Vamos con un tema picante: trabajo y porro, porro y trabajo. ¿Son compatibles? ¿Acaso es posible hacer uso de cannabis mientras se lleva adelante un proyecto de vida como cualquier otro? Quieras o no, te lo vamos a spoilear: La respuesta no es blanco ni negro, es gris.
Una llamativa resolución de la policía de Entre Ríos que prohíbe el consumo de sustancias ilícitas para todo su personal —incluso en horarios fuera de su jornada laboral— con exámenes periódicos sorpresa, fue el disparador para una pregunta mucho más profunda.
¿Se puede ser consumidor de cannabis —tanto a nivel responsable como terapéutico— y desempeñar un trabajo o una función sin problemas? ¿Debe distinguirse entre su consumo durante la jornada laboral y su consumo fuera de estos horarios? Revisemos la información en torno a esta cuestión.
Aunque a estas alturas pueda generar extrañeza, la pregunta aparece recurrentemente en el imaginario social y resulta entendible. Las lógicas del sistema en el que vivimos y las políticas prohibicionistas que nos rigen, llevan indefectiblemente a la expansión sistemática del famoso “mito del vago”.
La asociación directa e infundada de: usar marihuana = imposibilidad de tener un proyecto de vida productivo, está fuertemente arraigada en nuestra cultura.
Ahora bien ¿existe evidencia que sustente esta idea? Primero hagamos un repaso histórico y después vemos qué onda las cifras de la actualidad.
Un touch de historia. El comienzo de la demonización.
Durante los últimos 20 años el consumo de cannabis ha crecido de modo vertiginoso, ampliándose incluso por todas las franjas etarias —por dar un ejemplo, en Canadá desde 2001 se autoriza su consumo medicinal—; en el marco del descubrimiento de sus numerosas propiedades medicinales. Más acá en el tiempo, sabemos que la mayoría de los países informó un aumento del consumo de cannabis durante la pandemia. En las encuestas realizadas a personal de salud de 77 países, 42% afirmó que el consumo de cannabis había incrementado.
No es necesario remontarnos a los comienzos de su uso en la humanidad. La prohibición del cannabis como la concebimos hoy en día tiene sus orígenes más inmediatos en el nacimiento de los Estados Unidos con las primeras fuentes de inmigración mexicana. Allí, la sociedad blanca y conservadora de finales del SXIX y comienzos del SXX veía con recelo el consumo de esta sustancia, precisamente al igual que nuestro objeto de análisis, luego de las extensas jornadas laborales en los campos.
Durante las primeras décadas la prohibición en dicho país alcanzaba sólo a ciertos Estados limítrofes a México (California 1913, Texas 1919, Lousiana 1924) hasta que en 1937 el gobierno federal sanciona la Ley de Tributación de la Marihuana (Marihuana Tax Act) y se impone la prohibición de la Marihuana en 46 de los 48 Estados.
Con la misma estrategia lobbista y mediática, sumada a escasos o nulos argumentos científicos, en 1961 la prohibición se globaliza mediante la Convención Única de Estupefacientes, impulsada por el gobierno federal norteamericano. Esta prohibición internacional persiste hasta hoy.
La desaprobación social de la Marihuana —necesaria para imponer su prohibición legal de manera legitimada— ha contado a lo largo de su trayecto con la creación de mitos sobre el consumo de la misma, que derivan de la consideración de que el consumo de dicha sustancia conlleva a la demencia y al crimen.
De esta forma, no sólo por estar incluída en el listado de sustancia ilícitas a nivel global junto con los derivados del opio y la cocaína, con el correr de los años se creó un verdadero estereotipo del consumidor de marihuana como un sujeto no apto para el mercado laboral, generalmente asociando la desidia y el abandono físico e intelectual a esta población.
Pero a su vez, la prohibición global de las drogas, y en nuestro caso, del cannabis, desembocó en un oscurantismo científico durante décadas y a nivel mundial. La medicina hegemónica occidental se apalancó en mitos y falacias respecto a su consumo. Ejemplos sobresalientes son el de “La marihuana es puerta de entrada a otras drogas” o “La marihuana causa psicosis y esquizofrenia”. A partir de dichas máximas —-escasamente fundamentadas— se procuró mantener a la marihuana tras las rejas e inaccesible para la ciencia.
