiones ayahuasqueras, pueden saber qué tipo de poción se ha bebido, según los diseños artísticos luego pergeñados.
Y prosiguen: “Los efectos de la bebida varían según el método de preparación, el contexto en el cual se toma, la cantidad ingerida, el número y tipos de mezclas, el propósito con el cual se usa, así como el control ceremonial que ejerce el chamán”.
Además, cabe recordar su función purgante, la cual sea quizás más importante que la visionaria, en términos medicinales: “por lo regular produce náusea, vértigo, vómito y lleva tanto a estados eufóricos como agresivos”.
Conclusiones
Por todo lo dicho, y queda aún mucho más por decir, el que un laboratorio se adjudique la potestad de haber creado una píldora de “ayahuasca” ha de despertarnos cuanto menos la sospecha, si no la risa.
Los efectos socio-culturales del brebaje no serán reproducibles, sino que además quedarán intactas las relaciones sociales de producción, los vínculos comerciales entre países productores y países consumidores.
Damos por descontado no sólo que los efectos socio-culturales del brebaje no serán reproducibles, sino que además quedarán intactas las relaciones sociales de producción, los vínculos comerciales entre países productores y países consumidores. Entre países ricos y países pobres. Entre quienes venden (vendemos) materias primas y mano de obra barata y los que, valor agregado mediante, comercializarán productos “nuevos”, registrados, a un precio que (ya podemos imaginar) no será muy accesible.
Tal como lo expresa el CEO de Filament: «Con la popularidad de la ayahuasca, hay una industria para esto. (Las plantas) son semi-cultivadas, se cosechan semi-silvestremente, no están en peligro de extinción». Filament dice abiertamente que quiere “que haya una fuente de suministro a largo plazo”, para lo cual se evoca a Sudamérica como el “lugar potencial para cultivar.”
Cabría preguntarse cuál será entonces la incidencia de esto sobre los pueblos del sur y de la selva. Y si pensamos en el caucho o la soja (por no decir el litio) como ejemplos históricos de comercio internacional de materia prima, quizás comencemos a obtener ya algunas respuestas. ¿Trabajo y cultura para las comunidades? ¿O explotación y miseria, disfrazadas de progreso? ¿Quiénes ganan mucho y quiénes poco, en la ecuación? ¿Y no habrá quienes lo pierdan todo?
Por lo pronto, Filament nos informa de su adhesión al protocolo Nagoya, de prácticas sustentables, para que nos quedemos tranquiles. Yo me pregunto si acaso tanta “estabilización” farmacéutica al interior del laboratorio no termina por desestabilizar otros sistemas (ecológicos y sociales) por fuera de los mismos.
2 respuestas
Súper interesante la nota. Me apareció por Facebook y leí varias notas de Revista Mate. Soy cultivador de cetas psicoactivas y valoro mucho la data compartida.
También me genera aún más intriga por probar la Ayahuasca.
Soy de la zona norte de Buenos Aires. Si tienen alguna data para compartir o simplemente para conversar sobre la exploración psiconautica, bienvenides.
Gracias por tu comentario! Para más data psiconáutica podés ponerte en contacto con el autor de la nota en instagram: @libros.enteogenicos