¿El consumo de marihuana nos vuelve vagxs? Responden los números
Esta es quizás la primera pregunta que debemos hacernos. Ahora que analizamos el origen del mito, veamos algunos números de nuestro país: según la Primera Encuesta Nacional de Cannabis de Argentina realizada en 2020, de la que participaron 64.646 personas, un 45,12% aseguraron tener estudios de nivel universitario, el 17,52% terciario y el 36,17% secundario. Mientras que el 1,19% dijo haber finalizado la escuela primaria. Además, solamente el 5,07% de usuarios y usuarias asegura estar sin empleo. Como vemos, los datos evidencian que el uso del cannabis no impide tener una profesión o estudiar para formarse.
Del otro lado del continente, un estudio publicado en 2020 que fue realizado por la Universidad de San Diego y la Universidad Auburn se enfocó en un tipo de consumo en específico: el que se da posterior al trabajo, estableciendo la pregunta: ¿fumar marihuana después de las horas de trabajo puede reducir el desempeño laboral?
Los resultados arrojaron que fumar marihuana después de trabajar no afectaba su trabajo al día siguiente, contrario a como sucede con el consumo del alcohol.
¿Consumir cannabis afecta el rendimiento físico?
Si de rendimiento físico se trata, vayamos al mundo del deporte. Aquí debemos hacer una distinción entre los cannabinoides en las regulaciones administrativas. La Agencia Mundial Antidopaje aprobó al CBD para su consumo en los atletas. Sin embargo la molécula THC sigue estando prohibida, aunque los expertos de dicha agencia se encuentran trabajando en su estudio para determinar si adoptan el mismo camino que con el CBD.
El consumo de cannabis es cada vez más común en atletas destacados, y su detección ha ocasionado sanciones muy severas, como el caso de la maratonista Sha´Carri Richardson a excluida por doping positivo de marihuana en las olimpíadas de Tokio, donde era la favorita a la medalla de oro.
De todas formas, y en la mayoría de los casos, el consumo de cannabis —-especialmente el CBD— es utilizado a los fines de combatir el estrés, lesiones, dolores físicos o ansiedad, encontrándose la mayoría de las agencias que regulan estas disciplinas seriamente analizando las reglas de juego atento a su consumo cada vez más frecuente. Pocos deportistas atestiguan consumirlo de forma previa al entrenamiento o la competición.
Uso de marihuana y su impacto en las tasas de accidentes o lesiones laborales
Tema polémico si lo hay. Ante la falta de investigación empírica que explore el consumo de cannabis en relación con el lugar de trabajo moderno se realizó, entre otros estudios, una revisión sistemática que evalúa toda la literatura actual disponible sobre el tema en cinco repositorios de artículos científicos.
¡Sorpresa de nuevo! La información actual no proporciona evidencia suficiente para afirmar que lxs usuarixs de cannabis corren un mayor riesgo de sufrir lesiones laborales.
Según la revisión sistemática de investigaciones, la evaluación de la calidad de los estudios sugiere que presentan “sesgos significativos”. Se necesitará evidencia futura de alta calidad para aclarar la relación entre el uso de cannabis y las lesiones ocupacionales.
Ilustración de Adriel Radovitzky.
Despedidos por consumir cannabis en la Argentina punitiva
Para responder a estos interrogantes hablamos con personas que enfrentaron problemas por su consumo cannábico. Veamos.
El caso de Mateo, trabajador de una empresa de logística, despacho y recepción de mercadería, cuyo nombre fue cambiado para cuidar su identidad, ocurrió en los años 2020/ 2021. La política empresarial era y sigue siendo “tolerancia cero al uso de cualquier droga ilegal”. El justificativo es que “a largo plazo el uso de drogas termina generando conductas problemáticas”.
Con la excusa de prevenir esas supuestas “conductas”, la empresa termina dando más peso al consumo de sustancias, que al trabajo que sus empleados desempeñan. “Mi experiencia fue muy buena. Trabajaba bien, me gustaba, siempre cumplía en tiempo y forma mis responsabilidades”, cuenta Mateo. Incluso el problema con la marihuana surgió cuando quisieron pasarlo a planta permanente, indicador de que estaba haciendo bien las cosas.
Para terminar de tomar la decisión, la empresa decidió hacer un test de drogas por medio de análisis de sangre, buscaban detectar marihuana o cocaína. En el caso de Mateo dió positivo para marihuana, resultado que le costó su despido. Aunque previamente les había explicado sus motivos y las formas que tenía de usarla, nos cuenta que resultó completamente en vano, ya que no había manera de hacerles entender que existía el uso medicinal del cannabis.
En ese momento se hicieron 5 análisis para 5 futuros empleados y 3 quedaron sin su fuente laboral debido a los resultados del test. Una política empresarial que evidencia qué tiene más peso a la hora de contratar al personal, su aptitud e idoneidad o lo que decide consumir en su vida privada.
Por otro lado tenemos el caso de Juan, cuyo nombre también fue cambiado para proteger su identidad. Es constructor y desde 2011 trabaja para una de las empresas de construcción líderes del país. La política empresarial es de tolerancia cero a sustancias psicoactivas ilegales y también con el alcohol. Y esto no se limitaba al horario laboral, la prohibición implicaba no tener ninguna sustancia en sangre. Así, no solo se controla al trabajadorx durante las horas de trabajo, sino en su vida privada. ¿Las consecuencias? El despido automático.
“En todas las empresas de ese grupo se manejan de la misma forma: al ingresar firmamos una declaración de cero alcohol y cero drogas, porque serían motivos de despido”, explica el trabajador.
Durante todos estos años Juan pudo presenciar resultados positivos de alcohol, cocaína, cannabis e incluso de hoja de coca, algo que puede representar un problema serio para sus compañeros del norte del país. “Trabajé con mucha gente del norte del país que utilizaban coca. Se les permite transportar hoja de coca con autorización hasta en un avión pero no
se permite su uso”.
¿Y como hace la empresa constructora para prohibir ese uso? Para controlar la conducta de sus trabajadorxs, el modus operandi implica testeos aleatorios y sin previo aviso. Puede ser en cualquier momento del día, cualquier día de la semana. “Si bien en mi caso la experiencia viene siendo buena, conozco muchos despedidos por resultados positivos, tanto de alcohol como de tipo de drogas ilegales”.
Lxs trabajadorxs usan cannabis
Debido a la escasez de investigaciones sobre el tema, la moral prohibicionista y la maquinaria mediática que alimenta la opinión pública pasan al frente. No es de extrañar que en nuestro país las políticas empresariales se guíen por mitos, prejuicios y falsas creencias respecto del desempeño laboral de las personas que usan marihuana.
Mientras tanto, en la cuna de la prohibición (EE UU), las encuestas arrojan que cada vez más estadounidenses que viven en estados donde el cannabis es legal se oponen a las pruebas de detección de marihuana en el lugar de trabajo. Incluso según los datos del sondeo, casi uno de cada diez empleadorxs, de más de 45.000 encuestadxs de América del Norte y Europa, elimina los requisitos de pruebas de detección de drogas, ¿la razón?, buscan atraer trabajadorxs. Algunos lo hacen como una forma de atraer nuevas contrataciones y otros para retener empleadxs actuales, algo que resolvió muchas ausencias durante la pandemia por coronavirus.
La inmensa minoría cannábica
En esta cuestión también surgen llamativos datos. Según Quest Diagnostics, uno de los laboratorios de pruebas de drogas más grandes de los Estados Unidos, el año pasado el porcentaje de empleados que dieron positivo por drogas alcanzó su tasa más alta desde 2001. Para el cannabis en particular, se descubrió que en la fuerza laboral general de EE. UU la positividad aumentó fuertemente en los últimos 5 años. La tasa de positividad por análisis de marihuana en fluidos orales fue del 14,8% en 2021, un aumento del 20,3% en comparación con 2020 (12,3%) y un aumento del 68,2% en 5 años (8,8% en 2017).
Si tenemos en cuenta el resultado de la encuesta argentina que referenciamos más arriba, podemos apreciar que el consumo de cannabis se concentra en la población adulta, trabajadora y/o estudiantil, sin que ello signifique alarma social alguna, como podría haberse referido años atrás.
El descubrimiento y el avance de la medicina en el tratamiento con cannabis es un importante factor de cambio en las generaciones socializadas en una cultura fuertemente prohibicionista, pero que hoy naturaliza cada vez más el uso terapéutico de esta planta. Incluso, se cuestionan las limitaciones a su consumo por políticas laborales.
En los Estados Unidos, el debate va en aumento. En Nueva York, por ejemplo, lxs empleadorxs ya no pueden sancionar a trabajadorxs por su uso de marihuana fuera del horario laboral sin evidencia de “síntomas articulables de deterioro del cannabis“, según las pautas recientemente emitidas por el Departamento de Trabajo de Nueva York. Si bien, en concreto lo que se intenta con esta normativa es evitar prácticas discriminatorias y especialmente despidos sin indemnización, hay contadas excepciones como las atinentes a los trabajos de transporte, de vigilancia, y más que nada durante la jornada laboral, oportunidad en que les es permitido a los empleadores prohibir su consumo o incluso aplicar sanciones y despidos cuando de dicho consumo deriven faltas graves —debidamente acreditadas— que impidan cumplir con el ejercicio de la función a cargo.
En el Estado de Utah, el febrero pasado, los legisladores presentaron en el escritorio del gobernador un proyecto de ley que protege a empleadxs estatales de la discriminación en el lugar de trabajo por el uso de cannabis medicinal.
El tema es arduo y vale hacer ciertas distinciones. A nivel mundial, si bien encontramos extremos, desde países tan prohibicionistas como Singapur a ejemplos tan opuestos como la reciente iniciativa Tailandesa, podemos observar los países que ya han optado por regular el consumo integral del cannabis y qué decisiones han tomado con respecto a este asunto.
En Uruguay, el decreto reglamentario de la Ley 19.172 prohíbe el consumo de cannabis durante la jornada laboral y pueden aplicarse sanciones si es comprobada la existencia de cannabis en el organismo del trabajadorx. Lxs empleadorxs no pueden sancionar por este sólo hecho, sino que es necesario que el trabajadorx incurra en otra falta que sea sancionable.
Similar postura tomaron las autoridades en Canadá, donde el consumo de cannabis para uso adulto y responsable (recreativo) está permitido desde desde Octubre de 2018. Sin embargo, su consumo en jornadas laborales está prohibido, sin que esto signifique una prohibición fuera de la actividad laboral.
Una de las principales razones de las políticas laborales al prohibir el consumo de cannabis es precisamente su histórica clasificación internacional como estupefaciente, y hasta hace muy poco, junto con las drogas más duras tales como los opiáceos y los derivados de la hoja de coca. Más dicha clasificación internacional sufrió una importante reforma en diciembre de 2020 al reclasificarse en la Lista I, aunque los países aún conservan potestades propias para clasificarlo dentro de sus jurisdicciones.
La situación en Argentina
La Argentina, bien podría decirse, ha adoptado un camino intermedio en lo que se refiere a la regulación del consumo de cannabis, utilizándolo por el momento sólo con fines terapéuticos. Ahora bien, este consumo, como la práctica del cultivo doméstico, es reconocido como el ejercicio del derecho humano a la salud, circunstancia que el tema que tratamos merece determinadas consideraciones. Vamos.
Al tratarse del ejercicio de un derecho tan fundamental, aquí debe prestarse un especial trato en el ámbito laboral, habida cuenta que nuestro país ha firmado convenciones internacionales en materia de derechos humanos. Estas convenciones no solo tutelan el derecho a la salud, sino asimismo el derecho a la dignidad y no discriminación, entre los que podemos mencionar también los derechos civiles, económicos y sociales; estos últimos también se encuentran amparados en nuestra constitución y se refuerzan con el bloque normativo de tratados internacionales adheridos a la misma.
Aclarado esto, la práctica de los testeos para detección de cannabis debería adecuarse a nuestra normativa vigente sobre la regulación del cannabis terapéutico. La comprobación positiva de cannabis en los exámenes no debería constituir una falta grave que se preste a abusos patronales.
De cara a una regulación integral, que contemple el uso adulto y responsable, resulta más adecuada la normativa que sanciona exclusivamente al constatar que de dicho consumo se derive una falta o incapacidad parcial o momentánea para cumplir con la función a cargo, y que dichas faltas sean debidamente acreditadas como correlación necesaria del consumo de cannabis.
Para todos los demás interrogantes planteados, como hemos visto, la ciencia se encuentra avanzando, luego de décadas de prohibición social y científica.